Animarse a una segunda oportunidad, a cambiar de vida, a seguir un sueño nuevo y temerario después de haber cumplido los 40, son deseos que tal vez suenen bonito pero que, a la hora de los bifes, no siempre resultan bienvenidos por los demás. Es el primer aprendizaje que recibirá Nolan, el cuarentón que tras haber “perdido” a su familia –tras un divorcio y un hijo ya emancipado– emprende una vocación dormida e ingresa como novato en la Policía de Los Ángeles, para encontrarse rodeado de veinteañeros que lo miran mal y se burlan de él y de sus incipientes dolores de rodillas y espalda. Así dispara The Rookie, la serie policial que emite la señal Universal TV los miércoles a las 22, y que parece sintonizar con el “edadismo” o “viejismo”, esa forma discriminación por edad que de a poco gana lugar en la agenda, en un mundo cuyos veloces cambios dejan en offside a los mayores cada vez más rápido. 

“No queremos que la Policía se convierta en un espacio para aventureros de mediana edad que ya tienen hijos grandes y se aburrieron de la vida de oficina”, le advierten en su primer día en la comisaría al agente recién llegado, pero veterano, que interpreta Nathan Fillon (con experiencia en el mundo de la serie policial: viene de protagonizar ocho temporadas de Castle). El actor parece incómodo en su personaje y eso aquí funciona: la incomodidad es esperable cuando los demás novatos tienen veinte años menos que él, son más rápidos y enérgicos, no temen ser el hazmerreír de la comisaría y no se esfuerzan por encajar, porque, simplemente, encajan. 

Es que en esta ficción policial, acaso una balada del policía pendeviejo, la edad es más importante que otras variables de la diversidad: las acciones hacen base en una comisaría multiétnica y poblada de roles femeninos fuertes, donde las parejas de agentes que abordan cada coche patrulla incluyen distintas combinaciones –hombres y mujeres, afroyanquis, latinos, asiáticos–, pero la única forma de discriminación visible tiene que ver con la edad (la del héroe recién iniciado, pues los demás veteranos del elenco ya ocupan cargos de mayor jerarquía). “La diversidad cultural en The Rookie es crucial pues transcurre en Los Ángeles, una ciudad en la que todos venimos de diferentes lugares”, señala la actriz Alyssa Díaz, californiana de origen mexicano y colombiano, a quien se ha visto en Narcos: México, y que aquí encarna a la agente Ángela López, una de las novatas jóvenes que ingresa en la fuerza al mismo tiempo que el grandote Nolan. 

La otra cuestión en la que indaga tácita, quizá livianamente The Rookie, es en eso de querer ser policía, casi como preguntara la banda Todos Tus Muertos, hace casi treinta años. Y por qué. Más allá de la explicación narrativa (una epifanía durante un asalto a un banco en el que por casualidad se encuentra el personaje principal, en el primer episodio), la opción de una segunda oportunidad, durante la crisis de los 40, corporizada en esto de empuñar un arma y salir a la calle a defender la ley, no deja de llamar la atención a miles de kilómetros de California, aquí en la Argentina, donde hoy se debaten los criterios, protocolos y atribuciones de la Policía a la hora de disparar. “En una de las capacitaciones que tuvimos con uniformados reales, me hice la pregunta de por qué convertirse en policía si no uno no logra sostener un arma durante un tiroteo”, concede el actor Titus Makin, acaso conocido por su paso por Pretty Little Liars, quien en The Rookie interpreta a Jackson, otro novato joven, hipercalificado para desembarcar en la fuerza. “Un policía real nos contó que el novato a quien debía entrenar tenía el mismo problema con el arma, y yo no entendía cómo podía pasarles eso, si fueron ellos mismos quienes habían elegido esa profesión”, añade Makin, quien orilla la cuestión de la capacitación policial, que en The Rookie es de apenas un semestre. 

Aunque en lo formal la serie es un policial, con los casos, las armas y la violencia diaria de la vida del uniformado, el tono general de The Rookie y su mirada de la mediana edad en clave agridulce –“agriácida”, en realidad; lo de dulce, a lo sumo, aquí es un regusto que dejan algunos momentos de humor– tienen más que ver con una comedia dramática. Porque si bien el centro de la acción es la comisaría, y los desafíos cotidianos de cada patrullero ante cada denuncia al 911, el núcleo de la historia no es policial, sino humano: un cuarentón solitario que viene de perder su vida familiar anterior y ahora intenta abrirse un lugar, como puede, en un mundo de jóvenes briosos.