La Semana Santa de 1987 marcó un quiebre en el gobierno de Raúl Alfonsín. El alzamiento militar --conocido como el de "los carapintadas"-- en Campo de Mayo, comandado por Aldo Rico, buscaba una supuesta "solución" política por los juicios a los represores como principal demanda, a pesar de que cuatro meses atrás se había sancionado la penosa Ley de Punto Final. Aquel domingo de Pascuas, buena parte de la ciudadanía fue a hacerse sentir en Plaza de Mayo. El reclamo podía tener distintas ideologías, pero había unanimidad en lo principal: rechazar con toda la fuerza posible la posibilidad de un nuevo golpe de Estado. Se sabe que el gobierno de Alfonsín motorizó la ley de Obediencia Debida --que el Congreso aprobó, a propuesta del Poder Ejecutivo, tan solo dos meses después de este episodio-- y la de Punto Final, más conocidas como las "leyes de la impunidad", que le opacaron notablemente a Alfonsín el consenso que había logrado con el Juicio a las Juntas Militares. Mucho tuvo que ver esa histórica reunión con Rico en el domingo de Pascuas de 1987. Una contradicción histórica a nivel de gestión que luego fue subsanada durante el gobierno de Néstor Kirchner con la anulación de esas leyes hechas a la medida de los represores.

El cineasta, crítico de cine, docente y ex director del Bafici, Sergio Wolf, recuerda su propia experiencia en la Plaza de Mayo: "No era militante radical, no voté a Alfonsín, pero lo viví con una intensidad tremenda. Fui a la Plaza, no me quedé a dormir, pero fui y volví a ir", cuenta el realizador en diálogo con PáginaI12. Respecto de la "sensación extraña del final del episodio", Wolf considera que depende de "cómo uno mire la realidad política de ese momento hay distintas sensaciones". La incógnita de qué pasó realmente en esa famosa reunión entre Alfonsín y Rico llevó al cineasta a investigar aquello en su nuevo documental Esto no es un golpe: "La película intenta dar cuenta de algo que fue político pero en ella es también narrativo. Nosotros conocíamos el comienzo del episodio y después supimos la resolución. Todo lo que pasó en el medio no. ¿Qué pasó en el medio, incluida la reunión de Alfonsín con Rico? Lo que mostraban los medios era la gente en la Plaza, la reunión de la convergencia multipartidaria, el acto de los artistas en Plaza de los Congresos, pero lo que pasaba en los que tomaban las decisiones de lo que estaba ocurriendo no se sabía. El periodismo no tenía acceso. El gobierno se blindó mucho en relación con eso".

En  Esto no es un golpe --que se estrena este jueves 15--, Wolf combina el material de archivo con su propia voz en off. Buscando salvar una situación complicada para un documental de estas características, como lo es la ausencia de uno de los dos máximos protagonistas, Raúl Alfonsín (fallecido en 2009), Wolf, sin embargo, recurre a una serie de entrevistas y testimonios que suman, como el del entonces ministro de Defensa, Horacio Jaunarena; Leopoldo Moreau y Jesús Rodríguez, referentes del radicalismo que, de algún modo, equilibran el peso de esa ausencia. Un logro que tuvo sus pormenores fue el de obtener una entrevista con Aldo Rico. Y de su misma vereda hablan también los ex militares Pedro Mercado y Gustavo Breide Obeid.

La idea de Esto no es un golpe nació en 2014. "Cuando iba a presentar El color que cayó del cielo en el Cineclub de Córdoba, algunos espectadores me preguntaron y yo les dije: 'Hay muchos documentales que no se hacen y que para mí sería interesante que se hagan. Por ejemplo, a mí me gustaría saber qué pasó en la reunión de Alfonsín con Rico en Semana Santa. Y nadie hace esa película'", recuerda Wolf que le dijo a ese auditorio. Unos dos años después, uno de los productores del film, Gabriel Kameniecki, le dijo al cineasta: "¿Por qué no hacemos la película de Semana Santa? Hagamos la película". Y Wolf recuerda: "Así empezó. A mí me interesan los documentales que se plantean preguntas".

--Y éste tenía una incógnita fuerte...

