La foto de esta semana de los dirigentes que confluyeron en los Diálogos Abiertos en la Facultad de Derecho de Rosario, no tiene una lectura lineal. La primera, rápida y positiva pasa por ver que actores de la izquierda y el peronismo confluyeron en un espacio limando diferencias y con posibilidades serias de coincidir en un frente electoral de cara al 2019. La segunda lectura, inmediata, pasa por observar que allí no estuvo el socialismo y que el posible frente no logra contener a todos los sectores del peronismo local. La tercera es que la rápida unión de las distintas fuerzas muestra las debilidades claras de cada miembro del espacio que intentará captar a los espantados por el macrismo.

La estrategia no está mal, pero es meramente local. Es claro que el peronismo aparece aquí debilitado y consciente de las reacciones que ha provocado en el electorado rosarino aún en las épocas de esplendor del kirchnerismo. Un planteo totalmente diferente a la estrategia provincial donde el PJ aparece sólido, con candidatos expectantes y sin necesidades de alianzas circunstanciales. Por el contrario, en Santa Fe el que aparece llamando a un posible frente antimacrista es un sector del socialismo que aquí –a pesar de todo- se siente renovado y con posibilidades de dar una pelea de fondo.

 

 

Son las cartas que tiene la oposición no macrista que recién en las últimas semanas pudo colarse en el diálogo con el oficialismo rosarino a la hora de determinar políticas públicas como la emergencia social que puso en llamas al PRO en el recinto. Pero es claro que los socialistas son los que determinan cuándo, dónde y hasta qué punto llega el enfrentamiento con Cambiemos en la ciudad.

Haberse anotado en los Diálogos Abiertos hubiese significado para el PS admitir que hay posibilidades de abandonar el centro de la escena política rosarina. Y esa no es la caracterización del momento en un punto donde los distintos sondeos le están indicando que hasta hay una recuperación de imagen positiva de la gestión y de la propia intendenta Mónica Fein, frente a la barbarie del ajuste y los recortes nacionales.

Además, el socialismo prepara candidatos para todos los gustos. Pablo Javkin para contrarrestar el desgaste de la marca, Miguel Cappiello para recordarle a los votantes todo lo que se hizo en materia de salud pública. Leonardo Caruana es otra opción para el mismo razonamiento y el sub 50 para entusiasmar a los jóvenes militantes del socialismo encabezado por Enrique Estévez y Verónica Irízar. Hay dos o tres más en un abanico que se irá recortando a medida que pasen los meses y según las necesidades del momento. ¿Quién necesita un frente antimacrista cuando se considera el antagonista perfecto del PRO en la ciudad?

El socialismo no cambia su caracterización y nada lo mueve de la costosa “neutralidad” que mantuvo en el ballotage de 2015. Aún hoy, después de casi tres años de la gestión de Mauricio Macri, cada vez que un dirigente o posible candidato del socialismo habla públicamente reparte dos o tres críticas para el presente pero, a continuación, jamás olvida lanzar un palo hacia atrás. A pesar de los resultados, el “centro” sigue siendo una tentación. Un lugar de cosecha que no se anima a desdeñar. Es también una convicción y una historia: Toda fuerza popular en Argentina se define en base a su relación con el peronismo.

 

Sebastián Granata

 

En el otro lado, el PRO también comienza a admitir debilidades. Rodrigo López Molina enfrenta varios problemas como para asegurar que es el candidato con más proyección de cara a 2019. Primero, la brutal crisis económica que lima a la política a una velocidad nunca antes vista. Y segundo, su estilo baby face que sedujo en las elecciones para concejal, puede volverse en contra a la hora de determinar si se le da la intendencia a un hombre demasiado joven e inexperto como para enfrentarse solo a la profunda crisis social y al flagelo de la inseguridad y el narcotráfico.

Lo que resultó en las PASO de 2017, cuando animó la feroz interna contra Anita Martínez; también puede resultar para el año próximo. Eso piensa López Molina que empezó a sopesar la posibilidad de enfrentar a Jorge Boasso en una interna para intendente. Ya se los vio caminando juntos por el Mercado de Productores lo cual debe leerse como un contrato tácito de que así funcionará la cosa. El experimentado radical se quedó con las ganas el año pasado y quiere dar batalla. Roy lo acepta porque, lógico, está convencido de que le ganaría la pulseada. Lo mismo rige para Boasso que piensa que una vez que se largue, las posibilidades son para cualquiera. Es el escenario que deberá mirar en detalle Gabriel Chumpitaz que no oculta sus deseos de entrar en esas PASO.

Con todo, es la campaña más silenciosa de la que se tenga recuerdo. Los posibles candidatos caminan todos los días las calles de la ciudad, pero en silencio. Escuchando más que hablando, saben que la gente está angustiada y lo que menos necesita ahora es que venga alguien a “venderle” algo. Quieren ser escuchados en su bronca y eso lo sabe bien el PRO desde hace rato que tiene las directivas de Durán Barba de no pelearse jamás con los electores, aceptar las críticas por duras que sean y mostrarse al lado de los que están sufriendo. El problema es que ahora el mecanismo está un poco más al descubierto, pero con retoques parece seguir funcionando piensan los estrategas de campaña.

Será un verano largo para los candidatos que en Santa Fe deberán estar blanqueados para febrero. No habrá vacaciones para nadie o al menos intentarán no ser vistos en centros de veraneo en medio de una crisis que dejará a un abultado sector de la población sin posibilidades de esparcimiento y descanso al sol después de un año para el olvido y la casi segura posibilidad de una malaria que se extenderá hasta bien entrado el 2019. Y después también, claro. No hay utopías a la vista.