El obispo belga Jean Kockerols sacudió la asamblea de obispos con una propuesta que no por meneada deja de provocar escalofríos en los purpurados: permitir la ordenación de hombres casados, para paliar la escasez de vocaciones. “Estoy convencido de que los jóvenes que han elegido casarse también pueden ser llamados por la Iglesia a servir, especialmente en el ministerio sacerdotal”, explicó el religioso.

La disminución del número de sacerdotes en todo el mundo es uno de los fenómenos que más afectan a la iglesia, a excepción de África y Asia, donde crece el número de aspirantes a curas. Una investigación independiente, presentada cerca del Vaticano en pleno sínodo, calcula que 60.000 sacerdotes han renunciado en las últimas décadas a la vocación, a menudo para casarse o convivir. En 2016 había 414.000 sacerdotes en el mundo.

Según el vaticanista italiano Enzo Romeo, autor de un libro sobre el tema, la iglesia católica registra mil abandonos por año y el número de ex sacerdotes casados en Italia es de cerca de 8000, una cifra considerable.

En varias ocasiones el papa Francisco recordó que la prohibición de ordenar hombres casados “no hace parte de la doctrina de la iglesia”. La práctica existió por siglos, y los textos bíblicos indican que el apóstol Pedro tenía una suegra. La obligación de ser soltero para ingresar al clero de la iglesia católica latina se remonta al siglo XI. Los ritos católicos orientales y los ortodoxos admiten la ordenación como sacerdotes de hombres casados. 

En marzo del 2017, el papa Francisco reconoció públicamente que estaba dispuesto a ordenar “viri probati”, hombres casados “de edad madura, para satisfacer las necesidades pastorales de las remotas regiones del Amazonas”, excluyendo de hecho a los jóvenes, como propone el obispo belga.

La doctrina católica no impide la ordenación de hombres casados. La prohibición del matrimonio empezó como una forma de evitar la dispersión de las fortunas de los sacerdotes, ya que al no haber herederos quedaban para la Iglesia. Pero ahora se agregan otras cuestiones colaterales no menos importantes. El sacerdote español Santiago Martín planteó las más evidentes: ¿qué sucedería con los que ya son curas, se les permitiría que se casaran? ¿Se aceptaría el regreso al sacerdocio de aquellos que se secularizaron (abandonaron el estado sacerdotal) y formaron una familia? ¿Y los que viven en concubinato, podrían sacar a la luz y legalizar las relaciones que tienen? ¿Y qué se dirá de los que optan por permanecer solteros, se diría que son homosexuales? ¿Y los curas gay, no protestarán exigiendo que a ellos se les permita hacer lo que se les permite a los heterosexuales?

Los cerca de trescientos obispos de los cinco continentes reunidos en el Vaticano recibieron la propuesta con un amable aplauso y no discutieron la cuestión, que no aparecerá en el documento final. La propuesta de autorizar a los hombres casados de ser curas nunca ha sido debatida a fondo y estará ausente del documento final que será adoptado el sábado por los obispos tras tres semanas de debates sobre la juventud y la falta de vocaciones.