Se trata de dos perlas de cine cargadas de rock. Ambas, un momento ejemplar de combustión creadora rosarina y en el marco peor, el de la última dictadura. Entre los años 1976 y 1980, Mario Piazza produjo dos cortometrajes con el grupo Irreal: Sueño para un oficinista (1976/77, Súper 8, 17') e Historia de un pintor (1979/80, Súper 8, 20'); films que podrán verse hoy a las 20, junto al realizador, en la proyección que organiza Centro Cultural Fito Covelli (Italia 1050).

Sueño para un oficinista tuvo su estreno en La Comedia, recorrió salas del país, y se proyectaba con el grupo tocando en vivo. El lleno en La Comedia fue total. Según refiere Sergio Rébori en su libro Generación Subterránea: La otra historia del rock de Rosario, al término del concierto el grupo se fue a escuchar la grabación a la plaza Buratovich y, en palabras de Juan Chianelli, "de repente nos rodearon cuatro patrulleros, todos al piso, las manos en la nuca y el interrogatorio. Finalmente, el jefe del operativo nos reconoció, se dio cuenta que éramos los pibes de enfrente y nos dijo que era peligroso estar en las calles a esas horas de la madrugada, que nos fuéramos a dormir y nos dejaron ir. Claro, después de una serie de amenazas".

Juan Chianelli, Adrián Abonizio, Hugo García, Yayi Gómez, Marcelo Domenech, Ricardo Carbone, Josecito Parpal, conformaban aquella primera formación. Jorge Remonda, Silvia Chirife y Francisco Casiello fueron los intérpretes del film. "Yo apenas puedo imaginarme cómo hacíamos, por la cuestión técnica sobre todo. Proyectábamos desde la primera butaca del teatro La Comedia, sobre una pantalla que no era más que una sábana de dos plazas colgada de una de las bambalinas", recuerda Mario Piazza a Rosario/12.

-- ¿Y la reacción del público?

-- Aplaudían, cómo no, quedaron fascinados. Cuando fuimos a Buenos Aires con Irreal, hasta Miguel Grinberg publicó una crítica sobre el recital en el diario La Opinión. A la película le dedicó un par de líneas, me acuerdo donde decía "pese a algunos tics infantiles, tiene momentos no sé qué más" (risas).

-- ¿Cómo surge la película?

-- Yo había hecho la película a partir de una idea que surgió con otro compañero, un amigo músico. Pero este amigo no se sintió capaz, no tenía la estructura que necesitaba, y me recomendaron a Irreal. Caí, se los propuse y se engancharon. Ensayábamos en la casa donde lo hacía Irreal, frente a Plaza Buratovich. Yo iba con un proyectorcito y proyectaba en una de las paredes, mientras los músicos ensayaban. Rebobinaba y volvía a pasarla para que volvieran a ensayar la misma parte. La película se ganó unas cuantas rayaduras antes del estreno, y en el estreno muchas más. Hay que destacar que por la limitación técnica del Súper 8 las copias que se podían hacer eran muy caras y malas. Así que el original de cámara era el que compaginábamos y el que proyectábamos después, tanto en los ensayos como en las proyecciones públicas.

-- Al revisar tu propia obra, ¿con qué te encontraste?

-- La lógica es que uno progresa o crece como realizador, pero al ver trabajos viejos uno descubre que hay cosas que quizás ya no las hace o no haría. Hay algo demás, pero también de menos. En principio había cierta ingenuidad, aunque a eso no sé si lo he perdido. También cierta inocencia, que lleva al arrojo, sobre todo en Sueño para un oficinista. Fue una de mis primeras películas y no quedé contento con el resultado técnico, me pareció que no fue del todo prolijo. Me propuse serlo más en la siguiente película, Historia de un pintor. Pero ahora yo pondría en cuestión este propósito.

-- ¿Cuál es la banda sonora que acompaña ahora a Sueño para un oficinista?

-- Es una banda musical original, una novedad. En aquel momento, le había puesto una que había grabado del recital en vivo, desde la butaca con un grabador de casete. No era de muy buena calidad. Ahora hemos resucitado una banda de sonido que había sido grabada en estudio pero nunca usamos. La han remasterizado y la he puesto en la película, con la posibilidad que da la computadora de sincronizar más precisamente. Del mismo realizador y con otra tecnología, ¡el secreto está en dejar pasar 40 años! (risas).

Historia de un pintor cuenta con la actuación del pintor Daniel Scheimberg, la música es de Irreal e incluye un tema del grupo tucumano Redd. Para esa época, de la formación inicial de Irreal sólo permanecía Juan Chianelli, y en reemplazo de Abonizio ingresaba Juan Carlos Baglietto. Según Piazza, entre una y otra película "se cuenta una misma historia". De manera genérica, puede decirse que se trata de personajes que buscan transgredir lo que les sujeta, en una ciudad maleable (con imágenes documentales que hoy resultan mágicas), entre narrativa, yuxtaposición experimental, celuloide rayado, introspección y vuelo poético. La música abarca todo y lo redimensiona. "Fue una época difícil, era el ambiente que teníamos y las herramientas de las que disponíamos: el Súper 8 y la dictadura militar. Fue un clima oscuro en general y tenía bastante ingenuidad frente a esas cosas. Estábamos queriendo conocer qué era la vida", concluye.