Cuentan los que la han visitado que, a simple vista, parece una tienda pop-up (temporal) cualquiera, con los ya típicos letreros de neón, el look despojado, minimalista, las paredes casi desnudas, la mesa de merchandising mononamente dispuesta. Lo atípico de este local efímeramente abierto en el corazón de Manhattan es lo que ofrece: música de Johann Sebastian Bach. No discos, vale raudamente aclarar: dentro de la Bach Store, como ha sido bautizada, un pianista toca horas y horas cada día, todos los días. Y ofrece bonus track cada noche: conciertos con músicos invitados. Que interpretan Bach, sobra decir, siempre Bach; preludios y fugas del compositor barroco alemán durante horas y horas. El hombre detrás de la idea, y del piano de cola, es el músico Evan Shinners, de 32 años, con formación en la prestigiosa en Juilliard, que rentó durante mes y medio un local vacío en la calle 56 y Broadway para montar su tienda, en pos de doble fin: hacer más accesible la música de su ídolo, sí, pero además probar su propia resistencia. “Es como una maratón; se me están por caer los brazos”, bromea el evidentemente agotado varón, que pudo financiar la Bach Store gracias a una beca del conservatorio Music Academy of the West, del que antaño fuese estudiante. El valor de entrada sugerido es 10 dólares, y hay souvenirs a la venta: remeras con el nombre del alter ego de Shinners, “WTF Bach”, encendedores con ídem leyenda, pelotas para el estrés con forma de cerebro que rezan “tu sesera es distinta a la de Bach” y... condones. Preservativos con info que, a modo de cautionary tale, advierten que Bach tuvo ¡veinte hijos! a lo largo de su vida. Para todo lo demás, está El clavecín bien templado y otras composiciones.