PáginaI12 En Francia

Desde París 

El destello de acero de una mirada cargada de advertencias que Vladimir Putin le dirigió a Donald Trump cuando le dio la mano puede funcionar como un retrato idóneo de la configuración mundial. El otro retrato es la presencia simultánea en París de líderes mundiales que simbolizan las variantes más ácidas de los populismos nacionalistas, con Donald Trump a la cabeza y, junto a ellos, los abanderados liberales, para quienes el mundo se rige por el timón multilateral. Pocas veces ha quedado esculpida de forma tan drástica la confrontación que sacude a las democracias liberales como ocurrió este fin de semana durante la jornada central de las conmemoraciones del primer centenario del Armisticio con el cual se pactó el fin de la Primera Guerra Mundial. El presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, apoyados en el ejemplo de la reunificación de los dos países tras los dos conflictos mundiales, interpelaron al eje nacionalista en un tono directo y, a menudo, franco. Macron les dijo a Trump y sus discípulos presentes en el acto que se llevó a cabo en el Arco de Triunfo que el nacionalismo era como una declaración de enemistad. “El patriotismo es el exacto contrario al nacionalismo. El nacionalismo es su traición”, dijo Macron. 

Setenta jefes de Estado y de gobierno acudieron a París para participar en esta conmemoración que tuvo varios momentos confrontativos, empezando por las reiteradas vulgaridades de Donald Trump. Macron presentó ante sus invitados la carta del europeísta férreamente anclado en la cooperación internacional. “Adicionemos nuestras esperanzas en vez de oponernos con nuestros miedos”, reiteró el jefe del Estado francés. Cada palabra parecía dirigida al adepto del concepto “America first”, o sea, Donald Trump, y a quienes han hecho de las palabras identidad, pueblo, nación o fronteras el nuevo manual de sus éxitos electorales. El discurso moralizador del mandatario francés vino a recordar que toda la armadura del sistema internacional se hizo a partir del eje multilateral una vez que, el 11 de noviembre de 1918, Alemania y Francia firmaron el Armisticio en las afueras de París. Prueba de ello es el esbozo de lo que más tarde se convertiría en las Naciones Unidas y que justo después de la guerra se llamó la Sociedad de Naciones (la Argentina forma parte del grupo de 42 países fundadores y la presidió entre 1936 y 1937 con el político Carlos Saavedra Lamas). De paso, Macron trazó la retórica que empleará de cara a las elecciones europeas de mayo de 2019, donde planteará la consulta como un duelo entre nacionalistas y progresistas multilateralistas. En París, sin embargo, se vistió con el traje del mensajero que denuncia “el resurgimiento de antiguos demonios, dispuestos a llevar a cabo su obra de caos y de muerte”. En estos días, Macron fue el hombre que apunta contra “la fascinación por el repliegue, la violencia, la dominación”. Sin nombrarlos, los dirigentes de países como Italia, Matteo Savini, Hungría, Viktor Orban, o Bolsonaro, parecían cada vez los destinatarios. Pero el principal enemigo estaba al lado de Macron, gesticulando como un dibujo animado: Donald Trump. El presidente norteamericano había reiterado durante la campaña para las elecciones de medio mandato que era un “nacionalista”. Y como siempre fue un fanático de su “América Primero”, Macron, que no se dirigió a él, dijo que eso era un acto mezquino: “Nuestros intereses primero y qué importan los de los otros”, declaró el presidente, para quien con esa filosofía “se borra lo que una nación tiene de más precioso, lo que la hace vivir, lo que la lleva a la grandeza, lo más importante: sus valores morales”. Trump demostró hasta el final que él era primero y los demás nada. El mandatario norteamericano no acudió a la inauguración del segundo plato fuerte de estas jornadas, el Foro por la Paz organizado por la presidencia francesa. Se trata de la primera reunión de este tipo y tiene el proyecto de celebrarse cada año para ahondar en la defensa del multilateralismo. El presidente ruso, Vladimir Putin, respondió a la cortesía y se unió a los participantes mientras que Donald el supremo optó por su propia agenda. Apenas comenzó esta cumbre, los misiles volvieron a salir en dirección de Washington y de las otras capitales del eje nacionalista. La canciller alemana, Angela Merkel, pronunció el discurso inaugural. Allí se preguntó a quién se le ocurriría pensar hoy que “el aislamiento es una solución”. La canciller evocó la existencia de un “nacionalismo miope” y una realidad mundial donde “los equilibrios pacíficos” son puestos “en tela de juicio”. Luego, en el mismo Foro, Emmanuel Macron recordó que el mundo “esta fragilizado por el retorno de pasiones tristes, el nacionalismo, el racismo, el antisemitismo y el extremismo, los cuales amenazan el horizonte que nuestros pueblos esperan”. 

El centenario del Armisticio habrá servido para que Macron instalara sus temas de campaña electoral y, también, para dejar al desnudo las espadas que hieren al mundo: concertación contra imposición, apertura contra repliegue, multilateralismo contra aislamiento, patriotas contra nacionalistas, paz contra confrontación. Paradójicamente, al menos en la retórica, mientras se celebraba la paz conquistada hace un siglo, París fue el teatro visible de las nuevas guerras. 

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