Son pareja en la vida y en la música. Ella, Sandra Peralta, canta y toca cajón peruano. El, Leandro Cacioni compone, arregla, toca guitarra y es producto genuino de la urbe porteña. Ella, en cambio, nació en un pueblo costero del mismísimo Perú, y trae una imborrable huella de fábrica: el aroma de su tierra. Ella y él, fantasearon recíprocamente sobre cómo sería la piel de una junto a la del otro y se encontraron con la respuesta: Chabuca Granda. Con todo lo dicho, solo les quedaba besarse y grabar un disco en honor a la celestina: Amor viajero. “Elegimos este nombre porque sintetiza el amor, la admiración que le tenemos a esta increíble compositora. Chabuca supo interpelarnos con su poética, como lo hizo con muchos artistas, por su autenticidad, sinceridad y libertad”, arranca Cacioni. “Su obra es un grito de esperanza que reivindica al ser humano, capaz de generar valor y transformar la realidad que nos rodea”, sigue Peralta, ante la inminente presentación del disco este jueves 18 a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780).

La sólida dupla voz--guitarra nació hace poco más de una década, cuando ambos empezaron a trabajar juntos en Aromas, segundo disco solista de la cantante. A ese albor musical se sumó un viaje iniciático hacia Jujuy, otro toque en los festejos patrios peruanos en Buenos Aires y el convencimiento de que podían formar un dúo a futuro. “Por entonces, Leandro tenía el Puerto Trío y me llamaba la atención su manera de tocar este estilo de música, con una riqueza armónica muy bella. Ya por ese entonces, introducía armonías tal vez más reconocidas en la música brasilera”, rememora Peralta sobre una arista del dúo que tornó fácil una de las primeras paradas complicadas: tocar en el Memorial de América Latina junto a Zezé Motta y Swami Jr, productor de Omara Portuondo. “Se puede decir que ese concierto fue el puntapié para reafirmar la decisión de insistir con el dúo”, dicen.

Tras un lustro de andar por dentro y por fuera del país, Peralta--Cacioni creyeron que la cosa estaba a punto caramelo para ofrendar sus talentos a Chabuca. Fueron hacia su acervo más querido (“Cardo o ceniza”, “Una larga noche”, “José Antonio”, entre otras piezas), supieron conseguir los aportes de Carlo Aguirre, Charo Bogarín, Juan Pablo Navarro y una orquesta de cuerdas al mando de Ramiro Gallo, y le otorgaron al disco una rica paleta de colores, que lo saca de la mera evocación nostálgica. Se dejaron intervenir por la poesía y la música de la musa, “se dejaron ser”, y desde allí lanzaron un viaje sonoro que alcanza altos picos emotivos en versiones como “El surco”, la mencionada “Una larga noche” o “La novia tierra”. A esta última se refiere la cantora como su preferida. “Me encanta cómo quedó, por jugada. De un vals pasó a ser una especie de cumbia muy interesante, con un guiño a las orquestas que tocan en las fiestas patronales y a la 'chicha' o música tropical andina, género que nació a mediados de los años sesenta en Perú, cuyos orígenes provienen del huayno y rock psicodélico”. 

-Chabuca abre el poncho y emerge toda la música del Perú, dicen.

Leandro Cacioni: -Por supuesto. Por empezar, fue su obra la que me permitió descubrir y amar la música peruana. Lo primero que escuché de ella fue “Cada canción con su razón”, uno de sus mejores discos. En esas músicas encontré armonías que me resultaban muy atractivas y parecidas a lo que yo venía tocando, que era música brasileña. La profundidad y belleza de su poesía, el timbre especial de voz y ese swing inmenso en su forma de cantar me enamoraron instantáneamente.

Sandra Peralta: -Yo llegué a Buenos Aires allá por la década del 90 y esto me hizo elegir cantar música de la costa del Perú no por consciencia sino por una necesidad imperiosa de encontrar mi tierra en una nueva tierra. Y es imposible no encontrarse con Chabuca en esa búsqueda. Tuve que escucharla y cantarla mucho y en ese camino fui cayendo en la profundidad de sus canciones.

-¿Hasta dónde se atrevieron con los arreglos? ¿Cuál fue el límite?

L. C.: -Nos propusimos dejar de lado nuestras estructuras y resignificar su obra. Tratar de imaginar cómo podía sonar Chabuca hoy. Tratamos de romper con nuestros lugares comunes, quiero decir. En este camino, si bien tratamos de no ponernos límites, durante el proceso nos agarraban inseguridades sobre lo que estábamos haciendo, el miedo de no irnos demasiado de tema. Si se pudiera hablar de un límite creo que la filosofía a la que adherimos es la de "de la raíz a la copa" de otro referente nuestro como Juan Falú. En suma, tratamos de estudiar el estilo lo máximo posible para luego apropiarnos de él, y ser lo suficientemente irreverentes para jugar a deconstruirlo.

S. P.: -Teníamos claro que para abordar este nuevo trabajo teníamos que romper con nuestros límites, romper con lo que estábamos acostumbrados a escuchar y a tocar, y por ahí fuimos.