Un plenario de comisiones convocado para esta semana en la Legislatura podría terminar de definir la unificación del cronograma porteño con el nacional para las elecciones del año que viene. La novedad si bien simplifica y economiza el calendario –los porteños sólo irían a votar las PASO en agosto, las generales en octubre y eventualmente el ballottage– daría como resultado una megaboleta dividida en ocho categorías: presidente y vice, senadores nacionales, diputados nacionales, jefe y vicejefe de gobierno, legisladores porteños, comuneros, diputado al Parlasur por el distrito y diputados al Parlasur nacionales. Para los que despotricaban contra la sábana, ahora la sábana sería no sólo a lo largo sino también a lo ancho. En cuanto a lo político, la decisión de unificar puede ser crucial para el resultado final.

El asunto tiene su complejidad porque la fecha de las elecciones se discute dentro de un marco mucho más amplio que es el nuevo código electoral de la Ciudad. El código entrará en vigencia recién a partir de 2021 pero se le agregará una cláusula transitoria para que en 2019 el jefe de gobierno ya pueda fijar a su gusto la convocatoria electoral, tal como hacen los gobernadores. Hasta ahí están todos de acuerdo. La cuestión es que el código tiene que aprobarse todo junto y hay algunos puntos   –incorporación de los extranjeros al padrón, paridad de género, financiamiento de las campañas– donde persisten las diferencias. Con todo, el PRO junto a sus (supuestos) aliados radicales del interbloque Evolución llegan a los 40 votos necesarios para la aprobación, pero la idea es que acompañen el resto de las fuerzas.

Con las candidaturas presidenciales aún indefinidas, es difícil determinar a quién le conviene la nacionalización de los comicios porteños. Lo que sí es claro es que resultará una lápida para cualquier tercera posición que soñara con escapar a la polarización entre el macrismo y el peronismo. 

Amarillos

Desde las elecciones legislativas de 2005, el macrismo mantiene su invicto electoral en la Ciudad y arranca como obvio favorito para enhebrar un cuarto mandato consecutivo en la jefatura de gobierno. Horacio Rodríguez Larreta anunció su intención de ser reelecto, pero su nombre suena cada vez más como el “plan B” del PRO a la presidencia si Mauricio Macri termina de dilapidar su capital político en el año que le queda de gestión. En ese caso, el reemplazante natural sería su vice, Diego Santilli. 

Las especulaciones se abren en abanico. Por ejemplo, qué pasará con Martín Lousteau. Luego de reclamarlo mucho tiempo, el radicalismo porteño consiguió conformar Cambiemos en la Ciudad con lo que quedó en condiciones de disputar las primarias, pero el equilibrio de la alianza es inestable. Lousteau podría pelear la candidatura a jefe de gobierno por adentro del oficialismo o, si se la situación se desmadra, por afuera. Ahí no terminan las teorías sobre el enrulado economista. Como en la anterior elección, también hay versiones de que podría conseguir el apoyo de Sergio Massa para disputar el cargo. Y una última: que finalmente vaya como candidato a presidente del radicalismo en las PASO de Cambiemos en caso de una debacle macrista.

Los rivales

Si así están las cosas en el oficialismo, las especulaciones también envuelven a la oposición. Mucho dependerá de si Cristina Kirchner sea o no candidata a la presidencia, con lo que el armado tendrá más o menos impronta kirchnerista. Con el sorpresivo pase de Axel Kicillof del distrito porteño al bonaerense, el kirchnerista que quedó más posicionado para la candidatura a jefe de gobierno es el legislador Mariano Recalde. Si CFK no se postula, probablemente el kirchnerismo deba competir en las primarias contra un candidato de otra lista peronista que acompañe Felipe Solá o al propio Massa. El panorama se modificaría. 

Además, desde hace tiempo existen conversaciones para lanzar en la Ciudad un gran frente de centroizquierda con el objetivo de desalojar al macrismo. En ese plan, en junio pasado se lanzó el agrupamiento En Marcha que incluye al Movimiento Evita, la diputada Victoria Donda, los economistas Claudio Lozano e Itai Hagman, a los que habría que agregar al senador Pino Solanas y al socialismo de Roy Cortina. Un posible candidato para esta entente sería el presidente de San Lorenzo, Matías Lammens, que desde hace un tiempo amaga con poner un pie en política. Pero un armado de ese tipo resultaría más sencillo en una elección separada. Lammens ya declaró que no se imagina en un frente con el kirchnerismo. 

Una ayuda para armar una alianza amplia es la gran cantidad de cargos en juego, aunque a la hora del cierre siempre terminan resultando pocos porque interesados nunca faltan. Para la oposición sería muy importante conseguir el segundo lugar en la elección dado que hay una banca de senador en juego y permite competir en el ballottage que –como se da junto a la presidencial– le da a la oposición una luz de esperanza de derrotar a Cambiemos.

Los números

Dirigentes opositores se enteraron esta semana de las conclusiones de una encuesta encargada por la jefatura de gobierno a una consultora de confianza. Pese al padecimiento de la clase media con el modelo macrista, los números continúan siendo muy favorables a Cambiemos. Con proyección de indecisos, Rodríguez Larreta se improndría en una primaria por 38 a 22 por ciento frente a Lousteau. Es decir, juntos llegarían al 60 por ciento. En ese sondeo, el diputado Daniel Filmus –podría postularse al Senado– obtiene un 24 por ciento y Recalde el 18 por ciento. 

En el trabajo hicieron una segunda medición con Lousteau compitiendo por afuera de Cambiemos. En ese caso, Rodríguez Larreta gana con el 45 por ciento y el candidato de Evolución pelea el segundo lugar con Recalde. Con lista aparte, Lousteau absorbe el voto no peronista de centroizquierda reduciendo a la nada los escasos porcentajes del socialismo y de simpatizantes de Margarita Stolbizer conservan en la Ciudad.