• Eduardo Chávez Molina, investigador del Instituto Gino Germani. El desprecio de lo diferente se amalgama con una estructura autoritaria, que orienta las clasificaciones de los otros distintos. Los actos de los otros son considerados peligrosos, que se instalan en  esquemas intervalorativos de lo nominal. Matar por mano propia a un delincuente o sospechoso de serlo, denigrar mujeres con vocación de liderazgo que rompen los esquemas patriarcales del dominio masculino, despreciar la voz de las jóvenes y los jóvenes que cuestionan el orden adulto que van a heredar, odiar a comunidades de pueblos originarios, discriminar a mujeres y jóvenes humildes de los suburbios bonaerenses, son a modo de pinceladas, como funciona el carácter autoritario “microfascista”, sobre los otros. Cuando el papel del estado interrumpe sus propios procedimientos legales amparados por ley y mecanismos institucionales contra toda forma de discriminación que permita vivir en sociedades más inclusivas, permite la proliferación de voces que promueven el odio  y el desprecio incluso contra sus propias vivencias cotidianas de pluralidad. 
  • Chistian Ferrer, sociólogo y ensayista. El microfascismo es un rasgo nacional, y una especialidad porteña. La violencia y la intolerancia son de antigua data en este país, y de vez en cuando, sobre todo en tiempos de ajustes económicos –cíclicos– y de enconos políticos –casi siempre–, resurgen de sus cloacas para empeorar la vida argentina, ya lo suficientemente lastrada de malestares y frustraciones. Una cosa es la retórica del fanatismo y del desprecio, que igual es peligrosa, propia de agitadores de progroms o xenofobias, y otra muy distinta el ultraje al cuerpo, cuya primera estribación es la marca de la vejación, y la segunda, el asesinato. Cuando se cruza esa frontera, ya no hay vuelta atrás. En cuanto a Baby Etchecopar, ese tipo es la caricatura de los muchos charlatanes irresponsables a los que las radios les otorgan horas y horas de micrófono. Debería dedicarse a la actuación en cine: da perfecto para hacer de taxista típico y tópico, con perdón del sindicato correspondiente.