Los estudiantes de artes habían tomado la facultad, casi como ahora, pero en el 88, bajo la dictadura de Pinochet, en Chile, y Pedro Lemebel con Francisco Casas aparecieron desnudos, montados a caballo por la calle Encinas para entrar al campus de la universidad. Eran Las Yeguas del Apocalipsis. La intervención parodiaba a los militares y a los conquistadores de América, pero estas Yeguas estaban desnudxs y despojadxs de toda virilidad. Ingresaron así a la universidad, era un gesto para abrir las puertas a las minorías. A la perfo la llamaron “Refundación de la Universidad de Chile”. Empezaron con puestas callejeras; en Plaza Italia, a la noche, jugaban a ser fantasmas. Se pintaban la cara y salían como Ofelia, pero revoleando las túnicas blancas. “Era nuestro reclamo por los detenidos y desaparecidos. Otra vez hicimos un pie de cuenca sobre un mapa de América. Pusimos vidrios y nosotrxs teníamos que bailar encima, descalzas”, cuenta Casas antes de empezar a hablar de su nuevo libro.

Les, el protagonista de La noche boca abajo, tiene esquizofrenia afectiva…

–La esquizofrenia afectiva es una rama de la esquizofrenia. Estuve investigando mucho. Tuve una pareja esquizofrénica y pasé por todo eso. El relato viene de ahí, casi vivido en carne propia: Gente que no se baña, que come a deshoras; son síntomas que a ti te pueden parecer normal, pero algo está funcionando mal. Tu puedes convivir con una persona así pero no te das cuenta que está padeciendo una enfermedad. El último síntoma es cuando empiezan a escuchar voces, es su imaginario; y todo complejiza cuando dicen: mátalo, mátalo. 

Dejas entrever que esta relación es un acto de amor. Hay sexo, pero también cuidados, y parece no importarte que sea alguien diferente…

–En el fondo se llama esquizofrenia afectiva porque tiene que ver con los afectos… Es gente que no quiere a nadie, ellos tampoco se quieren. Una persona que está enferma va a dañar todo lo que tiene a su alrededor. No reconocen ningún vínculo. Están manipulando todo el tiempo. Son incapaces de querer: no quieren a nadie. Los esquizo-afectivos se aíslan y terminan viviendo como mendigo, viviendo debajo del puente, y así logran armar su micromundo. Me gustaba llevar esto a la idea de la homosexualidad. Por ejemplo, la idea de quedarse en el clóset o salir. A esta altura: ¿Qué sería estar en un closet y qué sería salir? 

¿Qué sería?

–Yo creo que ya no es tan interesante. Sobre todo porque uno sale y se encuentra con un mercado. No sale a una vida sino a un neoliberalismo extremo. En mi época de marica confesa, cuando estaba esta idea de exigirle al otro que saliera del clóset, era otra cosa; ¿pero ahora? Hay muchas locas a las que unx le diría: Pero querida, volvé al closet.

“Déjame decirte, limeño, que acá abajo me siento bien. Se está mucho mejor: tu pene, tus huevos; siento que me protegen de los chilenos que me quieren hacer desaparecer. Acá seguro estoy, mejor”. ¿Protegido de qué?

–Ya no es sólo Chile, fíjate que es el caso de Brasil, Argentina con la crisis espantosa que se está viviendo ahora en países que han vivido dictaduras sangrientas, de crímenes aberrantes, de lesa humanidad. El país como cuerpo se está comportando como un esquizo afectivo: Un país que no quiere a nadie, ni a él mismo. El triunfo del nuevo gobierno chileno es porque la gente los eligió en las urnas… O sea, algo está pasando. La gente ejerció su derecho al voto, por más que los manipulen o no; y ahora hay unos descontentos generales. Me interesa Argentina, Chile y Brasil: que están insertos en un cuerpo enfermo, con una falta de respeto hacia el otro, hacia las clases populares, hacia los trabajadores, hacia los pueblos indígenas. No sé si eso, finalmente, se expresa en esta escritura; pero no tiene por qué expresarse, porque la escritura sale así, a borbotones, como medicina…

¿Hay cura?

