Ya lo aclaró en una nota con PáginaI12, hace más de tres años: Denise Sciammarella no sabe si su fluido sanguíneo tiene que ver o no con el de Rodolfo, el autor de “Besos Brujos”, a quien muchos endilgan también “La marcha peronista”. Pero tal “ni”, lógico, no le impide nadar como pez en el agua en las turbulentas aguas del tango. En efecto canta, en efecto adapta y en efecto compone en un grupo que ella misma creó (Sciammarella Tango) y que se apresta a estrenar Tangos Franco-Argentinos, su segundo disco, hoy a las 20 en La Academia (Beruti 4643), con Lidia Borda entre los invitados. “Es un disco compuesto por tangos expatriados, ‘tangos Lázaro’, y tangos con parole francés”, enmarca ella, cuya particularidad, además de cantar excelente, radica en una licenciatura en física que la tiene yendo y viniendo entre París y Buenos Aires. 

Un itinerario vivencial, científico y artístico que precisamente la llevó a dar con la esencia del trabajo. “El hecho de haber vivido tanto tiempo en París sumado a mi interés por el tango me hicieron curiosear. Primero di con el libro La historia del tango en París, de Cadícamo, que es como una guía turística, porque están todas las direcciones que vinculan a esa ciudad con el género. Empecé a buscar todos los lugares que él nombra, y están. Así conocí el circuito del tango en la ciudad, y me enteré de que Gobbi padre había abierto una editorial allí. Y me encontré con ‘Lutecia’, un instrumental de Atilio Stamponi y Virgilio Expósito, que también aparecía como ‘Parisien’. Nos encantó el tema, e hicimos nuestra versión con el fin de sacarla de su limbo musical. Lo resucitamos como Lázaro”, define ella.  

–¿Y los tangos expatriados, la otra categoría que menciona, cuáles serían?

–“La morocha”, cuya versión argentina tiene una onda machista, dado que se trata de una mujer fiel que le hace el mate a las tres de la mañana a su marido y que muta de sentido en la versión francesa, conocida como “Mimi Boheme”. De hecho, éste es considerado el primer tango feminista, porque la morocha pasa a sentirse cansada de estar encerrada en su casa y quiere salir. La adaptación la hizo un cancionista francés llamado Léo Leliévre. Es curioso ver cómo, a la luz de las dos letras, la realidad de la mujer cambia con el contexto. 

Las dos franjas geográficas, estéticas y existenciales que atraviesa Denise explican entonces un disco que, desde el nombre, marca origen y procedencia. Y, desde el contenido, actúa en consecuencia. Más allá de la sorprendente “Mimi Boheme” y del hallazgo de “Lutecia”, el resto de de las piezas aluden a algún personaje francés anclado en Buenos Aires (“Francesita”, de Delfino-Vaccarezza; “Madame Ivonne”, de Pereyra y Cadícamo). O son adaptadas y cantadas en francés por la misma Denise. Tal el caso, entre otros, de la bella “Comme il Faut” (Arolas-Clausi) o “Claudinette”, de Delfino-Centeya. O se vinculan directamente con la ciudad luz, caso “Luces de París” de De La Púa-Cadícamo (cuya partitura Denise encontró en un comercio de usados) y “Mañanitas de Montmartre”. “¿Sabe cuál es el barrio más nombrado en el tango? No es ni Boedo, ni San Telmo ni La Boca, es Montmartre. Por eso, además de ‘Mañanitas…’, hicimos una versión de ‘Los cien barrios porteños’, incluyendo barrios parisinos”, cuenta la cantante, entre maníes y lúpulos rojos, en un bar de empedrado.  

Claro que el talante universal de la música que propone el sexteto sería poco posible si quienes lo componen (todas chicas) no tuvieran tantas millas de vuelo acumuladas. Hanel Yeon, la pianista y bandoneonista, es surcoreana. Cindy Harcha, dirección musical y bandoneón, es chilena. Shino Ohnaga, la otra pianista, es japonesa. Mariana Atamás, violinista, proviene de Ucrania. Y Geraldina Carnicina, la contrabajista, es la que más cerca nació de los faroles porteños: Bahía Blanca. “El tango tiene un tinte internacional, indudablemente, y llama la atención que haya arraigado mucho más en Francia que en otras regiones que parecerían estéticamente más cercanas como Italia o España. Yo creo que hay una explicación en temas como ‘Comme il faút’ o ‘El marne’, ambos de Arolas, que era hijo de francés pero también, por supuesto, en los viajes de los tangueros: Gardel, Canaro, Cadícamo, en fin, lo que sabemos.”

–¿Cómo experimentó la adaptación idiomática de los tangos que canta en francés?

–Me resulta más fácil el francés, porque me libero de los referentes. además, ese idioma me dio un terreno de libertad que me permitió expresarme y la experiencia de vivir allá me hizo conocer que el francés es muy enojón, incluso hoy está incendiando las calles, y eso lo tuve en cuenta a la hora de adaptar las piezas. De ahí la vehemencia, lo callejero, la cosa popular que ya aparece en Edith Piaf...

–El único tema que se desprende del puente con Francia es el bonus “Esperando el 24” ¿Qué esperan?, ¿la Navidad?

–No… ¡el colectivo esperamos! (Risas). La historia de ese tango es de cuando acompaño a Cindy a tomar el 24, colectivo que tarda un montón y nos permite seguir hablando en la parada. Igual es loco, porque el tema me bajó entero esperando el 8. 

–El tercero en discordia es el 45 que aparece en la tapa del disco.

–(Más risas.) Y en el video, sí. Lo conseguí, porque lo vi pasar por el barrio en una especie de muestra de colectivos antiguos, y anoté el número que figura en la chapa. Después llamé a Jorge, que es el chofer y el dueño, y él nos permitió ir al galpón de Lanús donde lo tiene guardado… Ahí armamos el video y la tapa del disco. Después vino a la noche de los museos, y ahora va a venir a La Academia. La idea es que se pasee al público antes del recital, y después presentar al chofer en el escenario.