La fábrica como ámbito de trabajo, de cruce social, solidaridad y reclamo. Aspectos intrínsecos que surgen mientras se delinean algunas de las historias de los trabajadores, a partir de una confluencia sensible entre las imágenes del trabajo diario y sus voces. La cámara observa desde un cuidado compositivo que elige desde el hacer cotidiano, así como cuando en la mesa de diálogo se asiste a la discusión y toma de decisiones. La vida de las fábricas está dirigido por Florencia Castagnani, y el viernes próximo a las 20.30, con entrada libre y gratuita, podrán verse en cine El Cairo (Santa Fe 1120) los dos primeros capítulos (de ocho), dedicados a Cristalería San Carlos y Fabricaciones Rosario Cooperativa Ltda.

El estreno se sitúa en el marco de la celebración de los diez años de Espacio Santafesino, programa de subsidios del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia, que hizo posible de esa manera la realización de los primeros cuatro episodios, dedicados a la vida dentro de diferentes fábricas de la región de Santa Fe. Fue el Concurso para Serie Federal Documental del Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) lo que permitió a la realizadora duplicar la cantidad de episodios y formalizar una serie televisiva.

La sensibilidad con la cual Castagnani -realizadora del largometraje La infinita distancia (2011) y de la serie de Señal Santa Fe Un aire a vos (2014)- se acerca a las vidas de sus personas/personajes así como al ámbito que habitan, tiene motivación previa e imprevista.

“Ya había filmado en otras fábricas, pero desde una perspectiva totalmente distinta, a partir de encargos. Si bien no estaba haciendo nada que me interesara especialmente, al estar tanto tiempo en contacto con estos lugares y con tanta gente, las fábricas me empezaron a encantar. Comencé a tener una curiosidad bárbara por cómo se hacen las cosas, y entré en un mundo muy alejado del mío. Cierto tipo de fábricas, que parecen estar extinguiéndose, me parecen lugares muy entrañables, porque no son del todo modernas, porque no tienen la última tecnología, y porque son lugares de trabajo en donde se ponen de manifiesto muchas cosas. El trabajo en fábrica conversa con muchas problemáticas y preguntas, así que comencé a querer explorarlas desde otros puntos de vista”, le dice Florencia Castagnani a Rosario/12. Y al develar los motivos intrínsecos que la llevaron a encarar este tema, la directora de La vida de las fábricas connota su mirada sensible con las voces plurales y el ámbito que las reúne.

 

Andres Macera
Castagnani y “la curiosidad de saber cómo se hacen las cosas”.

-- Hay una relación muy inquietante entre tu cámara y la máquina que se retrata.

-- A mí las máquinas me llamaban mucho la atención por hermosas, por viejísimas, porque seguían funcionando, y porque los trabajadores tienen una relación muy especial con las máquinas: ellos saben cómo arreglarlas, cómo hacerlas funcionar. Cuando uno entra en estos lugares, y esto se nota en el capítulo dedicado a la Cooperativa, esa relación es de mucho amor. Yo quería retratar la manera en que el obrero trabaja, estaba muy atenta a eso y era una de las cosas que me importaba: cómo se produce la relación que tienen con el objeto, repetitivamente y cotidianamente. Pero al mismo tiempo me interesaban otras cosas, como las que dicen los propios trabajadores, que a veces provocan derivas con cuestiones que aparentemente no tienen nada que ver, en relación a su vida por fuera del trabajo, y eso se nota más en otros capítulos. Mientras está en contacto con su trabajo, el trabajador también está pensando en otras cosas de su vida.

-- En el episodio de la Cooperativa sobresale el nivel horizontal en la discusión, tu cámara lo comparte moralmente: estás como una integrante más en la mesa.

-- Creo que lo único que yo hice fue estar ahí, presenciando su rutina, y ellos hicieron lo que hacen siempre, cada día en su trabajo. Cuando hay una cámara es difícil que eso se siga dando, y el documentalista se pregunta cómo hacer para estar allí, no ser notado, y que suceda lo habitual. Pero ellos estaban tan compenetrados en la discusión y tan en la diaria de ellos, que casi que el logro de la escena es el logro de haber hecho ellos lo habitual. Sólo me dejaran estar allí.

-- ¿Qué aspectos te interesa destacar del episodio dedicado a la Cristalería?

-- La Cristalería San Carlos se mantiene casi en las mismas condiciones como cuando fue fundada, es muy antigua, y el trabajo que se sigue haciendo hoy en día tiene la misma tecnología que cuando lo hacían hace cincuenta años. Nos encontramos con personajes muy distintos, desde chicos jóvenes que piensan que van a estar allí durante un tiempo hasta encontrar un trabajo mejor, hasta un señor que está ahí en la fábrica desde hace cuarenta años y que trabaja con su hijo a la par, también en la cristalería, con quien se ve todos los días mientras hablan del cristal y de otras cosas. Hay un señor que es un viejo artesano y hace las piezas más complicadas, pesadas y grandes. A este hombre le encanta su oficio, es notable; hay otra persona que entró a trabajar muy jovencito, a los 14 años: al ingresar él declaró que era gay, así que nos contó cómo se la tuvo que bancar y enfrentar esa situación, en una fábrica de puros hombres, en ese contexto; hay también dos mujeres que hablan del cumpleaños de 15 de una de ellas. Es decir, hay una serie de situaciones que dan cuenta de la vida cotidiana, del transcurso del tiempo, del trabajo, y de cómo mientras esto sucede ellos van haciendo lo suyo.

El equipo técnico de La vida de las fábricas se completa con Sebastián Bier junto a Castagnani en guión, fotografía de Mauricio Riccio, producción ejecutiva de Luciana Lacorazza y Francisco Matiozzi Molinas, sonido de Fernando Romero De Toma, montaje de la propia Castagnani, asistencia de producción de Carolina Medina, jefatura de producción de Sofi Aldasoro, posproducción de imagen de Lisandro Bauk, asistencia en posproducción de Marina Sain, y diseño gráfico de José Lacorazza.