La "invitación" de José Corral al Frente Progresista a sumarse a Cambiemos no sólo fue una jugada personal de corto alcance, sino que pone sobre la mesa algunas cuestiones que pueden ayudar a desentrañar el complejo panorama de la política santafesina. El intendente de la capital provincial no decide todavía si le conviene o no -de eso se trata y no otra cosa- ser candidato a Diputado Nacional por la alianza liderada por el PRO, como escala en sus aspiraciones de suceder a Miguel Lifschitz en la Casa Gris. Para empezar, el presidente de la UCR dejaría en manos del peronismo la intendencia santafesina generando expectativas impensadas en el PJ que no gana ninguna elección de ejecutivos de importancia en más de una década, con lo que eso significa, sobre todo para aquellos memoriosos que asocian esa circunstancia a la bravata de Horacio Usandizaga cuando prometió renunciar si ganaba la presidencia Carlos Menem. Al cumplirlo, el Vasco abrió una puerta a lo que sería luego el mayor desarrollo político provincial cuando a partir de un solo concejal socialista -el Tigre Cavallero- se dio paso a casi tres décadas de gobierno municipal en Rosario y más de una en la Casa Gris. Cabe destacar que para el último de los casos, contribuyó otra promesa de un gobernante en funciones -el gobernador Jorge Obeid- que derogó la promiscua Ley de Lemas.

De marcharse Corral al Congreso, el presidente del Concejo Municipal asumiría por el resto del mandato. Es oportuno destacar que a diferencia de los ocurrido el año anterior, que el PJ presida el Concejo no es producto de un acuerdo, más bien de lo contrario. La pregunta entonces que cabe hacerse es ¿por qué Corral hizo esta movida? Esta claro que su preocupación es la elección municipal y tiene razón. Los números de aceptación de su gestión están a la baja y eso lo saben en la Casa Rosada, que además de ayudarlo con obras y aportes extraordinarios -que se verán en los próximos meses- pretenden que la performance de Cambiemos en la provincia le permita retener al menos tres de las cinco bancas que pierden en el recambio. Los tres propios, Ricardo Spinozzi, Luciano Laspina y Gisela Scaglia; más los electos por otra lista que enfrentó al PRO hace cuatro años y se profugaron como Mario Barletta y Ana Copes, por entonces integrantes del Frente Progresista. La jugada de Corral sirve además para poner en debate el futuro de la UCR y no sólo de Santa Fe, que es el único territorio donde sobreviven expresiones progresistas con representatividad en ejecutivos, cámaras legislativas y cargos partidarios. De hecho, el vice gobernador Carlos Fascendini, varios períodos senador provincial, jamás quiso saltar a la "liga nacional" como muchos de sus colegas que hoy siguen en la Cámara alta y que conservan un perfil distante de la ideología del PRO. Los ministros de más alto perfil que aportó la UCR a la gestión provincial adhieren a ese posicionamiento interno, y si bien tienen "in pectore" aquello que "en boca cerrada no entran moscas" -que parece ser la frase de cabecera del gobernador Lifschitz- no se sumarían por más tentadora que fuera la oferta a las huestes de Mauricio Macri. Esa fue la indicación de Lifschitz, evitar enfrentamientos y así lo han entendido Luis Contigiani, un "líbero" que no se priva de expresar su pensamiento; y Maximiliano Pullaro, el más destacado de la corriente interna NEO y de alta exposición pública.

Como se expresó en esta misma columna la semana pasada, cuando todavía no se había producido el "cruce" entre Corral y Rubén Galassi -presidente del bloque de diputados provinciales y encargado de expresar la opinión orgánica del socialismo- el gobernador va a intentar "surfear" el 2017 con la expectativa puesta en 2018. Tratando de evitar -tarea más que difícil- confrontaciones internas y con otros sectores del Frente, convencido de que el avance de su gestión lo ubicará por encima de los dilemas por venir. Además de tener alta la autoestima, Lifschitz cuenta con algo que es inédito dentro del PS: Nunca antes un gobernador o intendente de Rosario dejó de ser autoridad partidaria, a nivel nacional o provincial. Puede parecer una formalidad pero Lifschitz no aparecerá firmando documentos, ni expresándose partidariamente. El cree que eso es lo mejor. Más aún, tratará por todos los medios de contener dentro del gobierno a todos los sectores -los que apuesten a Macri, los más opositores-, manejarse institucionalmente y apostar al paso del tiempo. Desde ya que la mayoría de sus compañeros de partido no piensan lo mismo, sin embargo hay un acuerdo -no hecho público- de evitar "ponerlo entre la espada y la pared". Eso por ahora se sostiene, habrá que ver como pasa el tiempo. Si como cree Lifschitz o como lo muestan indicadores para nada alentadores.

Los variables de la economía están todas en retroceso, y en el corto plazo -el que coincide con el cronograma electoral- no hay señales de que esa tendencia se revierta. No obstante el caudal político que conserva el presidente Macri no se compadece que la descripción hecha recién. Esto es lo que en alguna medida explica la osadía de Corral y el silencio de Lifschitz. Pero la dinámica política hace imposible saber hoy lo que ocurrirá dentro de algunos meses. Es por eso, que dentro del Frente Progresista hay quienes creen que no hay que "jugar de contragolpe". Al contrario, que hay que salir a "buscar el partido". Y ya que apareció "el partido" -en otra acepción- piensan que es momento de recuperar la mística, representar los valores fundacionales, muchos de los cuales quedaron en el camino por el desgaste de la gestión y por confundir lo que está bien con lo que conviene. El crecimiento de otras expresiones políticas casi recién nacidas, la congregación de sectores confluyendo desde distintos orígenes partidarios, puede llegar a ser para el Frente Progresista una sangría electoral aún mayor que la eventual pérdida del sello de la UCR que hoy tiene en sus manos Corral. Habrá que darle tiempo al tiempo. Pero se sabe que la política no se mide en esos términos, en todo caso se trata de una variable que atraviesa a todos y lo que distingue a un político de un oportunista es que hace lo que debe hacer, aún estando acorralado.