A diferencia del resto del mundo, que celebra el Día de la Enfermería el 12 de mayo, en Argentina tenemos nuestro propio día, que se conmemora hoy, para recordar que un 21 de noviembre de 1935 se funda la Federación de Asociaciones de Profesionales Católicos de Enfermería.

Cito el dato mucho menos por lo que tiene de efeméride que por lo que significa desde aquella época esta disciplina de la salud al servicio de la comunidad. Verdaderos profesionales formados en universidades y escuelas especializadas para prestar servicios en la prevención de las enfermedades, promoción, protección y recuperación de la salud, así como en la rehabilitación ya sea individual y comunitaria.

Desde la gestión, docencia e investigación, la formación y capacitación de nuevos profesionales enfermeros y enfermeras es una tarea compleja que requiere del desarrollo de competencias no solo relacionadas con sus saberes, sino también con habilidades que se adquieren a través de la experiencia en un ambiente complejo como lo son los hospitales y centros de salud, donde cobran vital importancia sus capacidades de decisión en las que se involucra el paciente, su familia, el equipo de salud y otros colegas.

Con absoluta falta de información respecto del rol clave que cumple hoy la enfermería en los sistemas de salud del mundo, por ser bien pensante, el Gobierno porteño pergeñó una reforma que desconoce a los licenciados en enfermería como profesionales y los considera “personal administrativo”. 

Lo hizo a través de un proyecto de ley aprobado por el oficialismo y aliados en la Legislatura, que derogó la ordenanza 41.455, vigente desde 1986. La nueva normativa también desconoce a los licenciados en Instrumentación Quirúrgica, y los licenciados en Bioimágenes como profesionales de la salud, quienes de esa manera tampoco podrán ser parte de la carrera hospitalaria.

Va de suyo que esta medida impulsada por la Ciudad con ingreso per cápita más alto de todo el país, no es solo una modificación nominal, sino que implica una diferencia salarial de alrededor del 30 por ciento en detrimento de las y los enfermeros, además de una desmejora en sus condiciones de trabajo.

Y no se trata de ser “dispendioso” con los ingresos públicos. Se trata de tener una política coherente e indispensable en materia educativa y sanitaria, orientada a aumentar la cantidad y calidad de los enfermeros/as que necesita Argentina. Hecho por el cual en 2016 se creó, ni más ni menos que mediante una resolución del Ministerio de Educación de la Nación, el Programa Nacional de Formación de Enfermería (Pronafe).

Sin embargo, con enfermeros “administrativos” y con presupuestos que ajustan hasta la respiración, ese programa tan elogiable es solo letra muerta en un futuro que llegó hace rato al país, donde el envejecimiento poblacional y la cronificación de enfermedades necesita que los recursos humanos de enfermería constituyan un capital humano decisivo en la prestación de mejores servicios que respondan a las necesidades de la gente.

Fue ese escenario en el que pensamos en la provincia de Buenos Aires en 2009, cuando en marzo de ese año lanzamos el plan provincial de enfermería “Eva Perón”, con una particularidad: el Estado formaba enfermeros profesionales pero además los incluía en los planteles de los hospitales públicos. Y así, durante el período 2012/2014 formamos y designamos 8000 nuevos enfermeros.

Hablo en pasado porque como muchos de los hechos de gestión que se calificaron de “pesada herencia”, se discontinuó hasta quedar en el olvido. Un ¿ahorro? de gestión que en los próximos años se pagará carísimo.

Por eso, apoyo plenamente a los más de 9000 enfermeros y enfermeras, a las instituciones académicas y a las entidades gremiales que hoy van a marchar hasta Plaza de Mayo en rechazo a la reciente ley aprobada por la Legislatura.

A nadie le gusta celebrar su día, el de su profesión, con un reclamo. Pero la reforma del GCBA no deja lugar a festejos y como bien dice el lema de la marcha, “sin enfermería no hay salud”.

* Ex ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires.