El escenario político santafesino es contradictorio. Es muy común por estos días escuchar a dirigentes y potenciales candidatos decir "ya tenemos el cierre encima". Pero de la misma manera están los que aseguran que "de acá a febrero hay una eternidad". Y las dos afirmaciones son ciertas aunque están teñidas por las ansiedades de los que no tienen seguro su futuro como postulantes y los que sí saben que serán de la partida. Y atraviesa a todas las fuerzas políticas.

En el mundo Cambiemos por ejemplo, ya no está tan claro que se de una interna entre el radical José Corral y el PRO Federico Angelini, después de que éste encabezara el fin de semana pasado un importante acto con dirigentes de los dos partidos mayoritarios de la coalición. La novedad es que el que se baje de sus aspiraciones en la provincia, puede encabezar la lista de diputados nacionales que también se votan este año. Una especie de premio consuelo -vaya que es un premio- pero que implica salir por un tiempo de la cancha política provincial.

Hasta aquella afirmación que parecía indicar que el único candidato a intendente de Rosario del sector sería Roy López Molina, empezó a crujir. Angelini afirma eso, pero por las dudas pone a rodar a Gabriel Chumpitaz, que aprendió más rápido que muchos otros de qué se trata esto de la política. Sube el perfil, habla de la seguridad, camina como nadie los barrios, pero evita meterse de lleno en roscas que lo exceden.

Tampoco el oficialismo santafesino tiene todo definido. Tras la confirmación esta semana de lo que todos sabían -Antonio Bonfatti habló formalmente como pre candidato a gobernador- tampoco se conoce si tendrá o no contrincante para la PASO del Frente Progresista. Ahí se sigue barajando el nombre del ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, el preferido del gobernador.

Este es un punto para aclarar. Parece una locura hablar de postular al responsable de la seguridad pública santafesina, con lo que implica la materia en este territorio y con los resultados que siempre son esquivos en estas gestiones. Pero por otro lado, Pullaro es un joven dirigente con aspiraciones que siempre entendió que si tomaba con sus dos manos el fierro al rojo que es ese ministerio, tendría la oportunidad de un futuro político distinto que lo saque de la anodina reiteración de períodos en la legislatura provincial. Para el Frente Progresista no sólo significaría conservar un sector importante del radicalismo adentro, sino que el ministro podría absorber todos los mandobles de campaña por la inseguridad y dejar más suelto a Bonfatti con el tema que lo acecha desde su pasado mandato.

El gobernador Miguel Lifschitz es quien tiene la respuesta a estos interrogantes y también sobre el mayor enigma de esta elección en Santa Fe que pasa por saber qué hará él mismo. Lifschitz por ahora coquetea con su proyección nacional que se acrecentó cuando se le cerraron definitivamente las puertas de su reelección. Sabe que tiene casi un 60% de aceptación que no piensa desperdirciar. No controla el partido y por eso busca alianzas hacia fuera, con un sector del radicalismo y hasta con Sergio Massa, del Frente Renovador. Camina los estudios de la TV porteña y se diferencia cada vez más del modelo macrista. Lifschitz tiene dos grandes ventajas: es uno de los políticos más hábiles de la provincia y no tiene ningún interés en que eso se note. Lo que lo hace más inteligente todavía. Lo que decida para estas elecciones será crucial.

La confirmación de Verónica Irízar como candidata del socialismo para enfrentar a Pablo Javkin en la interna del Frente Progresista no sorprendió demasiado. Más que nada porque se impuso por sobre nombres que no tenían demasiado peso específico y porque su misma postulación tampoco sacudió la escena local. Al socialismo le va a costar horrores encontrar nuevos liderazgos a pesar de la aparente promoción de hombres y mujeres sub cincuenta en su espacio. La única pelea admitida es entre Lifschitz y Bonfatti. Hasta que no surjan otras, no habrá nuevos líderes genuinos.

En el peronismo, que la tenía bien atada, las cosas empiezan a ponerse espesas. Es claro para todos que Omar Perotti es el mejor posicionado y que la mayor duda pasa por saber si las intenciones de María Eugenia Bielsa de enfrentarlo llegan a plasmarse oficialmente. La arquitecta camina sin cesar en su armado horizontal, pero se niega a hablar como candidata. Los dos -Perotti y Bielsa- están agotando la paciencia de muchos que esperan definiciones para saber si serán o no de la partida. Sus silencios, sus intrincadas campañas y sus dificultades para sembrar entusiasmo en la militancia, los transforman en líderes extraños para el peronismo que es mucho más visceral e inorgánico a la hora de las construcciones. La muchachada se impacienta.

En el kirchnerismo provincial es donde más se nota la ansiedad. ¿El sector estará representado por tres candidatos a gobernador? Imposible. Nadie imagina a Marcos Cléri, Leandro Busatto y María de los Angeles Sacnun juntos en una misma grilla. Tendrá que haber definiciones, y esas definiciones esta vez no dependen de Cristina Kirchner sino de lo que ordenen -o dejen que decante solo- tanto Perotti como Bielsa. Pero para eso tienen que prometer cosas y se ve que no están dispuestos a hacerlo. Al menos por ahora.

El que tuvo más tranquilidad últimamente es Roberto Sukerman. Tiene el apoyo de todo el peronismo aunque esto no implique necesariamente "dar la vida" por el concejal, pero sí que le van a tener el saco para la pelea a intendente de Rosario. El candidato confía ciegamente en un entendimiento con la Ciudad Futura de Juan Monteverde para animar un proceso interno que le dé más posibilidades en una general en la que deberá enfrentar a los postulantes de los dos oficialismos -el local y el nacional- que tendrán incontables recursos para promocionar a sus figuras.

La historia marca que el peronismo tiene un techo en Rosario y que deberá buscar alianzas para engordar para un lado u otro. De lo contrario parece que el electorado rosarino casi siempre encuentra atajos para esquivar a los postulantes del PJ.

Suelto sigue quedando Alejandro Grandinetti. El diputado del Frente Renovador no cierra aún sus conversaciones con sectores del peronismo y del socialismo. Las ofertas a veces son tentadoras pero nunca definitivas, por lo que el legislador se tomará todo el tiempo disponible para determinar su futuro político. Es la figura que varias fuerzas políticas ven como posible clave para ensanchar su electorado, pero deberán crecer las garantías para sumarlo a esos proyectos.