Tibisay Kunadamy Zamora Aray está cursando el último año de la Licenciatura en Gestión y Desarrollo Cultural en la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Pero para llegar hasta aquí, tuvo que atravesar un largo camino muchas veces cargado de obstáculos y tristezas. 

Tibisay es descendiente, de parte de la madre, de la comunidad kariña de Venezuela, y de parte del padre, de la comunidad wichi de la provincia de Chaco. Sus primeros años los transcurrió en el país caribeño, para luego instalarse con su familia en Argentina tras haber culminado la secundaria. 

Después de algunos intentos por estudiar diferentes carreras, inició sus estudios en la UNNE y el primer desafío que atravesó fue cursar las materias de Historia Argentina. “Tuve que enfrentarme a esa visión de la Historia, a la visión del vencedor, a la Historia fría que te cuenta el por qué acabar con los indígenas, el por qué asimilarlos”, relata. 

A pesar de los obstáculos que enfrentó por ser parte de una comunidad históricamente marginada, excluida y silenciada, Tibisay siguió adelante con el firme propósito de adquirir las herramientas necesarias para colaborar con su comunidad de origen. 

Hoy, además de cursar las últimas materias de la carrera, se desarrolla como artesana y trabaja, junto a otros alumnos y docentes de la UNNE, en la organización del Centro de Documentación Indígena del Instituto de Cultura del Chaco, un espacio especializado en pueblos originarios de la provincia y la región que busca reunir información relevante y actualizada. 

En diálogo con Universidad, Tibisay profundizó acerca de su experiencia al ingresar a la facultad, los desafíos interculturales del sistema universitario y sus planes a futuro en relación a la carrera que estudia. 

Si tenemos en cuenta que el desarrollo de la interculturalidad es aún incipiente en el sistema universitario argentino, ¿cómo fue tu experiencia al ingresar a la universidad y con qué obstáculos te enfrentaste siendo integrante de una comunidad indígena? 

Cuando empiezo la carrera me enfrento con que los primeros años vemos mucho Historia. Primero vemos Historia nacional y después vemos Historia regional. Precisamente, eso no lo había estudiado antes en la escuela. Mis conocimientos de la Historia argentina eran un poco por la lectura que había tenido previamente, pero también por las situaciones que habían vivido mis abuelos, abuelas y mi papá. Entonces, mi conocimiento era diferente, era la visión del “otro” dentro de la Historia argentina. De modo que estudiar Historia desde la llegada del español es movilizador para todos los indígenas, pero en mi caso mucho más, porque no la había estudiado de niña. Tuve que enfrentarme a esa visión de la Historia, a la visión del vencedor, a la Historia fría que te cuenta el por qué acabar con los indígenas, el por qué asimilarlos. Es difícil porque lo que te va mostrando la Historia es que estuvo bien hacer eso porque ahora los indígenas pueden estudiar al estilo occidental y ahora los indígenas se pueden vestir al estilo occidental. 

Bajo esa única visión de la Historia, ¿qué es lo que se pierde y qué queda al margen de ella?

No se ve todo lo que nosotros hemos sufrido y hemos perdido. Por ejemplo, que nos quiten las tierras y que nos expulsen de otras partes significa separarnos de nosotros mismos. Perder el vínculo con la tierra, con el lugar donde uno nace, es como perderse un poco a uno mismo. Entonces, hay mucha transmisión que se ha perdido. Mientras tanto, la visión de la Historia dice que “está bien que se olviden quiénes son”. 

¿Por qué decidiste estudiar la licenciatura en Gestión y Desarrollo Cultural? 

Una de las razones por las que me gusta la carrera que estudio, es porque me da herramientas para comenzar a crear nuevos espacios donde se pueda ver, validar y disfrutar el conocimiento indígena, no como algo exótico o algo que está de moda, sino que se empiecen a ver los aportes que hemos tenido. Me pienso en ese lugar, en dar la posibilidad de acceso, visibilizar o ir construyendo una nueva visión de lo que es ser argentino o argentina. 

-Entonces, ¿creés que la universidad está preparada para recibir y respetar a todas las diversidades culturales?

Creo que algunos de sus miembros sí lo están, pero hay muchos desafíos que todavía hay que superar. Hay que pensar una forma de educación que sea realmente inclusiva. Por ejemplo, los nuevos patrones que tienen que ver con la Historia o las nuevas formas de contar la Historia también deberían estar presentes. Desde otro ámbito, muchas veces vemos una fractura que hay entre la universidad como institución y la sociedad donde debe desarrollarse. Sin embargo, hay diferentes universidades que están comenzando nuevos caminos, nuevas experiencias, con diplomaturas que buscan abrir los espacios, con profesores de cátedra que se animan a dar la voz a “otros” para que haya un cambio dentro de la creación del conocimiento. Son etapas que se tienen que ir dando porque, definitivamente, hacia atrás no queremos ir. Mi facultad está bastante avanzada, está intentando abrirse camino en los diferentes espacios. Es una facultad nueva que está buscando aprender y desarrollar su identidad. Para eso, todos tenemos que colaborar. La universidad se hace más inclusiva en la medida en que todos y todas participemos. Seguramente, logremos una universidad que nos acepte a todos y todas, con nuestras limitaciones, pero también que nos permita mostrar, demostrar y crecer con todas las capacidades que nosotros podemos aportar. 

¿Qué significa la universidad pública para vos?

Me considero privilegiada por poder acceder a la universidad que, además, está cerca de mi casa. La universidad no solamente tiene toda esta parte de reflexión acerca de cómo y qué se cuenta en la Historia, sino también que la carrera que estoy estudiando es nueva, y está creciendo y aprendiéndose en el camino. Hay una variedad de conocimientos que uno adquiere y después uno tiene que definir si los va a practicar o no. Como indígena, uno siempre debería esforzarse en ver qué es lo que puede beneficiar a su comunidad, qué es lo que puede ser provechoso para ella. Porque hay prácticas que en el mundo occidental y capitalista son necesarias y están validadas, pero a veces no pueden ser llevadas a la comunidad porque son totalmente opuestas. 

-¿Cuáles son tus planes a futuro en relación a la carrera que estás estudiando?

Mi esperanza es poder contribuir al empoderamiento de otros artesanos indígenas para que ellos mismos puedan desarrollarse y ayudar a que su familia pueda estar mejor. No vivo de la artesanía, aunque hubiese sido algo maravilloso. Otros familiares sí, por su talento y por su capacidad han logrado desarrollarse, pero aún no son tomados con el respeto que deberían ser tomados. Una maestra artesana que sabe del proceso del teñido y del hilado, que da clases y elabora con tal delicadeza sus piezas, podría ser una artista en algunas partes del mundo. Su trabajo habría sido no solamente reconocido sino también apoyado. Hoy, en algunas partes, la artesanía, el tejido o la cerámica están dejando de hacerse por la baja rentabilidad y por la escasez de materia prima porque no hay acceso a la tierra ni a los materiales. Muchas familias están dejando de lado sus conocimientos tradicionales. Por eso, me gustaría poder establecer espacios de consulta en los cuales otros artesanos puedan pensarse a ellos mismos empoderados y capaces de desarrollar su trabajo en otro nivel, y exigir el costo real de sus productos. Además, me veo como gestora iniciando estos pequeños proyectos para que otras personas tengan esos mismos espacios.