Nadie está feliz con el acuerdo que alcanzó May con la UE. Ni eurófobos, ni eurófilos, ni moderados ni radicales. El mismo gobierno lo ha defendido no como un acuerdo ideal sino como el “mejor” que se pudo alcanzar para cumplir con el mandato del referendo de 2016 y lograr un consenso con la UE. Sea por el impacto económico que tendrá (eurófilos) o porque “traiciona” al electorado (eurófobos), muchos parlamentarios creen que con ese acuerdo se está en el peor de los mundos: ni dentro ni fuera de la UE. El punto más álgido de todas las críticas es la frontera terrestre entre Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) y la República de Irlanda (parte de la UE). El acuerdo de retirada del Reino Unido de la UE contempla un período de transición hasta diciembre de 2020 en el que todo seguirá como hasta el momento. Los británicos no serán miembros de la UE, pero seguirán dentro del mercado común europeo y la Unión Aduanera mientras las dos partes negocian qué tipo de relación mantendrán a largo plazo. En caso de que no se llegue a un acuerdo –negociar un tratado toma por lo general unos 7 años–, el Reino Unido en su conjunto permanecería de modo temporario (diciembre de 2022 sería en teoría el límite) en una Unión Aduanera con la UE. Pero en caso de que ni con ese tiempo adicional se consigan resultados, se activaría el Backstop, una suerte de “póliza de seguro” para evitar controles fronterizos, por la cual Irlanda del Norte seguiría rigiéndose por el marco regulatorio de la UE a diferencia de los otros tres miembros del Reino Unido –Inglaterra, Escocia y Gales~ que tendrían sus propias reglas internas para el comercio internacional.

Los diez diputados unionistas de Irlanda del Norte y muchos conservadores piensan con bastante razón que esta política significará una partición de facto del Reino Unido. En términos comerciales Irlanda del Norte pertenecería a la UE y tendría que ejercer controles fronterizos con los productos que circulen entre el bloque y el resto del Reino Unido. Entre los muchos efectos paradójicos del Brexit, sería el más irónico de todos: en busca de la soberanía, el Reino Unido perdería control sobre parte de su territorio.