“Palpalá, mi ciudad, es la ciudad del acero. Acá está la fábrica Altos Hornos Zapla. Es tierra de mineros y mineras. Queríamos para nuestra organización un nombre que diera idea de lo femenino y la fortaleza. Dijimos: más que mujeres, somos damas. ¿Damas de la noche? Las damas de Palpalá somos damas de hierro.” Lourdes Ibarra tiene 33 años y pasó toda su vida en esta ciudad que queda a 13 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Además de activista es profesora de teatro, actriz y, ahora, coordinadora del Area de Diversidad del municipio. 

Como funcionaria trabajaste con comunidades originarias y diversidad sexual, ¿qué descubriste?

–Los coyas son más reacios a la diversidad. Por otro lado están los wichis y los guaraníes, que tienen una cosmovisión mucho más abierta. Las comunidades más cercanas a la frontera con Bolivia son más cerradas. Pero podés encontrar personas trans en cada una de esas comunidades. Este año me tocó hacer una intervención con una población coya. Fui a visitar a un varón trans a un paraje que se llama Negra muerta, en el límite con Salta, a unos ocho kilómetros de Humahuaca. Vive en ese paraje solo. Alguien le había hecho creer que se le había metido un demonio. Mi tarea era explicarle que lo que a él le pasaba es un modo de ser. 

¿Y cómo fue la charla?

–Mucho no habla. Hablé casi todo yo. Pero se ve que le interesó lo que le dije porque hace unos días bajó a la ciudad a hacer su DNI masculino. A otras comunidades coyas de la zona no pudimos entrar, es raro que te dejen. Viven del ganado en poblaciones aisladas de pocas casas. Una cada 20 o 30 kilómetros. Viven de lo que siembran y crían. Yo pude entrar porque me invitó el Hospital de Humahuaca. El hospital visita estos parajes, manda agentes sanitarios, porque si no ellos no bajan. Entonces, lo conocieron y me ofrecieron ir a visitarlo. Se sorprendió al verme. Es muy retraído. Tiene unos 50 años. Le mostré dispositivos para hacer pis parado, le conté que podía cambiar su DNI.

¿Cómo dirías que es la vida para la comunidad trans en Jujuy?

–En San Salvador se dan conflictos pero en el interior vivimos muy tranquilas. Después cruzás a Salta y te encontrás con que no podés entrar a los negocios, ni salir de día. Pero acá hay muchas chicas que estudian, trabajan. Lo que se ve es que cuanto más al interior vamos, mas trans mayores te encontrás. La más grande que conocimos tiene casi ochenta. Y la más mayor de San Salvador debe tener unos 50. No hay más grandes que eso en la capital. En Ledesma, en el interior, conocimos a dos hermanas, una de setenta y dos, y otra de ochenta. Ellas nos hablaron mucho de cómo se vivían en otra época.

¿Qué les contaron?

–Dos temas más que nada: el carnaval y la dictadura. Nos contaban cómo el mes de carnaval era esperado. Algunas solo se podían mostrar en el corso. Hoy el carnaval sigue siendo el gran permitido. Hay dos tipos. El estilo Gualeguaychú, de las yungas y la zona del valle. Y el más tradicionalista, se le dice "de chicha, albaca y papel picado", el típico norteño. El del norte gira alrededor del personaje del diablo lleno de espejitos. Se hace el entierro, el desentierro. En las yungas es otra historia: la estética es de las perlas, las lentejuelas, las plumas. Las travestis vamos a los dos: a la mañana al norteño y a la noche a la comparsa. 

El otro tema del que te hablaban las mayores, decías, era la dictadura, ¿qué te contaban?

–En Jujuy hubo un secuestro masivo que es conocido como La noche del apagón de Ledesma, cuando los militares cortaron la luz para llevarse a unas cuatrocientas personas. Ellas se la pasan contando la doble vida que imponía la represión. Era impresionante el relato de cómo se cambiaban dentro de los cañaverales y salían trabajar a la ruta, hacían unos pesos, se volvían a meter y volvían juntas a su casa en ropa de hombre como si nada. Se escapaban de los milicos por entre los cañaverales también. Son personas llenas de historias, de todos estos relatos que se irán con ellas.

¿Qué hacen las Damas de Hierro de Palpalá?

–Combinamos arte y militancia para transformar las políticas públicas destinadas a la población trans. Nuestro lema que es “Arte, diversidad y militancia”. Son tres caminos de trabajo. El arte como herramienta de construcción de nuevos contenidos. Y además de eso hacemos labores sociales en pos de ayudar a las compañeras trans. Este año en marzo terminamos en primer censo de población trans. Y en la pata artística hacemos varietés culturales todos los meses y a fin de año un festival. Además como Damas de Hierro estamos en la Liga Jujeña de Fútbol, en la categoría de fútbol femenino.  

¿Qué resultados arrojó el censo?

–Fueron preguntas sobre educación, salud, vivienda, trabajo, prevención del VIH, consumo de sustancias. Censamos a 163 personas. El promedio de vida en Jujuy para la población trans es de 37 años. Recorrimos todo el interior. Más del 40 por ciento de nosotras tuvo que abandonar la escuela. El 36 por ciento de nosotras vivió discriminación en la calle. La edad en la que se define una persona trans va de los 9 a los 15 años. Yo también lo descubrí a esa edad. Entonces vivía acá con mi familia y no podría decir que mi vida cambió tanto desde entonces. Sólo que ahora vivo en una construcción adelante del terreno de mis papás. No fue un tema lo mío en mi familia. No hubo resistencia ni nada. 

Un caso atípico...

–Para nada. Al revés de lo que se cree acá en Jujuy hay muchas chicas que son aceptadas en su casa sin problema. Casi un 50 y 50, se podría decir. Lo que sí sucede mucho acá es que la sociedad espera que la trans tenga un cuerpo despampanante, y no siempre se puede. Otra cosa: si ser boliviano es un insulto, imagínate ser una trans boliviana. Y ser del Tupac ni te digo.

¿El barrio que construyó Milagro Sala?

–Ser de ahí también es factor de discriminación. Es un barrio social, tiene estigma. Se dice que venden droga. Está la idea de que es una villa. Muchas chicas que conozco son de ahí, igual yo nunca entré porque hay robos. En cuanto a la discriminación que podés recibir yo diría que hoy para el “ojo de la gente” peor etiqueta que ser trans es ser del barrio Tupac. Después hay diferentes tipos de situaciones. Si estás en prostitución, ahí estás en una situación especialmente peligrosa porque acá la policía es criminal.

¿Qué pasa con la policía?

–Yo trabajé muchos años en la calle en San Salvador y viví muchas situaciones de extorción y torturas. Eso no ha cambiado. Y la noche que te salvás de la policía, tenés que aguantar al cliente que llega alcoholizado. Acá los clientes siempre llegan alcoholizados. 

¿La prostitución es una contravención para el código de la provincia?

–No. No deberían poder llevarnos detenidas. No es un problema del código de contravenciones, es un problema de la educación de la policía. O sea, educación nula.