La respuesta de los propietarios de Nordelta, luego de la denuncia mediática que realizaron las trabajadoras domésticas sobre la discriminación que los habitantes del complejo de barrios privados ejercían al no dejarlas viajar con ellos en las combis privadas de MaryGo, fue la amenaza de despido. “Nos enteramos que los patrones están queriendo saber quiénes somos las que estamos hablando con los medios para echarnos”, contó preocupada una de las trabajadoras.

“Esta semana estuvo circulando un audio de una compañera diciéndonos que tratemos de no exponernos más en los medios porque su patrona le dijo que entre los vecinos están intentando averiguar quiénes somos las que hablamos para despedirnos. Nos quieren echar no solo de nuestros trabajos, sino también del complejo de Nordelta”, contó Marta –las empleadas aparecen en esta nota con nombres ficticios, por miedo a perder sus empleos–, quien trabaja hace 10 años en la ciudad-pueblo. “El jueves vino un noticiero a hacernos una entrevista pero nadie se animaba a hablar. Estamos con mucho miedo y bronca, porque los patrones son capaces de cualquier cosa”, dijo con preocupación. 

Verónica, otra de las trabajadoras que quiere dar a conocer la discriminación que sufren a diario, con mayor optimismo sobre la unidad que han conseguido desde que se viralizó el conflicto, expresó: “Ahora que ya se sabe por lo que estamos pasando, estamos más tranquilas, nos sentimos más protegidas. Yo no creo que lleguen a echar a alguien, porque si echan a alguna nos vamos todas. Eso lo estuvimos charlando durante los últimos días, ya es hora de salir a defender nuestros derechos”. 

La interminable espera para ir y volver de sus lugares de trabajo se  transformó en un lugar de intercambio para las trabajadoras. Quizás por eso, supone Marta, “no quieren que nos amontonemos y ahora mandan micros cada cinco minutos”. “Ahí nos vamos pasando información. A veces naturalizamos todo lo que nos pasa, pero ahora que todo esto se está dando a conocer, que estamos enloquecidas –dijo entre risas–, nos sentimos más acompañadas y nos estamos animando a hablar”. 

En esas charlas, las trabajadoras se cuentan el maltrato verbal que reciben a diario y las experiencias por las que sus empleadores las hacen pasar. “Por suerte me tocaron patrones buenos a mí. Pero hay una chica que el otro día salió llorando de uno de los barrios porque en la casa donde trabaja le revisan el corpiño y le hacen bajar la bombacha. No puede decir nada porque es gente muy importante. Le hacen dejar la cartera y el celular en otra habitación para que ella no grabe la situación”, contó a PáginaI12  Adriana, otra trabajadora. Y continuó: “Otra chica, que no tiene más de 20 años, nos contó que su patrona la trata como una sirvienta más que como una empleada. Ella trabaja con cama y la tienen de acá para allá. Si a la señora se le cae un papel, no lo levanta. Le pide a los gritos a su empleada que lo levante”. 

Otra práctica común en Nordelta, según denunciaron las trabajadoras, consiste en culpar a las empleadas de haber robado para tener un motivo de despido. “Una trabajadora le contestó a su patrona, porque la trataba muy mal, y la señora como no tenía excusas para echarla se vengó y le metió algo en la cartera. La trató de chorra. Encima que te echan te quieren hacer alguna maldad, para vengarse porque les contestaste”, denunció Marta. Y agregó: “El maltrato psicológico siempre está presente. A veces te quedó algún rincón sin repasar y viene la señora, pasa el dedo y dice ‘ahora entiendo por qué ustedes viven en la mugre, en el barro’. También me han gritado ‘¿Quién te enseñó a cocinar a vos?’, cuando algo que preparé no les gustó”. 

Además, según Verónica, para ingresar al barrio las trabajadoras deben mostrar las pertenencias que traen a los guardias que se encuentran en la entrada. “Por ejemplo, si yo llevo una tablet le tengo que decir al de seguridad, antes de entrar, que el aparato es mío,  para que me lo anote en un papelito. Lo mismo si entro con una muda de ropa interior. Es ridículo”, contó indignada.

El derecho laboral al descanso, en muchos casos, tampoco es respetado: “A las chicas que trabajan 8 horas diarias les corresponde 20 minutos de descanso y no se los dan. A las que están con cama tampoco le dan el descanso que está arreglado. Cada dos por tres tienen invitados y las hacen trabajar hasta las 12 de la noche y nunca se lo compensan”, contó Verónica. Tampoco se respeta, en algunos casos, la comida pactada: “Una compañera tiene dos nenes y a uno le está dando el pecho. Trabaja de 8 a 15 y me contaba que no come, que no le dan ni un plato de comida. Es una lotería la casa en la que te toca trabajar. Nosotras hacemos trabajo doméstico, pero de repente ves compañeras paseando perros, lavando autos. Y así un montón de cosas”, denunció Marta.

Ese intercambio que habilitó accidentalmente MaryGo, al discriminar a las empleadas y provocar esperas de más de una hora donde las mujeres, enojadas, empezaron a hablar de sus condiciones de trabajo, también animó a algunas a contar situaciones de abuso, aunque “la mayoría no se anima a profundizar en eso todavía”. Las hijas de una de las trabajadoras, de 20 y 24 años, fueron a trabajar a la casa del ex esposo de su actual empleadora. “A ese tipo no le duran ni cuatro días las empleadas”, contó la mujer. “‘Cómo me gustaría verte con la remerita de Boca puesta’, le dijo una vez el patrón a mi hija. A otra chica le pedía que se ponga una calza para trabajar y le daba besos en la frente. Y eso no es nada, comparado con lo que viven otras chicas acá”, advirtió.