El mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, confirmó ayer que el gigante sudamericano se retiró del pacto de migraciones consensuado en el marco de las Naciones Unidas y argumentó que la decisión responde a preservar los valores nacionales. Sin embargo, horas después intentó matizar sus declaraciones al afirmar que no negará ayuda a los inmigrantes que la pidan pero aseguró que la entrada no será indiscriminada. “Si controlamos a quién dejamos entrar en nuestras casas, ¿por qué haríamos diferente con nuestro Brasil?”, se preguntó Bolsonaro. De inmediato el Partido de los Trabajadores (PT) mostró su rechazo en Twitter e interpretó la salida del pacto como la versión sudamericana del muro de Trump: “Bolsonaro trató de seguir los pasos del jefe Trump y levantó el propio muro en las fronteras de Brasil: el país salió del Pacto de Migración de la ONU y, así, debe perder protagonismo en la pauta”.

En su primer tuit del día, el ultraderechista aseguró que las personas que entren al país tendrán que someterse a las leyes brasileñas y respetar su cultura. “No es cualquiera el que entra en nuestra casa, ni será cualquiera el que entrará en Brasil vía pacto adoptado por terceros”, lanzó y luego cerró su seguidilla de tuits con un “no al pacto migratorio”. 

El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular de la ONU fue suscrito en diciembre por 152 países, entre ellos Brasil, durante la gestión del ahora ex presidente Michel Temer. Pocos fueron los que lo rechazaron, pero entre ellos están dos de los países con los que Bolsonaro busca estrechar lazos: Israel y Estados Unidos. También manifestaron sus críticas contra el pacto el líder político de Chile, Sebastián Piñera; su par húngaro, Viktor Orbán, y el primer ministro italiano, Matteo Salvini; tres importantes aliados del mandatario brasileño. 

Negociando por casi dos años, el pacto es una respuesta internacional a la crisis que afecta a varios países luego de un flujo sin precedentes de migrantes y refugiados. Sin embargo, el texto del acuerdo no suspende la soberanía de ninguna nación en esta materia. 

El primer anuncio de distanciamiento con el pacto lo hizo el ahora canciller, Ernesto Araújo, el mismo día que el acuerdo estaba siendo aprobado en Marruecos. “La inmigración no debe ser tratada como cuestión global, sino de acuerdo con la realidad y la soberanía de cada país”, dijo Araujo. Además consideró que el acuerdo es una herramienta     inadecuada para lidiar con el problema migratorio. En ese entonces la ONU lamentó la decisión brasileña, una actitud que fue retomada ayer. “Es siempre lamentable cuando un estado se disocia de un proceso multilateral”, declaró entonces Joel Millman, portavoz de la Organización Internacional de Migraciones.  

En la misma línea que Araújo, Bolsonaro afirmó que Brasil necesita establecer un “criterio riguroso” para la entrada de migrantes. “No somos contrarios a los inmigrantes, pero para entrar en Brasil hace falta un criterio bastante riguroso. En caso contrario, en lo que dependan de mí, no entrarán”, aseguró Bolsonaro en una declaración realizada a través de sus redes sociales antes de asumir la Presidencia. Luego citó como ejemplo el “sufrimiento” de Francia ante la llegada de inmigrantes y consideró que es insoportable vivir en algunas regiones del país europeo. “Está siendo insoportable vivir en algunos lugares de Francia y la tendencia es un aumento de la intolerancia. Los que fueron hacía allí, el pueblo (francés) los acogió de la mejor manera posible, pero ustedes saben de la historia de esas personas, ellos tienen algo dentro de sí que no abandonan sus raíces y quieren hacer prevalecer su cultura, sus derechos de antes, sus privilegios”, agregó.  

Ahora, con la partida ya ratificada, la ONU expresó su preocupación sobre la posibilidad de que la decisión de Brasil sea el primer paso para un alejamiento de otros acuerdos multilaterales, procesos de coordinación e incluso pactos ya traducidos a las leyes nacionales. En su comunicado, la entidad subrayó que el texto jamás fue vinculante y que cabría a los estados partes implementar de la forma más adecuada la cooperación internacional. 

Las autoridades brasileñas estiman que entre 700 y 800 venezolanos ingresan diariamente al país por Pacaraima, principal puerta de entrada de Venezuela a Brasil. De acuerdo con los datos oficiales, desde 2017 y hasta octubre del año pasado ingresaron 154.920 venezolanos por Pacaraima, en el estado amazónico de Roraima y único paso fronterizo entre ambos países. Sin embargo, más de la mitad (79.402) ya abandonó el territorio nacional. La falta de estructura de Roraima, uno de los estados más pobres del país, generó conflictos entre brasileños y venezolanos en la frontera y obligó al gobierno a iniciar un proceso para trasladar a los inmigrantes a otras ciudades. A pesar de la situación en el estado amazónico del norte, la inmigración no afecta al país en su conjunto. “Hoy hay mucho más brasileños viviendo en el exterior que migrantes aquí en Brasil”, advirtió Camila Asano, coordinadora de la ONG Conectas al diario brasileño Estado. “Son compatriotas que a menudo pasan por dificultades ya sea en Europa, Estados Unidos, Japón u otras partes del mundo. Además, el Pacto Global de Migración consolida y refuerza derechos de las personas, incluso cuida a los más de 3 millones de brasileños que están viviendo en otros países de no ser discriminados por su condición de migrantes”, concluyó Asano.

Durante su campaña, el líder ultraderechista cuestionó otros pactos globales y entre ellos el Acuerdo de París contra el calentamiento global, al igual que su admirado Trump. Aunque en ese entonces llegó a prometer la salida de Brasil, una vez en el poder parece haber reconsiderado su postura. 

Al Pacto Global para la Migración Segura, Ordenada y Regular, que establece orientaciones específicas para la recepción de inmigrantes preservando el respeto a los derechos humanos, adhieren 181 de los 193 países que integran la ONU. A fines de 2017, existían casi 25,4 millones de refugiados en todo el mundo. Actualmente, sólo diez países acogen al 60 por ciento de las personas en esa situación. Sólo Turquía alberga a 3,5 millones de refugiados, más que cualquier otro país del mundo.