Más allá de las posibilidades de un acuerdo absoluto, la foto (que en realidad no hubo) del encuentro entre el senador Omar Perotti y la ex vicegobernadora María Eugenia Bielsa; fue la escena más poderosa que la política santafesina puede ofrecer. Y eso lo saben también tanto en Cambiemos como en el Frente Progresista. Son los dos candidatos con más proyección electoral, peronistas, no kirchneristas pero tampoco refractarios al voto kirchnerista. Es el símbolo de la unidad con pantalón y polleras.

Lo que más une a Perotti con Bielsa es la caracterización del adversario común que en Santa Fe no es el PRO sino el socialismo. No se trata aquí de una batalla ideológica, sino de una lucha por el poder entre la fuerza que tuvo la gobernación por muchos años y la que se lo arrebató en 2007.

En ese contexto el guión de campaña ya está escrito: El peronismo con estos dos candidatos va a hacer eje en la inseguridad y la penetración del narcotráfico en los últimos años, adjudicándoselo al socialismo. Y desde el Frente Progresista tanto Antonio Bonfatti como Miguel Lifschitz le responderán con la caracterización del peronismo noventoso: La privatización del Banco de Santa Fe, de Aguas Santafesinas y hasta las inundaciones de la capital provincial en 2003. Nada bueno augura este debate, pero será inevitable.

La relación es buena y por eso Bielsa admitió la picardía peronista de Perotti que dijo lo que repite desde hace tiempo: “Sería una extraordinaria intendenta de Rosario”. Muchos bielsistas se enojaron porque entendieron que le estaba bajando el perfil, pero en realidad Perotti lo que hace es empujar a Bielsa a definiciones más concretas, le acelera los tiempos a la arquitecta que por el momento se niega a presentarse oficialmente como precandidata a gobernadora.

Si algo sabe Perotti de antemano es que María Eugenia no quiere ser intendenta de Rosario. Ella misma lo ha explicado de una forma inapelable: Está convencida de que los problemas de esta ciudad son demasiado grandes y estructurales como para resolverlos sólo desde la municipalidad. Por eso aspira a la gobernación. Pero en secreto, en su intimidad el senador cree aún en que algunos sectores que acompañan a Bielsa puedan convencerla de que cambie de opinión. Difícil, conociendo la personalidad de la ex vicegobernadora que en su momento les dijo no a Néstor y a Cristina Kirchner.

En caso de una interna entre ambos –que será para alquilar balcones- los dos creen que pueden ganar y los dos quieren conservar los votos del otro para la general. Esa es la estrategia para una PASO ordenada. Las primarias abiertas deben enfrentar a dos candidatos pero hasta cierto punto, para distinguir a uno de otro. Pero después se trata de conservar todos los votos para la pelea de fondo, para enfrentar los otros candidatos en la elección general. Para el PJ el antecedente de Agustín Rossi contra Alejandra Rodenas, es el indicado. Funcionó para todos en el peronismo y así lo quieren repetir. No pueden quedar heridas tan profundas que no puedan suturarse y hay que tener claro el horizonte mayor que es conseguir ganar la general. En un marco así, se sabe, habrá lugar para todos.

Toda la interna peronista sabe esto y por ahora juega con esas reglas. Hasta la fuerte declaración de Bielsa cuando dijo que si le hubiera dicho que si a Cristina Kirchner “estaría desfilando por Comodoro Py” o su afirmación “en política no hay que robar”; fue tolerada en gran medida por el kirchnerismo que rumió su bronca en silencio. Apenas si Marcos Cleri dijo que lo que decía Bielsa “no es verdad”, pero rápido aclaró que “vamos a seguir conversando y seguramente todo va a quedar aclarado”.

Cleri es el precandidato a gobernador que llevará la imagen de la ex presidenta junto a sus afiches. Ya comenzó a hacerlo en algunas publicidades gráficas. Esto le garantiza al integrante de La Cámpora la fidelidad del voto que seguramente compartirá con el otro candidato del sector interno, Leandro Busatto que representa al espacio de La Corriente que dirige Agustín Rossi.

El peronismo ahora sí se parece a un liceo de señoritas. Todos educaditos, sin broncas, con escasas fisuras y encuadrados incluso en la excelente gestión que lleva adelante el presidente del PJ Ricardo Olivera. Son pocos los “sueltos” y hasta con ellos hay intención de hablar. El problema más grave que tiene este peronismo ordenado por arriba es su imposibilidad de replicar por el momento esa expectativa electoral en las dos principales ciudades de la provincia.

Tanto en Santa Fe como en Rosario, los candidatos anotados por el momento necesitan de alianzas y acuerdos que les permitan engordar desde el punto de vista electoral. Y es allí donde los referentes provinciales deben decidir si sólo juegan la suya o por el contrario refuerzan sus posibilidades asegurándose un mayor caudal de votos en esos dos distritos clave mediante candidatos propios.

En esta última situación confían en Rosario tanto Roberto Sukerman como Osvaldo Miatello y Alejandro Grandinetti que espera que las cuestiones se ordenen desde arriba porque está convencido de que no hay margen para una interna redituable para el peronismo rosarino. Por eso se dio el encuentro de Grandinetti con Sukerman que fue revelado la semana pasada en esta misma columna: Si ambos logran generar expectativas como para ser requeridos tanto por Perotti como por Bielsa para llevar adelante un desarrollo de campaña con mayores expectativas en Rosario, todo sería posible. Miatello también cree que algo de eso deberá pasar. Si no, Perotti y Bielsa arriesgarán votos valiosos en los dos principales distritos. Pero si confían fuertemente en lo que puedan recoger por sí mismos en todo el territorio, para el peronismo rosarino no quedará mucho más que la orfandad y la buena suerte para jugar el partido que les toque.

El problema radica en que no alcanza con una foto, un afiche y una palmada en la espalda. El principal problema son los recursos para el financiamiento de candidaturas que no son visualizadas estrictamente como propias. Y en eso el peronismo es consciente de que encarará una campaña costosa sin tener el gobierno en ninguno de sus tres niveles y por lo tanto deberá juntar peso sobre peso para afrontar los costos que son enormes para publicitar a los candidatos. Cuando los aspirantes a ocupar un cargo despiertan interés y expectativas el dinero parece llegar solo, pero otra es la tarea cuando se trata de impulsar a un candidato que deberá recorrer mucho camino para instalarse y llegar cerca de una posibilidad de triunfo. Esta es una de las principales certezas de la política que pocas veces es visualizada.