“Resistencia. Así se llama esta marcha porque resistir es la parte de nuestra lucha que mejor nos sale.” La definición pertenece a Nora Cortiñas y la ensayó ayer, debajo de uno de los gazebos que los organismos de derechos humanos instalaron en la Plaza de Mayo para resguardar, de vuelta en vuelta, a las Madres de Plaza de Mayo de la Línea Fundadora durante las horas que duró la nueva edición de la Marcha de la Resistencia, la número 38. A diferencia de otros años, en éste el ritual fue un poco más corto –duró ocho horas–; como otros, contó con la participación de agrupaciones sociales, familiares de víctimas de violencia institucional y autoconvocados. 

Ayer fue jueves, y como cada jueves, la Pirámide de la Plaza de Mayo esperaba la ronda de los pañuelos blancos, que llegaron más temprano. Es que ayer las Madres de la Línea Fundadora comenzaron a caminar desde el mediodía para celebrar la edición 38º de su Marcha de la Resistencia. “Resistimos entonces a los embates de la dictadura, de los represores que nos negaron el paradero de nuestros hijos, que los asesinaron. Resistimos luego la impunidad. Y resistimos ahora este plan de ajuste criminal y la represión con la que solo puede llegar a ser puesto en marcha. Resistir vamos a resistir siempre porque es lo que mejor sabemos hacer, es la parte de nuestra lucha que mejor nos sale”, amplió Cortiñas. Su pañuelo blanco le cubría las canas del sol que, a escasas horas de caminata, le había puesto la cara como un tomate. Sin cambiar de sonrisa se sacó varias fotos con quien se lo pidió y abandonó el gazebo para retomar la ronda del brazo de su hijo Marcelo. Mirta Baravalle y algunas otras madres se mantuvieron a la sombra “hasta que baje un poco el sol”. 

Un grupo de jóvenes pintaron un pañuelo blanco gigante sobre el piso de la Plaza en el ingreso desde Defensa. Allí dentro, las personas que se acercaban a la ronda fueron sumando nombres “por los que este pueblo resistió y resiste”: Roberto, Gloria, María, María Marta, Reinaldo, Kevin. Desaparecidos en dictadura. Víctimas de gatillo fácil. Desde la radio abierta que acompañó la marcha, Sergio Maldonado agradeció que le dejaran escribir el nombre de su hermano, Santiago. “No hace falta contar toda la historia de cómo desapareció Santiago porque quienes están acá nos acompañan desde el principio”, acotó antes de reiterar la información que junto al resto de la familia del joven compartió el miércoles en una conferencia de prensa: que apelarán el fallo del juez que cerró la causa sin ningún responsable identificado por la desaparición ni la muerte “cuando no debiera haberlo hecho”. 

Cortiñas interrumpió las vueltas a la Pirámide para acercarse al escenario y escuchar a Sergio. La gente que marchaba detrás de ella la siguió y el tumulto llama al tumulto. Allí, mezclado, también oía Alberto Santillán, el padre de Darío, uno de los dos jóvenes asesinados por la Policía Bonaerense en 2002 durante una protesta en Avellaneda. “Todos los familiares de víctimas de violencia institucional sentimos lo mismo cuando vemos a las Madres: son esa lucecita que nos guía en una lucha que no elegimos pero que no podemos no dar”, concluyó Maldonado.

Para cuando culminó la breve entrevista que ofreció en la radio abierta, había que repoblar las rondas en torno a la Pirámide. “Vamos que se arma la ronda, vamos que se arma la ronda”, convocó Gabriela, militante de la Gremial de Abogados y amiga de las vueltas de las madres cada jueves “desde que tengo memoria”. Todes la conocen como la Chiqui, aunque sobrepase el metro 70. “Los 30 mil siempre están presentes en las rondas que damos con las madres, pero en la Marcha de la Resistencia el mensaje es más amplio: se resiste a un sistema que oprime, que castiga al pueblo de las más diversas maneras. Y por eso estamos acá, para demostrar el pueblo que nos levantamos cada vez”, apostó. 

A media tarde llegaron la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; los referentes de Familiares de Desaparecidos Detenidos por Razones Políticas; y algunos pañuelos blancos más, como los de Vera Jarach, Enriqueta Maroni y Taty Almeida, quien consideró que “más que nunca hay que hacer esta marcha porque es una manera de seguir resistiendo la medidas que está tomando este Gobierno, que a diario está violando los derechos humanos. Como nunca hay que estar fuerte y unidos”. Fue entonces que la ronda se mostró contundente, con la bandera de la Línea Fundadora y, detrás, las de Hijos, Correpi y los banderines en los que La Poderosa imprimió nombres y fotos de víctimas de Gendarmería, Prefectura y Policía. 

Desde temprano acompañaron José Schulman y Graciela Rosemblum, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre; Genoveva Ares y Carmen, su mamá, militantes de Monte Grande, y Cristina Comandé, sobreviviente del centro clandestino Puente 12. Cada hora que se cumplió de marcha se saludó con un “30 mil compañeros detenidos desaparecidos ¡Presentes! ¡Ahora y siempre!”. Su edición número 38 culminó con una lectura colectiva de poemas escritos por algunos y algunas de esos 30 mil. “Es una manera más de que estén acá con nosotros”, definieron desde la organización.