Fue como una especie de misterio tranquilo, como algo que cede ante la sorpresa pero sin mutar, necesariamente, en un sopor ilegítimo. "Hay que soportarse contrariado, el cuerpo ata todo lo observable y lo amontona, soy emocionalmente torpe, pero gentil, nunca supe gobarme, los motivos, una vergüenza", todo eso pensé cuando el perro tumoroso que encontramos por la avenida Carballo aquella vez, nos quiso morder. "Estrunca" lo llamamos desde entonces. Ahora que me pasan cosas, desde entonces, no puedo dejar de pensar en los límites necesarios de la tranquilidad frente al misterio.

"Yo soy tan incierto y vos también", te dije un vez. "Hagamos algo cierto", respondiste como en chiste, como siempre. Habría demasiada oscuridad. Habría aquellos no gentiles, cerca. Habría más de una razonable pero salvaje intimidad para no ser un provechoso nosotros, antes, cuando no hallábamos ningún soporte innovando nada, así, sin más, quizás, mientras la oscuridad que habría no la veíamos para serte franco. No era, entonces, necesario firmar nada para saber que te quería, y que vos, impresumible, lo hacías también. Tanto como eras, lo hacías. Lo juro, por vos. Dar fe no es ser piadoso.

Cuando camino siento que una mano se posa en mi cabeza para acariciarme. Esta idea me surge al caminar, sobre todo de tarde, entre las tres y las cuatro, que camino del trabajo a mi casa, todas las tardes, menos los domingos. Profundiza esta idea y pienso que esa mano que me acaricia es una necesidad silenciosa y discreta que desvía mi pánico y, de alguna manera, me proporciona calor. Pero no sos vos. A vos te tengo en una zona donde siempre yo me agito. Pero es la zona donde todos los gestos mueren y renacen, una y otra vez, y otra y otra, donde en cualquier momento ya no me haré las mismas preguntas, o me dará lo mismo. Un sencillo efecto interior. Un ardor persistente hasta en el entusiasmo. A vos no te pasará. Hay formas silenciosas de saberse vivo, pero no te incumbe ni puro ni apacible mi exilio, o como quieras llamarlo. Recordá que esta es una carta de amor.

No fue olvidándote que esto comenzó. Fue despues de no hace mucho oir un silbido dentro mío. Sonó quieto, grueso. Se fue despacio, doliendo. Con esto te ibas. Apareció y se fue siete veces antes de ir con el doctor. Ardía cuando venía. Me recetó gotas. Pero apareció tres veces más. Feroz, como lluvia en febrero. El doctor pidió una interconsulta con un neurólogo. Me asusté. Resonancias magnéticas, tomografías computadas, ejercicios radiactivos, pruebas psicomotrices. Esperé tres días para los resultados. Aun no fui.