--Sí. Me interesan mucho los episodios que están mal contados. Si tuviera que hacer una película de ficción, no haría Operación masacre. Para mí está muy bien ese libro. Ya sé que después Jorge Cedrón hizo la ficción. Lo que quiero decir es que para algo que ya está muy bien contado en un libro no tiene mucha gracia hacer la película. Yo sentía que acá había muchos agujeros, incluso el desafío de la construcción del presidente, que ya no está vivo, me atraía mucho como cineasta. Además, esos agujeros que yo sentía que tenía ese relato también tenían que ver con la representación del otro lado; es decir, la sensación que yo siempre tuve --incluso mirando materiales para la película-- es que el episodio de Semana Santa estuvo contado desde el lugar de nuestra fuerza y que el otro lado no estaba. ¿Qué pasó en el otro lado? Incluso en reuniones de producción nos preguntábamos hasta qué comían los carapintadas. ¿Dónde dormían? ¿Cuántos dormían juntos? ¿Miraban televisión? ¿Se cambiaban la ropa? ¿Se bañaban? ¿Era verdad que no tenían gas, agua ni luz? Había un otro lado que no estaba contado. Me parecía muy interesante eso, pero no en el sentido en que habitualmente se lo plantean los documentales: si ponés al progresista, tenés que poner al fascista. No en el sentido de las dos campanas sino en el sentido de que había algo muy importante para la narrativa de la película.

--¿Cómo se gestó la entrevista con Rico?

--Fue muy complicado. Nosotros lo llamamos. Un día fuimos a la casa con uno de los productores, Pablo Chernov. Hablamos de generalidades y de cómo pensábamos hacer la película. Le dije que quería filmarlo y estaba todo bien. Después, cuando fuimos a filmar, me hizo pasar a la cocina de la casa y había cuatro de los carapintadas del grupo original. Estaban Enrique Venturino, Gustavo Breide Obeid, Pedro Mercado y Victorio Listorti. Me sentó a la mesa, me encerró en la cocina y me dijo: "Ahora convencelos de por qué tienen que participar en la película".

--¿Usted no había pedido entrevistas con ellos?

--No, en un momento él me había dicho: "Si vos querés al resto de los carapintadas yo te los consigo". Yo le había comentado que sí. En la reunión, yo encerrado ahí adentro, se produjo un diálogo bastante áspero. Hay dos cuestiones: una cosa son las posiciones políticas que uno tiene y otra es cuando está pensando con la cabeza de director que tiene que hacer una película. Al final, me hicieron salir, el equipo no sabía nada. Volví a entrar y me dijeron: "No vamos a participar". Yo dije: "Entonces, filmamos solamente con usted, Aldo". Y él me respondió: "No, yo tampoco, hice un pacto con ellos. No voy a participar".

--¿Hubiera hecho la película sin él?

--Y...ya estábamos en producción. La habría hecho no sé cómo. La cuestión es que después de eso, yo le dije: "Mire, yo no estoy jugando, a mí no me banca Disney. Este es un documental de la vía digital. Tengo dos autos, con ocho personas de un equipo técnico, les estoy pagando. No estoy jugando". Me dijo: "Volvé a llamarme la semana que viene". Y vinieron como cuatro meses de negociaciones que llevaron adelante los dos productores, que sí, que no, hicimos un acuerdo que finalmente se destrabó. Venturino no accedió pero Rico aceptó que lo filmáramos. Pudimos también filmar con los otros dos del grupo: Breide Obeid y Mercado.

--¿Cuántó duró la entrevista? ¿Tuvo el nivel de tensión que aparece en cámara todo el tiempo?

--El dijo: "No tengo más de una hora y media", con lo cual era un solo tiro. Puso un límite. La tensión de la entrevista quedó mucho en la película.

--Incluso, él se contradice.

--Sí, claro, varias veces.

--La sensación que deja esa entrevista es que hay cosas de las que Rico no quiere hablar. ¿A usted también le pareció?

--Bueno, yo le pregunté: "¿Qué hubiera pasado si la gente entraba a Campo de Mayo?". Dijo: "No le voy a contar eso". Después Breide Obeid dijo: "Hubiéramos disparado, hubiéramos combatido". Hay cosas de las que Rico que no quiere hablar.

--Esa incógnita de la que parte no era sólo suya sino de muchos argentinos. Seguramente la idea es que los espectadores puedan sacar sus propias conclusiones. ¿Y las suyas? ¿Tienen que ver con una desilusión tras el discurso de Alfonsín y una valoración con el tiempo?

