Threatin, una banda de metal de Los Ángeles, ha alcanzado repentina notoriedad los pasados días; de hecho, hay quienes ya afirman que su reciente gira por Europa es la más comentada del año. Por todas las razones equivocadas, vale adelantar. Accidentado ha sido el abreviado tour del grupo liderado por Jered Threatin: un pelilargo con ínfulas de genio que, en su sitio web, aclama que “el mundo rara vez ha visto tanto talento en una sola persona”. Lo que rara vez ha visto, a juzgar por la cantidad de notas que le han dedicado esta última semana, es una truchada tan fallida que rápidamente convirtió a su protagonista en hazmerreír global. Al parecer, Jered compró likes en redes sociales, fingió tener una saludable fanbase, amén de lograr que su banda fuera fichada en distintas venues del Viejo Continente. Una vez asegurados los toques en Glasgow, Bristol, Manchester, Belfast, París, Weinheim, Ranica, etcétera, efectivamente se hizo de una banda: contrató a un baterista, un guitarrista y un bajista profesionales que, tras ensayar sus temas unas pocas ocasiones, viajaron con él a la primera parada: Londres. El problema fue que, una vez allí, a pesar de haber asegurado Jered a los dueños de los locales que había vendido cientos de entradas anticipadas online a sus muchos fans, de haber pedido seguridad para firmar autógrafos con tranquilidad... nadie se presentó. La sonada mentirilla de la preventa hizo que los brits miraran atentamente, tardíamente los antecedentes del varón: videoclips donde se lo ve solo “en vivo”, frente a grandes multitudes que claramente fueron editadas de otros conciertos, de otras bandas. Los likes de sus redes, comprados. Las escuetas notas elogiosas, una gacetilla repetida en webs de pacotilla. Su agencia de promoción, falsa. La tour manager, su esposa... Sobra decir que, ante la viralización de la estafa, sus músicos renunciaron, la gira se canceló; la prensa contactó a su hermano Scott, ¡que lo mandó al muere! “Es una pena que Jered haya optado por la ruta de la mentira y la manipulación”, declaró. Y Threatin se dio al silencio en su momento de más popularidad: elevado artista del engaño, se ha vuelto una estrella de culto; muchos quieren verlo hoy tocar. Sin más, una de sus poquísimas espectadoras del toque en Manchester, música de una banda soporte que se quedó a ver el show por lástima, le compró una remera por pena y hoy la subasta como “rareza total, única en Gran Bretaña”. “El tipo estaba chocho de subir al escenario y tocar para nadie, éramos dos gatos locos pero le puso una pasión...”, cuenta además. Las únicas palabras que ha proferido Jered han sido por escrito, en redes: “Convertí una sala vacía en un titular internacional. Si estás leyendo esto, sos parte de la ilusión”. Tuit que no ha hecho más que confundir a todos, que ahora se preguntan: ¿fue una broma elaborada o un muy costoso gesto de vanidad?