El trastorno de déficit de atención, mejor conocido como TDA, es atribuido cada día a más niños en nuestro país. Los tratamientos se centran en la medicalización, que está en tela de juicio en la actualidad. Un equipo de investigación de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario se centró en esta problemática. La investigación comenzó en el año 2013, cuando el director del proyecto, Elvio Galati, conoció a la profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Médicas, Stella Maris Martínez, quién lo invitó al Congreso de Derechos Humanos que se hace en la Universidad Nacional de Rosario cada dos años. En ese contexto, expuso sobre el aspecto jurídico de la medicalización de la vida en general y a partir de allí comenzó a estudiar la temática.

El equipo de investigación está conformado por la farmacéutica Mariela Bianchi, la antropóloga Mariana Gerbotto, la psicóloga Valeria Hernández, los estudiantes Tomás Copini y Juan Lattuca y el propio Galati. Los objetivos del trabajo son describir el TDA, teniendo en cuenta las distintas situaciones en las que se manifiesta, a partir de una metodología cualitativa. “Me detuve en la relación de la medicalización con el derecho, y ahí surgió el término juridización, que es lo mismo que ocurre en la medicina, pero en el campo del derecho. La medicalización se da cuando la medicina absorbe situaciones de la vida cotidiana y las transforma en enfermedades y cuando la industria farmacéutica prioriza el medicamento como mercancía más que como un instrumento para promover la salud de las personas”, confesó Galati.

El profesional se dedicó a profundizar el estudio de la medicalización durante la infancia. En el análisis del trastorno por déficit de atención, se centró en la evaluación epistemológica del mismo y la continuidad histórica. Apuntó a ver cuál era el criterio de cientificidad de este trastorno, dado que aparece como una enfermedad reciente.

El equipo de investigación entrevistó a padres de niños diagnosticados con TDA, directoras de escuelas públicas, psicopedagogas y psiquiatras infantiles. “La idea es tener un respaldo empírico, tratar de ver el fenómeno de primera mano. Evitamos entrevistar a niños, por eso optamos por otros actores”, expresó. 

El análisis apunta a demostrar el grado de cientificidad de este trastorno partiendo de la base que tiene un contexto histórico. Recientemente la Organización Mundial de la Salud expresó que la transexualidad dejó de ser una enfermedad, y en 1973 había hecho lo mismo con la homosexualidad, por ende, hay muchas personas que dejaron de ser consideradas enfermas. “Esto muestra a las claras cómo la enfermedad tiene un contexto relacionado con creencias y costumbres culturales”, marcó Galati.

En los niños tiene muchas variables y la mayoría se relaciona con problemas de atención e hiperactividad. Es decir, chicos que no se pueden concentrar y que están continuamente en movimiento. “Nuestra escuela está pensada de la misma manera que lo hizo Sarmiento en el siglo XIX: pizarrón al frente y bancos en fila mirando hacia el docente. Pero el niño actual está sobreestimulado con las nuevas tecnologías y vive en un contexto muy diferente”, analizó el docente de la Facultad de Derecho. 

La escuela brinda una enseñanza en la que el docente está frente a treinta o cuarenta estudiantes y eso vuelve muy difícil una tarea personalizada. Frente a esto, la pastilla aparece casi como una solución mágica. En el diagnóstico, la mayoría de los índices son características propias de la infancia. “Podríamos pensar así que existe una tendencia a convertir cualquier situación de la vida cotidiana en una enfermedad.”

Frente a este panorama, surgen otras prácticas que podrían ser más viables que la medicalización inmediata, como por ejemplo, el psicoanálisis que busca sumergirse en las experiencias del niño para descubrir qué le está pasando. Sin embargo, “la solución viene empaquetada mágicamente en una pastilla”, argumentó Galati. 

El rendimiento escolar es una pauta de que el niño está encaminado y no necesita una atención especial. Pero hay que tener en claro que no todos los estudiantes son iguales, algunos necesitan más apoyo, reforzar los contenidos o simplemente que se le explique de manera diferente.

Argentina no está ajena al tratamiento de legislaciones en torno a la problemática. Tomás Copini y Juan Lattuca hicieron un relevamiento de una gran cantidad de proyectos de ley y estudiaron en detalle las únicas dos leyes vigentes en la actualidad: una en la provincia de Salta y otra en Mendoza. “De los proyectos podemos observar que tienen un marcado sesgo biologicista”, manifestó Galati. 

“Actualmente hay una nueva medicación llamada “Atento” que ya con su nombre muestra el fin de ser comercializada en el mercado. Existe una gran maquinaria publicitaria de afiches, anuncios gráficos, televisivos y muchas veces, un famoso que cuenta las ventajas del producto”, agregó.

Si se pone en duda este trastorno es porque el niño está en proceso de construcción de su identidad, tiene necesidades y no maneja los mismos tiempos que los adultos. Si no se hace un análisis profundo sobre lo que ese pequeño tiene, la pastilla lo único que hace es silenciar lo que realmente está pasando.

“Que se ponga en análisis la medicalización, no quiere decir estar en contra de que existan medicamentos para estos casos. Hay chicos que los necesitan en un principio para estabilizarse y luego comenzar un proceso de tratamiento con otros recursos, lo que se cuestiona es que sea la medicalización la principal y única alternativa”, explicó el investigador.

Galati hizo énfasis en que la clave está en el psicoanálisis ya que el diálogo es fundamental en el proceso. “Si se empieza a indagar es evidente que el problema va a surgir y a partir de allí, las  distintas formas de tratarlo. También hay que buscar el encuentro con el niño desde otras perspectivas, tratar de conformar grupos escolares más pequeños y propiciar un contexto activo para el estudiante”, concluyó el docente.