• Rubín-Lacruz-Heler-Nikitoff, Cambiando cordaje. Alfredo “Tape” Rubín retornó a las bateas con un disco que puso el acento en dos elementos: una guitarrística precisa y una poética afilada y contemporánea (“Milonguética” vale como ejemplo). 
  • Julieta Laso, Martingala. Un disco con cierta desolación de época, actitud punk y perfume tanguero que amplió su radar sonoro a la canción rioplatense y más allá.
  • Tata Cedrón, Jamaica Marú. Inspirado en la poética del escritor, periodista y dramaturgo Héctor Pedro Blomberg, el disco del Cuarteto reflejó un ambiente portuario, tradicional y viajero.
  • Fernández Fierro, Ahora y siempre. Más rabiosos y oscuros que de costumbre, la Fierro entregó un disco breve, coyuntural y contundente.
  • Gabriel Merlino, Cuántico. El bandoneonista se propuso retratar el sonido de una Buenos Aires caótica, cambiante y llena de vértigo a partir de piezas instrumentales de su autoría que retoman el espíritu transgresor de la generación del ‘60.
  • Amores Tangos, Fronterabierta. En su tercer disco, el grupo reforzó la idea de entender al tango en plural y en clave festiva: suenan ritmos de cumbia, candombe, zamba y música brasilera.