“Hace un año me pusieron el medidor y la primera factura que me llegó fue de 22 mil pesos”, contó Francisca, de 59 años, desde el barrio San Francisco. “La pague en cuotas y tuve que sacar un préstamo de diez mil pesos. El mes pasado me vino 20 mil y 800 de gas, y este mes tres mil y 1800 de gas”, detalló la mujer que tiene un kiosquito en la casa, en la que vive con su marido desocupado, y la hija menor de ambos y sus tres chicos. “Nos trajeron por una buena vida, pero no mejora. Pero todavía estamos de pie”, dijo la mujer como quien encaja un golpe y tiene que reafirmarse.

Griselda, que vive en el barrio Mugica con su marido albañil y dos hijos, con una boleta menos abultada pero igual de impagable, contó que “nos empezó a viniendo mil y pico de luz y llegó a tres mil pesos. Tuvimos que poner todo lo que teníamos para pagar y hacer trámites para que nos cobren en seis cuotas y no quedarnos con deudas”, explicó.

Para Miguel, 37 años, tres hijos, empleado de una empresa y referente del barrio Mugica, “todo venía bien hasta fines del año pasado, cuando empezaron a venir boletas que, aunque dicen subsidiadas, son de 4000, 5000 pesos, y que no se pueden pagar. Yo tengo acumulada una deuda de 20 mil pesos. Y el Instituto de la Vivienda que es la dueña del predio se lava las manos, te dicen que hagas un reclamo individual en lugar de intervenir y hacer que Edesur verifique si hay fugas, porque las boletas son inexplicables, o si están metiendo mano al bolsillo de la gente”. La situación lleva a que “cuando cortan o sacan el medidor muchos se cuelgan, y eso hace saltar las térmicas del edificio, o meten mano a los medidores para que venga menos y todo eso deteriora las instalaciones. Muchos dicen ‘que te muden para vivir mejor así, yo prefiero vivir donde estaba’, porque además, las viviendas tienen 4 años y se están cayendo a pedazos”.