Durante la fiebre del endeudamiento externo que sembró el gobierno de Cambiemos cuando todo era un festival; Rosario estuvo a punto de endeudarse en 250 millones de dólares. Así lo pidió la intendenta Mónica Fein, quien creyó que los ediles del PRO que habían avalado importantes iniciativas del Ejecutivo -a tal punto que se prescindió totalmente de las negociaciones con el interbloque peronista- levantarían sin problemas sus manos a la hora de la votación. Pero no fue así. El macrismo evaluó que se acercaban las elecciones y no quiso darle al socialismo una herramienta que posibilitara una enorme explosión de obras en la ciudad con evidentes repercusiones proselitistas.

Ese mismo cálculo es el que le atribuían al senador provincial Alcides Calvo cuando se opuso a autorizar al gobierno de Miguel Lifschitz para el endeudamiento en dólares de otro tramo de 500 millones para completar los 1000 millones que planeaba el gobernador. Calvo es hombre de Omar Perotti y todos entendieron que decidió pensando en las elecciones que se vienen.

Con todo, la vorágine de la crisis ha dejado atrás estos argumentos y hoy quienes se opusieron a esas tomas de deuda en moneda extranjera, hasta pueden señalar que lo hicieron por precaución. De todas formas, Santa Fe está endeudada en dólares como la mayoría de las provincias que fueron alentadas por la irresponsable política del gobierno nacional que ya dilapidó una parte sustancial de las reservas del país y expone a la Argentina a un muy probable escenario de default. Pero, curiosamente, ahora es a esas mismas provincias que alentó a tomar deuda en dólares a las que les pide más esfuerzo, más ajuste y les transfiere enormes gastos en subsidios que muchas no podrán afrontar.

El informe realizado por Delphos Investment que cita Alfredo Zaiat en Página/12, señala que Santa Fe y Córdoba son las provincias que tienen el mayor porcentaje de su deuda en dólares. El 99% en el caso santafesino. Por otra parte, Moody’s pone en claro que en el bienio 2016-2017 las deudas provinciales “aumentaron sin cobertura cambiaria porque fueron cada vez más contraídas en el extranjero en relación al financiamiento conseguido para el mercado local”. Con lo cual “se incrementó así el riesgo de no poder refinanciar esas deudas al vencimiento”.

El día 2 de este mes, ante los primeros movimientos bruscos del dólar, el ministro de Economía de Santa Fe, Gonzalo Saglione, aseguraba que la provincia tiene “un bajo nivel de endeudamiento” y que si bien esa deuda está tomada en moneda extranjera por lo que la variación del tipo de cambio demandará de más pesos para cubrir la deuda; “no será significativo en relación con el presupuesto total”. De todo modos ya advertía que si bien se autorizó en la Legislatura a tomar 500 millones de dólares más, “si no están dadas las condiciones no vamos a suscribir nueva deuda”. Ya el funcionario expresaba su prudencia con una cotización de 17.40 pesos por dólar. Antes de que empezara a acelerar la divisa hasta trepar a los 40,50 pesos actuales.

El 25 de Julio pasado, el Senado santafesino había autorizado al Ejecutivo provincial a emitir títulos de deuda por otros 500 millones de dólares. Como ya se dijo, sólo el senador peronista del departamento Castellanos, Calvo, se opuso a este nuevo y riesgoso compromiso. Pero Diputados no trató nunca la media sanción que falta y en la actual coyuntura es obvio que el Ejecutivo no lo solicitará.

Si bien la mayor parte de la deuda santafesina es en dólares, el cierto que el nivel de endeudamiento es bajo. La provincia tomó la décima parte de lo que demandó Buenos Aires en dólares y puede afrontar esos vencimientos aún con una espiral inusitada en apreciación de la moneda norteamericana. Distinto era el caso de la Municipalidad de Rosario, que demandaba un endeudamiento alto para su presupuesto ordinario. Hoy está en una situación diferente a la de la ciudad de Córdoba, que en algún momento deberá afrontar  vencimientos por unos 180 millones de dólares.

 

 

 

A pesar de todo

De todas maneras, esta coyuntura es sólo un escollo más en el recorrido político del gobernador Miguel Lifschitz que, si algo ha demostrado es que no piensa rendirse. Mantuvo la expectativa política con la reforma constitucional y su reelección todo el tiempo que pudo, hasta el mes pasado se podría decir, cuando forzó esa sesión especial de la Asamblea Legislativa que deliberó en medio de un enrarecido clima social que hizo que los legisladores santafesinos chillaran en soledad y encerrados en el recinto, sus diferentes miradas políticas que sólo a ellos le importaban. La gente estaba mirando las pizarras de las casas de cambio y los precios en el supermercado. Una angustiante práctica cotidiana que subsiste, lamentablemente.

Lifschitz logró exponer a propios y extraños en ese debate y quizás imprimirles algún módico costo político. Pero al día siguiente de esa derrota se levantó más opositor que nunca hacia el gobierno nacional y empezó a plantear el “modelo Santa Fe” como una marca que encuentra su nicho entre la demencia neoliberal y las manchas que intentan hacer proliferar los cuadernos del juez Bonadío.

El fin de semana que pasó convocó a legisladores, intendentes y presidentes comunales del Frente Progresista. Allí no estuvo ninguno de los dirigentes del otro sector político interno que orienta el presidente de la Cámara de Diputados y seguro candidato a gobernador, Antonio Bonfatti. De ahora en más, las cosas serán así: sonrisas para afuera, dientes apretados para adentro.

Allí en la sede de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Municipales de la provincia (Festram), Lifschitz pronunció un discurso de alto voltaje político. Acompañado del vicegobernador Carlos Fascendini, el socialista destacó “la impronta de un gobierno provincial que es inclusivo, que piensa en los más vulnerables, con políticas de inversión y desarrollo en infraestructura que generan trabajo y contención social”.

Y aseguró que “si alguien quiere saber cómo salir de un modelo del neoliberalismo, tiene que venir a Santa Fe. Estamos en una provincia que se administra eficientemente, con rectitud moral y donde el Estado se compromete en todos los órdenes”.

Después fue más fuerte aún y afirmó que “no vamos a dar un paso atrás, pero estamos ante un escenario político complejo y no tenemos que perderlo de vista” y arengó: “No tengo ninguna duda de que (el Frente Progresista) somos el futuro y somos buena parte de lo que la Argentina le está reclamando a la política: Una propuesta ética con capacidad de gobierno y gestión”.