Producción: Tomás Lukin


Vulnerables 

Por Ana Acosta y Mariano Santana *

El desempeño económico de Argentina durante 2018 fue pobre. Esta afirmación puede apoyarse en cualquier indicador que se tome como parámetro de referencia. Existen datos que guardan relación directa con la economía actual: pobreza, inflación, empleo, cotización del dólar que son prueba contundente del deterioro sufrido. Existen además otros indicadores que configuran el equilibrio financiero de nuestro país, condicionando a corto, mediano y largo plazo nuestro futuro como son el nivel de deuda externa, la tasa de interés, el déficit comercial y la fuga de capitales. No eran pocas las voces que, previo al estallido de abril, anunciaban la inminencia de una crisis de la economía real basándose en la trayectoria de estos últimos indicadores.

La visión oficial de la crisis es la siguiente: la inflación elevada y persistente se considera un resultado indirecto de la emisión monetaria en la que incurre el Banco Central para financiar el déficit de las cuentas públicas. Esta circulación excedente de pesos en una economía sin capacidad de reacción productiva termina por debilitar el valor del peso, erosionando la confianza en el mercado y la moneda incentivando su reemplazo por otras monedas más seguras. La corrida contra el peso representa, según el Gobierno, la explosión de la “burbuja populista” acelerada por la sequía y las tormentas internacionales. En el marco de esa lógica, el FMI es presentado como proveedor de gobernabilidad económica y garante de austeridad, imprescindibles para establecer un verdadero sendero de des-inflación y crecimiento genuino.

Un análisis más profundo pone en evidencia la debilidad del diagnóstico y tratamiento adoptados. Una aproximación a lo que sucedió la ofrece el Indicador de Vulnerabilidad Externa (IVE) que realizamos en el OCEPP y nos muestra cuán expuesta está la economía a sufrir una crisis del sector externo, contempla tanto variables financieras como comerciales. Entre 2015 y 2017 la vulnerabilidad externa aumentó 97 por ciento, consecuencia del deterioro en todas sus dimensiones.

Las medidas de liberalización financiera y comercial dentro del indicador no solo nos muestran que no contribuyeron a generar una lluvia de inversiones como se enfatizó en los discursos, sino que nos expuso a niveles de vulnerabilidad externa muy altos, deteriorando al mismo tiempo la economía real doméstica y hasta el FMI pronostica recesión para 2018 y 2019. El último dato oficial publicado por el INDEC confirma que Argentina entró oficialmente en recesión mostrando 6 meses consecutivos de retroceso de la actividad. Esta retracción de la actividad se produce simultáneamente con una aceleración en la inflación, configurando lo que se denomina técnicamente “estanflación”.

La caída en la actividad se da con especial énfasis en el sector de la industria manufacturera lo que a su vez tiene una repercusión notable sobre el nivel de empleo. Asimismo, el último dato publicado sobre la actividad industrial, medida por el EMI, mostró en noviembre de 2018 una caída del 13,3 por ciento i.a.

La demanda de dólares para ahorro o especulación no contribuye en nada a la creación de capacidades productivas. Asimismo, la liberalización y el proceso de endeudamiento derivaron en el incremento de salidas por otras partidas no productivas como turismo, intereses y remisión de utilidades generando un déficit de divisas que supera los 120.000 millones de dólares desde que asumió Mauricio Macri. Esta salida de divisas fue cubierta con endeudamiento público y privado de manera acelerada que fue coronado con el préstamo al FMI y resulta ser el más grande de la historia que se haya tomado con dicho organismo.

El escenario económico que se espera es complejo y está planteado sobre un delicado y precario sistema de equilibrios en la economía real como en el frente financiero. El gobierno espera que las medidas de austeridad y el respaldo del FMI permitan devolver algo de tranquilidad a los “mercados” y frenar la corrida, incluso en un contexto recesivo. Aun así, esto se alcanzaría con tasas de interés muy elevadas y un incremento de la vulnerabilidad externa, en un contexto donde las condiciones internacionales parecen reforzar los flujos financieros hacia el centro. De este modo, se espera que el año 2019 esté signado por una política que implica un sendero recesivo, mayor desempleo, pobreza, endeudamiento, y, aun así, sin garantías de cerrar la brecha externa.

* Economistas del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (Ocepp).


