• Habíamos ido de excursión a la isla. Guitarras, poca plata y ganas de estar entre los árboles, cerca del río. Por la noche, mientras asábamos unas papas al fuego, un pescador viejo emergió de las sombras y se sentó con nosotros. Extrajo una armónica y se puso a tocar algo indefinible, grosero de a ratos, juguetón y simple. Al día siguiente regresamos y por la noche tuvimos ensayo. Marcelo alegremente mostró un tema con una melodia.

    -Se me ocurrió esta mañana,le falta letra.

    Era igual a una cancioncita que había surgido de la boca de aquel pescador furtivo y anónimo.

    -¿Puede reclamar derecho de autor? -inquirió.

    Lo hicimos asustar y dejó de lado la línea. Luego, sabientes y cómplices de un robo extraño la fuimos adoptando como parte de una composición. Que en paz descanse el autor. Y que su fantasma sea condescendiente con los pequeños hurtos de jovencitos rateros.

     
  • La experiencia de haber transitado años de plomo trabajando de músico me fue aclimatando y poniéndome alerta. Llevar siempre el DNI -aquel verde, rectangular e incómodo-, algo de dinero y nada de libretitas o anotaciones o teléfonos. Cuando le comenté esto a un amigo de época se sonrió y acotó: "Yo siempre salgo con todo eso y además con esta gorra". Se la quitó y sobre su cabellera colorada apareció como un polluelo en su nido un casette. "Es mi música que llevo para los ensayos. Una vez me la sacaron y era inédita. Ahora cuando me paran nunca más me lo podrán quitar, porque ni se imaginan que la tengo acá arriba.Y se tocaba la mollera orgulloso de su aporte a la astucia en medio de un país que se encontraba en guerra contra los artistas.

     
  • Otra vez el Topo Carbone se aposenta en estas páginas. Una tarde encontró a una señorita a la que logró arrancarle su número de teléfono. Como era domingo por la tarde y él no poseía birome, sencillamente anotó los dígitos con una piedra sobre un reborde del pavimento. Al día siguiente pasaría y lo copiaría.Esa noche, una lluvia tremebunda borró las señales y se quedó sin su cita. Llegó rengueando a la sala de ensayos y contó la anécdota. Al notar su malestar en la pierna, alguno le comentó el porqué no podía pisar el pie del charleston. "Ah, me mordió mi perro esta mañana, siempre lo hace". Lo miramos absortos: "¿Es tu perro y te dejás morder?

    -Yo lo entiendo.Me muerde cuando se sube a la cama y al ver mis dedos bajo la sábanas cree que es un animal para cazar y me ataca, pobrecito.

    Con naturalidad explicaba los fenómenos mas insólitos. Así era, así es, así será siempre la Leyenda del Topo.

     
  • La Historia de Mate Cocido es una canción que narra las aventuras del salteador de caminos y justiciero que, a su modo, hiciera la vida imposible a los comerciantes prósperos de la época. Lo escribí en Santa Ana, Corrientes, una mañana de domingo. Luego, con el tiempo recorrió su caminito y figura por suerte en antologías. Existe también otra canción que habla del mismo personaje cuyo autor no recuerdo. Cierta vez, ya instalado en el mundo musical fui a Chaco y subí a tocar. En un intervalo se me acerca un gaucho amable y me pide de compartir el tema de Mate Cocido.Lo tomé como un reconocimiento y subimos. Lo gracioso es que él, luego de marcar cuatro, empezó aquel viejo tema a la par del mío, lo que produjo en la platea un momento de consternación y risas. Aclarado el equívoco, ambos tocamos, uno después del otro cada uno su tema. Me parece que el de él estaba mejor que el mío. O, lo que es más atractivo aún, la mezcla de los dos, si hubiésemos resistido, seguramente podría haber provocado un lenguaje musical nuevo.

     
  • Una vez en Misiones nos encontramos guitarreando entre varios y, hermanados, nos deslizamos por la ginebra largamente. A eso de las cuatro de la mañana un bandoneonista me pregunta si estoy por grabar.

    -Sí -le digo-, a fin de año. Estábamos en julio.

    -Ah, me gustaría tocar.

    Y yo, por inconsciencia y por amabilidad, le dije que sí, que podría ser, que como no,que venga a Buenos Aires el 6 de noviembre, que al otro día grabaríamos. La fecha y el lugar eran exactos. "Se va a olvidar pronto y yo quedo bien", me dije.

    Los meses pasaron y la noche del 5 de noviembre tocan a mi casa y de un Renault fatigado desciende el bandoneonista con una sonrisa de oreja a oreja.

    -¿Viste? Cumplí, eh?.

    Me persigné y toda la noche en la cocina con el guitarrista le estuvimos pasando los temas hasta que cuando amaneció nos fuimos a dormir unas horas para luego ir al estudio. Tocó y grabó como un duque.

    -Un misionero jamás olvida, chamigo -me alargó sonriente.

    Sinceramente, yo estaba algo avergonzado por mí, pero feliz por las coordenadas astrales que mueven los hilos de la memoria y la hermandad.

     
  • Mi colegio nocturno fue una especie de Eempa, donde convivían adultos con menores de edad. Un colegio glorioso. Guardo de él recuerdos inolvidables. Estábamos formando un grupo y no teníamos tiempo para escribir las letras puesto que esa noche, en un rudimentario grabador, las dejaríamos selladas. Le comentamos eso a una amiga mayor edad y en la última hora ella, mostrando sus fabulosas piernas, entretuvo al profe de Educación Democrática, mientras nosotros en el fondo retocábamos la poética. Le pagamos dedicándole un tema y ella, dándonos el vuelto, se levantó la falda como regalo.

     
  • Había un chico en Buenos Aires que perseguía a Fito por todos lados. Lo esperaba luego de las grabaciones, a la salida de algún club, luego de desayunar. El pibe siempre estaba ahí. Un día le preguntó qué quería.

    -Es que todas tus canciones hablan de mí.

    El film Imagine, donde por un camino llega un pibito extraviado y le dice a Lennon lo mismo, llegó a nuestra memoria. Fito, advertido y paranoico, pidió que se lo saquen de encima. Lo asustamos un poco. Nunca se sabe si podia dejar el tecladito con el que andaba bajo el brazo por un 38 largo. Nunca se sabe.

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