"En lo personal, me parece muy importante que si alguna especie de relación con la inspiración está por llegar, es esencial cortar con todo, de la manera que sea, y ponerse a trabajar. Esto fue lo que me pasó hace más o menos año y medio", le explica Federico Leites a Rosario/12. Como resultado de esa experiencia surge Montaraz, el disco que el músico presenta junto a Mauricio Vieiro mañana a las 20, en el Anfiteatro del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río), con entrada libre y gratuita.

"Alquilé una casita en el norte de Córdoba, en un lugar paradisíaco llamado Aguas Antiguas, y me dispuse cuatro meses a ver qué pasaba. Había llevado sintetizadores, pero la casita tenía panelería solar, así que al primer día que los enchufé me quedé sin energía por una semana (risas). Ahí dije 'será con guitarra'. No soy instrumentista ni mucho menos, pero me gusta componer con guitarra. Y me di cuenta que lo que naturalmente nacía era una comunión con el paisaje. Lo que me quedaba era como un espejito, con el que por momentos veía una cascadita, o le cantaba al cerro azul o a los pájaros", añade Leites.

Montaraz, de hecho, inicia solo con la guitarra. Luego vendrá la voz de Leites y con ella la delineación de una sensibilidad atenta con un sonido que linda con el silencio. "Yo tengo un disco que se llama Ataúd, ataúd que es bastante diferente (risas), lo hice en Nueva York, cuando laburaba como director de arte para el escultor Adrián Villar Rojas. Allí me compré los instrumentos y puedo decir que lo que hago sería música de paisaje: donde sea que nos pongan alguna reacción hace que eso imante con melodías y palabritas que van armando poesía", señala.

En cuanto a Montaraz, Leites dice que "al llegar al monte de Punilla sentí el silencio por primera vez, fue una sensación rarísima. Me dio un ordenamiento pleno de un montón de situaciones internas que quizás estaban mal ecualizadas por el ruido o porque no estaban siendo escuchadas. Fueron tres o cuatro meses de una experiencia maravillosa. Al tiempo me invitaron a una residencia en Tucumán, a otro proyecto musical, y a esto lo cajoneé. Resulta que a los seis meses viene mi hermano, que es un guitarrista eximio, y me preguntó sobre aquellas canciones de Punilla. Las empezó a tocar, vimos las cadencias, y empezamos a ver que había una sensibilidad común en todas las canciones, tenían una coherencia, algo que en mí es mucho porque no soy muy coherente".

En cuanto a la grabación en el lugar, Leites comenta que "al juntarme con Ezequiel Fructuoso en Punilla, le dije: 'mirá, es imposible grabar el disco acá, porque el ritmo de mierda que tenemos nosotros es ahuyentador del espíritu que el álbum tiene que tener'. Así que volvimos a Aguas Antiguas y montamos un estudio de campaña hermoso en el domo geodésico. Pudimos grabar algunas tomas en un ranchito de adobe del siglo XVIII, y luego salimos al monte a grabar. Vino también Juan Pablo Folonier con ganas de participar, y terminó realizando un documental de 12 minutos, que cuenta el proceso de grabación".

La coincidencia de miradas en el mismo proyecto, adquiere también características de relieve en la puesta en escena prevista para esta noche. "Yo no tenía pensado hacer una presentación pero después de una reunión casual con la directora del Parque de España, quien había visto el documental, sale la opción del anfiteatro. Ahí pienso en Carlos Aguirre y Sol Pipkin, para armar una escenografía que le rindiera homenaje a uno de mis pintores preferidos que es Dante Grela. Vamos a tener un tapiz gigante de 10 metros por 10, como si fuese un tapiz vivo, donde los músicos ingresarán a decir sus canciones. Todo está hecho a pulmón, entre amigos, pero con una calidad artística y humana muy bien posicionada", explica Leites mientras subraya las tareas de Michelle Siquot (vestuario), María Fernanda Weber (iluminación) y Franco Mascotti (sonido). La presentación tendrá además registro audiovisual a cargo de Fango Films.

"Siento que el disco tiene algo de haiku, de esos versos cortos que concentran una imagen poética fuerte".

Pero hay un rasgo que permite ahondar todavía más en la genealogía de Montaraz: "Hace dos años tuve la posibilidad de viajar a Japón, viaje que me cambió mucho la vida. Me conmoví con el Japón tradicional, el del interior, el Japón del campesinado, donde uno puede entender en mayor medida lo que es el zen para oriente. Ir a los templos, caminar por las calles y ver el paisaje desde el monte Fuji o los Alpes Japoneses, fue algo que caló hondo en mí. Siento que el disco tiene algo de haiku, de esos versos cortos que concentran una imagen poética bastante fuerte. En algún sentido el disco tiene algo del criollismo más contemporáneo con el zen japonés, algo que puede sentirse en algunas partes de las canciones. La mirada que sobre la naturaleza tiene Japón quizás se filtró en las melodías, en las formas de interpretar, en las canciones", concluye.