Si por algo será recordada esta edición del Personal Fest es por haber consumado el debut (tardío, pero debut al fin) de uno de los grupos que mejor supo traducir la tradición cancionera estadounidense en tiempos del grunge, así como la evolución de la psicodelia y sus consecuencias. Mercury Rev viene además, y por si fuera poco, para celebrar los 20 años de uno de esos álbumes capaces de marcar para toda la vida a un adolescente, a una escena, a una sociedad y a miles de personas en todo el mundo. Es tan feliz, y al mismo tiempo tortuoso, lo que le sucedió al grupo de Búfalo con Deserter’s Songs que, por más que intentó despegarse de esa obra maestra con trabajos fabulosos, todos los caminos conducen a esas 11 canciones despachadas el 29 de setiembre de 1998. Aunque, quizá por haber ignorado la bajada de línea de la industria musical estadounidense, a tal punto de que esperaban separarse al poco tiempo de ponerlo en circulación, el impacto de ese repertorio fue mayor en el Reino Unido y en Europa que en su propio país. 

Luego de haber iniciado esta mini gira conmemorativa a mediados de octubre en el festival Desert Daze en California, la banda repasará el disco, respetando el orden de los temas,  hoy a las 19.45 en el escenario Huawei. Aunque antes de tantear el clima, aludir al lugar común del asado o preguntar por el partido de ida del Superclásico, Jonathan Donahue, cantante y guitarrista del cuarteto, comparte su admiración por Juana Molina. “¿Sabés si estará cuando toquemos? Me gustaría invitarla al recital y hablar con ella”, advierte el ex integrante de The Flaming Lips. “Nunca tuve la posibilidad de cruzármela, y me parece que es una buena oportunidad para hacerlo. Su música ha sido gran fuente de inspiración para mí, y en nuestro disco Snowflake Midnight (cábala o no, salió también un 29 de setiembre, pero de 2008) se puede notar eso. No escuché nada tan original y honesto en mucho tiempo”. 

–¿Por qué salieron de gira por los 20 años de Deserter’s Songs?

–Cuando comenzamos a salir hacia la superficie, a mediados de los noventa, no quedaba nadie en la banda. Sólo Grasshopper (guitarrista) y yo. Por más que ensayáramos, parecía que nada valía la pena. No teníamos sello, dinero y a nadie le importaba un nuevo álbum del grupo. Deserter’s... no estaba previsto como nuestro próximo disco, sino como el último. Y hasta pensamos lanzarlo en casete, para repartirlo entre los amigos. La melancolía que muchos escucharon en el álbum estaba desde antes. De hecho, los shows que estamos haciendo representan ese espíritu. La tristeza y desconcierto se tornaron en nuestra salvación. Entonces nos parecía que valía la pena celebrar esa incertidumbre. Pero venimos tocando este disco entero desde hace ya tiempo. 

–¿Y qué pasó cuando vieron que habían dado en el blanco? 

–Cuando se convirtió en un golpe inesperado, y de repente el mundo nos trató de una manera diferente, el éxito tuvo espacio para nosotros. Ya habíamos pasado por mucho, tanto individual como musicalmente. De modo que estábamos muy bien centrados. Hubiera sido extremadamente fácil dejar que el éxito crítico llegara a nuestras cabezas y emborracharnos de la aclamación y la popularidad que surgió después de Deserter’s Songs, pero acabábamos de salir de los puntos en nuestras vidas que eran tan terribles, y tan bajo, que estábamos equilibrados. Esa es la razón que nos motivó a seguir adelante. Y no sólo me refiero en lo musical, sino a la vida misma.

–Pero saben que sus fans esperan un Deserter’s Songs 2... 

–La gente lo pide, pero es imposible. Aunque, tras comenzar a tocarlo, volvieron a aparecer ciertos matices de esa propuesta. O al menos intentamos encararlo de la misma manera. 

–Su último álbum, The Light in You (2015), terminó con una sequía de siete años ¿Qué sucedió en el medio?

–Hicimos un par de cosas, como una reedición y una gira que duró hasta 2011. Pero en 2012, Grasshopper y yo nos juntamos para comenzar a escribir canciones para The Light in You, y pasó un terrible huracán con el que perdí casi todo. Fue una locura.  No hace falta decir que esto tuvo impacto en el proceso de escritura y grabación, y explica de alguna manera la brecha. A pesar de eso, llegamos a componer el doble del material que necesitábamos. Por lo que no había presión para escribir en una fecha límite. Se trataba de perfeccionar las canciones que teníamos y de convertirlas en un álbum.

–¿Y en qué andan ahora? El próximo año cumplirán tres décadas. 

–Estamos trabajando en un gran proyecto que se está poniendo muy emocionante. Se trata de una reversión del disco The Delta Sweete (1968), de Bobbie Gentry. Desafortunadamente, no puedo revelar mucho más al respecto. 

–A propósito de eso, y tomando en cuenta su trabajo en estilos como la psicodelia y el chamber pop, ¿qué opinión te merecen artistas como Tame Impala o Unknow Mortal Orchestra?

–Sé quiénes son y me parece que representan muy bien a su época. Pero yo, al menos en este momento, estoy más centrado en escuchar a cantautores clásicos. 

–¿Cómo reaccionan las nuevas audiencias ante su música? 

–La respuesta es muy buena, entienden y conectan rápido en nuestros shows en vivo. 

–¿Entonces siguen siendo contemporáneos? 

–Creo que es difícil abrirse paso de una manera grande. Eso está muy fragmentado, como la mayoría de la cultura en este momento. En la televisión hay un millón de canales y maneras diferentes de obtener música. En algunos aspectos, la tecnología es algo bueno porque cualquiera puede hacer un disco y publicarlo. La desventaja de eso es que muchas de las cosas que escucho no son necesariamente creativas. Supongo que es un poco como en los viejos tiempos en los que tenés que buscar pequeñas gemas o cosas que tengan cierta calidad. La diferencia es que no estás buscando en las polvorientas tiendas de discos antiguos, sino en Internet.