La comisaría 10ª de Santiago del Estero es una muestra al canto de la policía santiagueña. Cuando aún no termina el juicio a 9 uniformados, cuatro de ellos acusados de secuestro y tortura seguida de muerte de Ramón Vázquez, y detenciones ilegales de otras cuatro personas, otros cuatro uniformados de su staff son investigados por golpear salvajemente y matar mediante submarino seco a Darío Pérez, crimen ocurrido el 25 de septiembre pasado, dentro de la misma comisaría.

Vázquez murió apaleado en la 10ª el 22 de septiembre de 2013. Lo habían detenido sin orden judicial, acusándolo de haber robado un televisor de una casa en la que había trabajado de albañil. Después de sortear vallas y nulidades, en agosto pasado comenzó el juicio. A esta altura ya finalizan los testimonios y etapa de pruebas y está por empezar la etapa de alegatos.

Pero la policía santiagueña no pierde sus hábitos violentos y la 10ª se adjudica la representación del todo. Algo así como la manzana podrida que invisibiliza la podredumbre de la plantación. El 25 de septiembre pasado, es decir prácticamente cinco años después de asesinar a Vázquez, en la 10ª apalearon Pérez, quien había ido a la comisaría a denunciar una venta ilegal de sus tierras. Por algún motivo, discutió con algunos de los policías en la calle. Y allí mismo lo apalearon, delante de testigos. Luego lo introdujeron en la comisaría, donde dejaron a la vista un reguero de sangre. A la noche informaban a la familia que Pérez se había descompensado y que había fallecido.

A las pocas horas el juez Fernando Viaña ordenó detener al cabo José Luis Gómez, al oficial ayudante Maximiliano Teves, y a los cabos primero Jorge Jaime y Fernando Medina, acusados de homicidio agravado. Del resultado del informe de la autopsia es probable que surja la calificación de tortura seguida de muerte.

“Hay grandes diferencias entre el caso de Vázquez y el de Pérez –dijo a este diario Mariano Gil, abogado querellante en ambos casos–. La muerte del primero fue producto de un grupo especial de la comisaría, entrenado en no dejar marcas... El de Pérez fue producto de un grupo que actuó de una manera menos coordinada y mas sangrienta, dejando una escena del crimen regada de sangre e incluso una bolsa con manchas rojas en la escena.”