“Sin duda es propio de un espíritu de lo más miserable servirse siempre de lo creado y nunca de lo que ha de crearse”, expresó el visionario pintor holandés El Bosco (1450- 1516) en cierta ocasión, a la par que su pincel daba forma a algunas de las piezas más re- levantes –e inquietantes– de los siglos de los siglos. Piezas que, según el filósofo francés Michel Onfray, “invitan a pensar lo impensable”, de difícil traducción en tanto, acorde a la escritora brasilera Nélida Piñón, “para aclarar lo que es eso hay que inventar palabras”. Piezas que –vistas en directo– conmovieron tanto a la fotógrafa norteamericana Lori Pond (¡hasta las lágrimas!), que no pudo sino intentar homenajear al artista con propia imagine- ría. A través de fotos que recrean detalles de obras capitales como El Juicio Final, El Jardín de las Delicias y La tentación de San Antonio, para cuya reproducción esta mujer de Los Ángeles contrató a diseñadores de prótesis y taxidermistas, que fabricaron hocicos o ce- dieron patas de cuervo para la ocasión. “La mayoría de las imágenes resultantes están he- chas directamente con la cámara, salvo algunas excepciones, como cuando no quise col- gar a una mujer de un arpa o no podía encontrar orejas o pájaros más grandes que un ser humano”, cuenta la damisela que, para pergeñar Bosch Redux –tal es el nombre de la se- rie–, examinó las pinturas cuidadosamente y encontró “innumerables pequeños cuadros de acción”. “Así fue cómo decidí aislar uno o dos personajes a la vez, y volverlos centro de nuevas obras fotográficas”, agrega la flechada dama sobre su petit recorte que hace gala a lo que, con total acierto, postulase el autor neerlandés Cees Nooteboom: “Cuanto más miras los cuadros del Bosco, más se agranda el enigma del arte”