En busca de la orilla

Por Leandro Mora Alfonsín *

El sector industrial fue uno de los principales perjudicados por la crisis cambiaria de 2018 que no tardó en repercutir en la economía real. La fuerte caída del sector manufacturero en noviembre es la séptima contracción consecutiva. Se suman como datos los más de 80.000 empleos industriales perdidos desde 2016 y la constante caída del uso de la capacidad instalada que refleja la liquidación de stocks, suspensiones de horas y baja actividad. La magnitud de estos datos cobra mayor notoriedad al considerar que el sector industrial emplea al 20 por ciento de la población económicamente activa y es el que paga mejores salarios en promedio con respecto al resto de la economía.

Esta situación se profundiza en los segmentos pyme mercado-internistas que, en función de la caída del salario real y la consecuente baja en el consumo, son los que presentan los peores resultados. El caso más categórico es el textil que cerrará el 2018 con una caída en torno al 15 por ciento, pero también se ven afectados los sectores PyME de la industria alimenticia, madera y muebles, industria química y metalmecánica. Para esas empresas, a la caída de consumo se suma un fuerte aumento de costos que este año escaló de la mano del componente tarifario, el encarecimiento de los insumos dolarizados y la elevada tasa de interés que vuelve prohibitiva no solo la inversión de capital, sino todo tipo de financiamiento de capital de trabajo vinculado a actividades corrientes (descuento de cheques, cuentas con proveedores). Este combo afecta los márgenes de rentabilidad, lo cual repercute directamente en la caída de la inversión. Las PyMEs se ven obligadas a liquidar stocks por debajo de umbrales mínimos de rentabilidad para cubrir huecos financieros de corto plazo, lo cual se vuelve un círculo vicioso que redunda en las ya mencionadas consecuencias de suspensiones y despidos.

Para 2019 se espera una economía donde continúe la caída, pero con una interrupción en el deterioro. Las expectativas para el año que se inicia están puestas en el ingreso de divisas que las cosechas, que se esperan excepcionales, puedan aportar y en el despegue de Vaca Muerta pero ¿Cómo contagiar esto al mundo urbano, industrial y de servicios?  En la medida que dichas expectativas se cumplan y la política monetaria y cambiaria que está aplicando el Banco Central logre terminar de estabilizar el tipo de cambio y la inflación empiece a desacelerarse sostenidamente, habrá más margen para que se estimule la economía real y, por ejemplo, baje la tasa de interés.

No obstante, estos objetivos están condicionados por un contexto internacional volátil para mercados como el argentino. A su vez, en el mejor de los escenarios, el ritmo de este contagio no asegura inmediatez. A esto hay que agregar que la economía brasileña mantiene un ritmo lento de su recuperación, con lo cual, hay que ser cautos respecto de lo que pueda esperarse de ella.

La transición de este proceso hacia una economía en crecimiento donde se recupere el consumo es un desafío difícil de superar para asalariados y PyMEs. Muchos “peros” para pensar al 2019 en clave de recuperación optimista. Llegar a la otra orilla es una verdadera odisea para las PyMEs.

Para pensar en una recuperación que alcance al entramado industrial PyME, la clave es que mejore el consumo y eso permita estimular la inversión. Por ello, se requiere de medidas que en lo inmediato le permitan a las PyMEs transitar esta recuperación. En este sentido, la restitución de la Línea de Crédito de Inversión Productiva (LCIP) de muy buenos resultados durante su vigencia es fundamental. Las líneas de tasas subsidiadas lanzadas en los últimos meses son de volumen insuficiente; los 29.000 millones de pesos de cupo son solo el 7 por ciento del financiamiento PyME que alcanza los 405.000 millones de pesos y es el 18 por ciento del financiamiento total al sector privado. Asimismo, urge reglamentar la factura conformada, parte de la sancionada Ley de Financiamiento Productivo, para que todos los sectores puedan acceder a ese instrumento de financiamiento. Con respecto al crédito a la demanda, la revisión de las tasas de los programas bajo la modalidad Ahora 12 puede bajar costos y volver accesibles productos. No obstante, estas medidas de transición y otras que puedan sugerirse solo serán parches si no se piensa en la economía argentina estratégicamente en base a la riqueza y diversidad de su aparato productivo.

Una industria en caída no es solo un indicador. Implica una menor complejidad de nuestro aparato productivo, menor diversificación de nuestras exportaciones y menor empleo de calidad. Argentina necesita una política industrial que se oriente a fortalecer estos deterioros porque la superación de los desafíos estructurales de nuestra economía como la restricción externa y la pobreza requieren de una industria que genere valor, conocimiento y trabajo.

* Economista UBA - Docente UBA, UCES y UNGS.