–No hay cura. ¿Sabías que los esquizo-afectivos se hacen adictos a su propia locura? Viven en estado de riesgo. Vas mirando el país como cuerpo, como se mueven los cuerpos dentro de ese cuerpo, en un campo minado, donde en cualquier lugar explota la bomba y estalla el cerebro.

¿Cuál es tu posición frente a este diagnóstico psiquiátrico: esquizo afectivo? La homosexualidad, hasta el año 73, fue una construcción que estaba dentro del manual de psiquiatría como una enfermedad…

–Cuerpos que se mueven en los márgenes. No desde lo lumpen sino desde lugares más difusos. 

Al final hay un desplazamiento de Les hacia el narrador: éste ya no se baña, se preocupa solo por su perra…

–Ah, porque no se sabe quién es realmente el loco, o si el loco existió. Imagínate un loco narrando a un loco… La vieja paradoja de El Quijote y Sancho, me gusta la locura ahí y cómo podemos leerlo ahora desde las enfermedades mentales. Lo mismo con Madame Bovary. ¿Qué tan loca o esquizofrénica era? ¿Cuál era su deseo? ¿Enfrentarse a una sociedad por estar caliente, por deseo? 

Cuando hablás de los olores decís: “Minutos antes de llegar a la esquina de mi casa te huelo, reconozco tu olor”. ¿Qué olor tienen Perú, Argentina y Chile?

–Si te paseas por el mercadito La paradita, donde voy a comprar todos los días, huele a mandarina, a naranja, a piña. Chile huele a mierda. Y, olores de Buenos Aires creo que no me acuerdo, huele a orina. 

¿Cómo se vive el machismo en Perú? 

–Aquí está la cultura mochica donde casi todos eran bisexuales. Hay un museo, Larco, que acaban de elegir como uno de los 10 mejores del mundo, donde están los guacos homosexuales en diferentes poses: guerreros con su pareja, con esclavos, y es espectacular ver las poses eróticas. Hay de mujeres embarazadas, de hombres con animales. La imagen del Inca sigue estando más presente que nunca, y los carnavales paganos… La cultura peruana sigue teniendo viva sus raíces, por eso mi fascinación con este país. Lo que comen en los mercados es comida precolombina. La mezcla con la sangre afroperuana es espectacular. La música, el baile y el deseo; en fin… 

¿Y la selva?

–Estuve un mes viajando por la selva. La sexualidad en el Amazonas es otra cosa… Hay una leyenda maravillosa con la que estoy trabajando que se llama El aculuna, que en quechua significa hombre de agua, como la película; estos yanquis nos roban todo, hasta las leyendas... El aculuna es hombre, pero también es mujer y se traviste como delfín rosado. Y la mayor fantasía erótica de los pescadores es cogerse a un delfín, porque se quedan dormidos a la orilla del Amazonas; y en las madrugadas los agarran. El ano o la vagina del delfín tiene la misma temperatura que el ano del ser humano. 

¿Qué temas te preocupan hoy?

–América latina y hacia dónde van estos nuevos movimientos de derecha. Me interesa todo este escándalo de los curas pedófilos. Cómo están estallando las crisis políticas armadas por la derecha. Acabo de leer que a la Señora Kirchner la acaban de procesar. Lula preso…

Con Las yeguas luchaban por despatologizar la homosexualidad.

–Tal cual. Tal cual. Fíjate lo adelantadas que estábamos que no queríamos la igualdad. Cuando todos querían la igualdad, nosotros pensábamos desde la diferencia: Yo no quiero que me toleres, querido… 

¿Y ahora cuál sería la lucha? 

–Más que lucha sería un movimiento. Las marchas ya no tienen sentido, se transforman en carnavales televisivos; esos sistemas de lucha, que son heredados de los 80. Movimientos: micropolíticas, en microlugares; por los derechos. Por ejemplo en Chile recién se acaba de reconocer la Ley de Identidad de Género. Eso es por los movimientos. La lucha es algo que no se va a acabar nunca, que remite a violencia, a cuerpos en pugna, a odios (la lucha armada, la lucha de clases). El movimiento es algo que se puede detener, para pensar y seguir avanzando. 

Que me desees, decía Perlongher, ¿no?

–Quiero que me cojas.