Siguiendo su estilo tan particular, el presidente Donald Trump negó conocer al Fiscal General provisorio que el mismo nombró el miércoles, cuando le pidió la renuncia a Jeff Sessions. Como la conclusión unánime de analistas y medios en Estados Unidos fue que el nuevo titular fue elegido porque criticaba la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016, Trump dijo que no conoce a Matthew Whittaker aunque sabe que es “una persona muy respetada”. El problema es que el ex jefe de gabinete de Sessions estuvo en varias reuniones en la misma oficina presidencial, con y sin su antiguo jefe, en las que estaba Trump.

El presidente echó a su fiscal general justo antes de la conferencia de prensa del miércoles en la que comentó el desastre electoral del martes, que el calificó como “un éxito”. Sessions, un eminente político conservador, había sido el primer senador en apoyar la candidatura de Trump, cuando nadie se la tomaba en serio. La recompensa fue el más alto cargo judicial, equivalente al ministerio de Justicia. Pero ya en marzo de 2017, Sessions se transformó en “un traidor” porque se recusó de supervisar la investigación de los intentos rusos de dirigir las elecciones que ganó Trump. Como la sospecha unánime es que Moscú jugó para el republicano y como hay pruebas de frecuentes encuentros entre emisarios rusos y familiares del presidente, el tema es particularmente irritante. Trump esperaba que Sessions controlara la investigación.

Con lo que el presidente pasó más de un año twiteando que su Fiscal General era “un débil” y diciéndole Mr Magoo. Por pedido explícito y repetido de altas figuras republicanas, Trump no le pidió la renuncia hasta después de las legislativas de esta semana para no complicar la campaña. Según parece, esto le dio tiempo para elegir al sucesor, que resultó ser el jefe de personal del despedido Fiscal. Whittaker fue un discreto pero público crítico de la investigación, que escribió para CNN que casi le parecía una caza de brujas dirigida al presidente. No extraña que la Casa Blanca se salteara un nivel del escalafón judicial para nombrar a Whittaker, ignorando al segundo de Sessions.

La flamante bancada de diputados demócratas, con cómoda mayoría propia, ya está anunciando medidas de protección para la investigación rusa, incluyendo la idea de darle un mandato por ley al fiscal especial Robert Mueller. Técnicamente, Mueller trabaja para el Fiscal General, con lo que Whittaker podría trabar su trabajo y hasta echarlo, aunque el costo político sería alto.

Su ascenso ya le está creando problemas al ministro provisional. Como su nombramiento definitivo depende del voto en el Senado, que sigue en manos republicanas, lo que está ocurriendo es que se investiga su pasado. El diario The New York Times, particularmente odiado por Trump, ya descubrió que Whittaker fue miembro del directorio de una empresa que acaba de ser cerrada por la justicia, luego de ser condenada a pagar 26 millones de dólares por estafar a sus clientes. La firma, World Patent Marketing, engañó a miles de clientes con un supuesto negocio de acuerdos de patentes internacionales y fue denunciada por la autoridad bursátil nacional, la Comisión Federal de Mercados. 

En la causa quedó establecido que el presidente de la firma, Scott Cooper, amenazaba a los clientes que pedían de vuelta su dinero con hacerles juicio. El encargado de esto iba a ser el “ex fiscal federal” Whittaker, que en ese momento trabajaba en una firma legal en Iowa. El último pago del actual funcionario en este negocio fue de diez mil dólares. Este tipo de antecedentes privados puede dificultar su confirmación en el cargo, hasta con la buena voluntad del bloque republicano.