Pedro y Agustina hablan en los recreos y en la calle. Ella finge seguridad y dominio. El se traba al hablarle. Pero en esa dinámica el cineasta Diego Lublinsky compone una película de amor adolescente enternecedora que no necesita ser estrictamente una coming of age para funcionar. Pedro es Martín Covini y Agustina una excepcional Paula Hertzog (la chica de Ciencias naturales). El elenco lo completan Paola Barrientos, Miranda de la Serna y Brian Sichel. En diálogo con PáginaI12, Lublinsky explica el proceso de filmación que llevó a la estética particular que caracteriza a la película, su mirada de lo adolescente y el trabajo con los jovencísimos actores protagonistas.

–¿Cómo la filmó? Hay algo en el tratamiento estético, en la fotografía, que la distingue.

–Básicamente fue encontrar una estética que la diferencie. Lo que hicimos fue primero salir a grabar fondos de pueblos por la provincia de Buenos Aires. Eso estaba buenísimo porque íbamos con la camioneta y decíamos “me gusta esto para fondo de tal escena”, y yo iba modificando el storyboard en función de eso. El azar entraba de esa manera, pero al mismo tiempo lo restringíamos al momento del rodaje, porque estábamos en una situación ideal de no tener interferencias o ruidos que no quisiésemos. La idea era que el espectador entre en un universo particular. Fue una propuesta del director de fotografía (Willi Behnisch) rodarla de esa manera. Lo que él hizo fue un montón de cálculos matemáticos, de lentes y demás, para establecer el escenario, una pantalla al fondo, un proyector arriba de los actores, que había una deformación de la pantalla que luego había que equipararla con el lente. Hay una composición entre interiores y exteriores. El exterior es todo grabado, el interior es una tela escaneada que da mejor que un empapelado. Lo que nos dio eso fue una forma muy pura, que nos interesaba porque quería retratar cierta ingenuidad adolescente.

–¿Qué impacto tuvo esto en la narrativa?

–Por eso, al igual que en la anterior, Hortensia, la película es una mezcla de estados, sensaciones y épocas diferentes. No transcurre en una década que puedas individualizar claramente. Esta forma nos permitía seleccionar los objetos que por su evocación nos remitían a un universo, ponerlos delante de la cámara y no meter ruido de afuera, para que sea un universo inventado con su propia coherencia, tanto desde lo formal como en el color, el contenido. Fue un trabajo muy minucioso y me parece que la película tiene una imagen que a mí me representa bastante.

–Usó la palabra “ingenuidad”, que es algo que se detecta muy fuerte en los diálogos y la interpretación de los actores. ¿También fue adrede?

–Sí, pero decir “adrede” es... Cuando me pongo a escribir, hay una parte donde no tiene que haber ninguna estrategia. Lo adrede es eso, tengo que hacer los diálogos que más me salen a mí para borrar toda idea preconcebida del medio. El guión lo escribimos de a dos, con Pablo Schuff, pero hay una parte de los diálogos que son muy personales porque trato de transmitir sensaciones a las que llegué más por la intuición. La película tiene una estructura bastante convencional, por lo menos en la forma en que se relacionan los personajes. En Hortensia no tenían filtro entre lo que pensaban y lo que decían, y eso los hacía ingenuos.

–En Amor urgente es al revés, los personajes están calculando todo el tiempo cómo actuar. Algo muy típico del ecosistema escolar...

–Ese ecosistema seguramente debe haber cambiado. Pero lo más honesto que puedo hacer es crear un universo a partir de los recuerdos y lo que me sale espontáneamente, y no forzar a que los adolescentes usen palabras que yo no usaría, porque no las conocí. Me parece que de esa manera hay más posibilidades de llegarles que si yo tratara de forzar algo. De hecho, no hay celulares en la película porque tal como lo concibo, meterlos le restaría poesía. Y no digo que un celular no pueda tener poesía, digo que yo estoy limitado para entenderla y expresarla.

–¿Por qué le interesaba hacer un relato de amor adolescente?

–Ahí también fui llegando de manera intuitiva. El mecanismo fue escribir una sinopsis por semana durante seis meses y tirarla a la basura. Cuando empecé a escribir naturalmente el personaje de Pedro, hacía cosas que lo transformaban en héroe porque lo llevaban hasta las últimas consecuencias. A partir de ahí lo fui desarrollando. No es que dije “voy a hacer una película adolescente porque quiero hacer eso”. Lo que también me pasa es que haciendo las cosas intuitivamente capaz recién años después me doy cuenta de por qué las hice. Si pensase cuál es la mejor estrategia para la próxima película, tal vez no me saldría.

–¿Qué rol quería que jugaran los adultos?

–Quería que fuese el mundo de los adolescentes, pero sentía que ella (Agustina) tenía algún problema por resolver con la madre. Y se resolvió de esa manera. La madre no había encontrado el amor y ella estaba desencantada en ese sentido.

–¿Cómo fue trabajar con actores tan jóvenes?

–¡Muy bueno! Al momento del rodaje, ella tenía 14 y él 16. Ella tiene un talento innato, porque nunca estudió teatro. La había visto en Ciencias naturales, en la que era muy chica, y para ella es como un juego. Es buenísima. Y él para mí expresa lo que yo quería expresar. Muchos me dicen que él es así y no está actuando, pero no. El es un adolescente con una cabeza muy amplia y su carácter es totalmente diferente al que expresa en la película. Siento que los personajes son dos adolescentes desencajados y a él lo elegí porque era el que mejor expresaba eso actuando de esa manera.

–¿Cómo compuso el personaje del amigo de él? Es el que se come todas las presiones sociales.

–Es el motor de la comedia porque es el que lo mete en enredos y lo pone a hacer cosas que un superhéroe no haría. Pero, al mismo tiempo, también está desencajado. Es un producto social del “te tiene que gustar la más linda del grado”. Pero finalmente la más linda no es para él y no está viendo lo que tiene alrededor. La sociedad espera algo de vos. Y el amigo responde a todo lo que se espera de él y finalmente no le funciona eso tampoco. Y él se resiste. Para mí, esa resistencia del hombre al deber ser es algo que me interesa mucho en adolescentes y en adultos. Que una película cuente eso me parece interesante porque todos en algún punto sentimos que se espera de nosotros algo que, si te conectás con tu deseo, no es ni lo que harías ni es lo mejor que podés dar. En mis películas algo de eso siempre hay.