Cuando llegó el verano, Xia me preguntó dónde se hacían los baños públicos en la ciudad. Si había duchas populares en algún parque, o bien piletas, piscinas públicas, lugares donde la gente pudiera mitigar los 40 grados de calor en días laborables, en medio de la ciudad de piedra y furia, la humedad al tope y un estío impiadoso.

Le dije que no había tal cosa, que si bien éramos un pueblo de "meter las patas en la fuente", ahora más bien habíamos metido la pata con otra clase de gobierno, y no se vislumbraban más bendiciones que la lluvia. Le dije que en Rosario no estaba preparado ese alivio para la gente, que no había dispositivos públicos como en Beijing, donde hay duchas gratuitas en muchas estaciones urbanas. Le dije que sí había clubes con piscinas privadas, en todos los barrios, muy accesibles, y luego el gran balneario del río, en el norte de la ciudad, La Florida, que sí era público. Y sino, tomarse una lancha en La Fluvial (privada y paga), frente al Monumento, y cruzar a las islas, el Banquito, Vladimir, el Charigüé, el Embudo. Que allí parecía una playa de Caribe, y el agua era más limpia y la vegetación selvática. Un viaje. Fantasía, a mil metros y 300 pesos.

Le expliqué que también había lo mismo en localidades vecinas y costeras, Pueblo Esther, Granadero Baigorria, Arroyo Seco. Como su curiosidad a menudo era más que todo lingüística, le llamó la atención el nombre, Arroyo Seco. Y repitió: - Dry creek… y en chino, ganliú 干流

-¿Ganliú?

-Yes, dry creek.

Y allá fuimos, al Rowing Club de Arroyo Seco. Aún pueden entrar los no socios, pagando una entrada. ¿30 años sin ir? Había pasado varios veranos de la infancia allí. Entonces teníamos primos en Arroyo, y el Rowing era (sigue siendo) un club popular, de clase media-media. Tiene en su playa una parte que han hecho un dique, como un piletón cerrado. Del otro lado, todavía está la línea de boyas plásticas naranjas indicando que no se puede cruzar el límite sin riesgo de ahogarse.

Xia me preguntó si se ahogaba mucha gente en el río Paraná. Le dije que bastante, pero que suponía era lo normal en un río tan grande y con tantas poblaciones. Le expliqué que Paraná es una voz guaraní que quiere decir pariente del mar, y que justamente desciende de ríos amazónicos, caudalosos, potentes, profundos. Hay accidentes, dije, pero también imprudencia, gente que sale a navegar como si fuera a dar una vuelta en bicicleta por una plaza. Después le conté que en este club, de niños pescábamos anguilas con los dedos.

-¿How? ¿Cómo?

Y le mostré. El dedo como un anzuelo y la boca de la anguila chupando la falange. Fue inevitable que el gesto fellatio de la anguila tragándose mi dedo no produjera un flash erótico. Me pareció que a ella también, porque hizo un mohín de rubor y después de displicencia: -No te hagas tonto… vos...

Le conté que un domingo de 1973, Marcelo Bielsa quiso enseñarme en el río cómo debía morir aquel que recibe un tiro. ¡Qué premonición!, pienso ahora. 30 mil caídas en el agua marrón. Como la primera escena de Rescatando al soldado Ryan, pero de los pobres. Hoy sería "Rescatando al soldadito Brian".

Pero Xia estaba en uno de esos días de concentración del lenguaje. Estaba como telepática, introspectiva, más china que nunca. Hablaba con sintagmas, partes de frases que yo debía completar o colegir, y si ella preguntaba algo, podía ser hermético, como la actitud en que se quedaba después de mis respuestas. Entonces, a mi análisis de la realidad fluvial contestó con metáforas:

-Se puede agonizar en medio de un festín… agonize half of a feast…-dijo.

Me pareció tan bello que no agregué nada y esperé. Pasaron tres minutos o la eternidad y dijo:

-Derivar mientras enmudecen las sirenas y los ahogados…

Y después de otras dos vueltas a los siete mares o dos minutos, agregó:

-Yo quisiera que de a poco fuéramos a un silencio compartido. Hablar menos y entendernos todo.

Me quedé un poco sorprendido, entonces me dio un beso de media boca, abierta, sin lengua. El beso telepático, pensé y dije: -¿Y si yo no puedo?

-Entonces voy a enojarme. Vas a ver que me pongo de malhumor. No me gusta que me hablen mucho. No me gusta decir todo. Tanta conversación es un ruido. Me gusta mirar. Yo miro el río y entiendo. Me gusta verte. En poco tiempo, cuando te mire, sabré lo que estás pensando. ¡Qué duele (what hurts), qué goza! (what does he enjoy).

-¿And now…? ¿Qué pienso ahora...?

-You want to kiss me. Vos quieres besarme en el agua.

-No, debajo del agua. Sirenas y ahogados. A ver quién aguanta más.

Y nos fuimos al agua, pero sin tomarnos de las manos. Eso no le gusta.