--Eso desde ya. Me cuadra lo que le cuadra a mucha gente con el gobierno de Alfonsín, pero no sólo por la cuestión de la honestidad. Yo no hago películas para validar lo que pienso. No importa lo que piense sobre el episodio de Semana Santa. Me importa más lo que la película cuenta o dice sobre el episodio. Y, en ese sentido, me parece que los efectos de hacer el documental son de distinto orden. Me impresiona ver los archivos y ver los políticos caminando al lado de la gente sin que nadie los insulte, ni les pegue ni los escupa. En un momento se dice: "El presidente salió a caminar" y se lo ve llegar de la caminata. Digo, el efecto de esa Argentina con ésta, ¿no? Y en un plano más político me parece bastante impresionante, sin querer deschavar la película, la sensación de la gravedad de lo que estaba pasando. Pero no la gravedad de lo que estaba pasando en relación a si era o no un golpe militar sino de lo que estaba pasando en Campo de Mayo. El momento increíble en que Alfonsín dice: "Espérenme acá", es un momento increíble para mí como director y como argentino. Es increíble porque yo no necesitaba construir el suspenso de la película. Lo construyó Alfonsín. Alfonsín fue el que dijo: "Espérenme tres horas que voy y vengo" frente a un millón de personas o no sé cuánta gente había. Pero la idea de que lo esperaran porque había un riesgo ahí, un riesgo serio, porque además había miles de personas en Campo de Mayo... Se metían y morían de a quinientos ahí. Esa dimensión nunca la tuvimos y me parece tan fuerte... Yo la experimenté mucho y me gustaría que la película la transmita.

--Haciendo el documental, ¿se pudo responder por qué Alfonsín siempre habló muy poco de eso?

--Yo creo que lo minimizó. No me quiero meter a hacer una interpretación psicológica de Alfonsín, pero el episodio es una marca muy fuerte en su gobierno. Es como si, en algún sentido, la guerra estratégica, de la que habló Caputo en la película, en ese corto plazo hubiera sido eficaz, aunque la historia de todo lo que pasó después reacomodó las piezas respecto de quién ganó y quién perdió ese día. Lo que pasa es que hay una paradoja: si ahí empieza cierto derrumbe de Alfonsín, ¿ganó o perdió?, ¿se salvó la democracia y se empezó a perder el gobierno? Lo cual no le quita nada la grandeza de todo el episodio. José Luis Vila, en un momento, dijo que es como el 17 de octubre para los radicales.   

--Que el mismo gobierno haya impulsado al Juicio a las Juntas y, a la vez, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, ¿no es una mancha insalvable históricamente?

--Me parece que no. No quiero hablar del final de la película. Obviamente, no estoy de acuerdo con esa decisión que tomó el radicalismo y Alfonsín. Lo sufrí, lo sufro y me parece que, además, eso habilitó los indultos de Menem. Lo que creo --y la película lo cuenta-- es cómo era la situación de poder del gobierno de Alfonsín, cuál era la fortaleza del gobierno. Hay un libro sobre Alfonsín, que escribió Oscar Muiño (para mí el mejor de los que leí sobre el ex presidente), donde cuenta mucho de su campaña presidencial. Cuando ganan, hay un diálogo con Caputo, en el que Alfonsín le dice: "Che, ¿crees que aguantaremos tres, cuatro meses?". Me parece que la película da esa dimensión: la idea de que el Ejército masivamente no se plegó a Rico pero tampoco actuó. Entonces, ¿cuál era el grado de fortaleza del gobierno para sostener eso? Esa es una gran pregunta. Obviamente, con el diario del lunes es más fácil. Hay gente que me dijo: "Si Alfonsín hubiera ido con la gente a Campo de Mayo...". ¡Era una masacre! Me parece que fue un gobierno que se metió en una zona, donde por algo no hay ningún otro caso de juicio a Juntas: no pasó con Pinochet, no pasó en Brasil, no pasó con Somoza. No pasó con ninguna de las dictaduras de América. Fue el único caso. Y, en ese sentido, uno diría que sí, que es una mancha, pero al mismo tiempo dice: ¿Cómo era ese gobierno? ¿Cuál era la fortaleza de ese gobierno?