Según contabiliza La canción del país, la ciudad de Rosario reunió durante 2018 más de 180 discos y 30 eps. Una cifra tan notable como la tarea de este emprendimiento de periodismo cultural, con sede en Radio Universidad Rosario. El corolario de tamaño esfuerzo, de dedicación amorosa, lo significó la celebración de la primera edición de Rosario Edita, entrega de premios a la producción discográfica de la ciudad, surgida desde la tarea compartida entre la Municipalidad de Rosario y Radio Universidad. Ése fue uno de los rasgos mayores del año. Y se espera lo sea también en el que inicia.

De manera tal que discos hay muchos, casi tantos como las y los artistas que circulan por la ciudad. A veces, como pueden. Un comentario reiterado en el ámbito remite a la falta de espacios, un lugar dilemático que se reparte entre el hacer público y privado. Los espacios públicos son muchos -no suficientes- y han ofrecido una programación sostenida, a través del hacer concertado entre Plataforma Lavardén, el Galpón de la Música, CEC, CC Fontanarrosa, la recuperación del Anfiteatro Humberto de Nito, y la tarea que se articula con el Centro Cultural Parque de España.

El hacer privado, en tanto, se reparte entre lugares mayores y otros más reducidos, con una agenda muchas veces brillante, y la atención puesta en sobrevivir al ajuste sin fin para hacer lo que se debe: dar lugar a la música. En este caso, hay que destacar la apertura de Complejo Cultural Atlas, ya situado como uno de los espacios de importancia en la agenda semanal; junto a la del Centro Cultural Fito Covelli.

Evelina Sanzo enriqueció la producción local con su disco "Tabú".

Seguramente, entre ambas instancias deba haber una mayor interacción. Hubo, eso sí, un gran ejemplo, enorme: el Festival Bandera aportó una presencia múltiple y simultánea de artistas locales y nacionales; a la vez, funcionó como broche para la declaración de Rosario como Cuna del Rock Argentino, distinción que recibiera simbólicamente Litto Nebbia. Con Rosario como Cuna del Rock y festivales como el Bandera, se ha abierto una comprensión cualitativamente distinta en la ciudad. Un rasgo que también asomó en el Anfibio Festival, con sede en el Anfiteatro y participación de géneros musicales diversos. El fin está en apuntar a la pluralidad y la convivencia; nada impide que Damas Gratis y Nonpalidece -junto a sus públicos respectivos- compartan un mismo escenario.

El año que pasó tuvo también colores musicales diversos en el Festival Tango Mutante, el Ciclo Música con Todos (organizado por el Ministerio de Innovación y Cultura, con las presencias sucesivas de Franco Luciani, Liliana Herrero, Fernando de la Riestra, José Luis Castiñeira de Dios, Quinteto de la Fundación Piazzolla), el programa Hoy en mi barrio -entre cuyos atractivos, destacó una gloriosa reunión compartida entre Punto G, Gonzalo Aloras (versionando a Mortadela Rancia) y Popono-, el XV Encuentro Nacional de Músicos, el Festival Internacional de Armónica, entre otros.

En cuanto al jazz, el Fontanarrosa Jazz Festival se ha vuelto, felizmente, cita impostergable. Por allí desfilaron figuras del calibre de Mariano Ruggieri, Pipi Piazzolla, Horacio Fumero, Adrián Iaies y Mariano Loiácono. A propósito de esta música, figuras como Rosa Passos, Victor Wooten y Sheila Jordan, visitaron la ciudad. La visita internacional tuvo en Rosario nombres como los de Gordon Raphael y The Wild Cards, Rozalen, Stick Men con David Cross, Pasión Vega, Inti-Illimani, Fernando Cabrera, y la presencia singular del admirable ingeniero de sonido y productor discográfico Mario Breuer, quien impartió cursos especializados.

Entre los discos que el jazz vernáculo tuvo para ofrecer, destacaron Leonardo Piantino (Ya es hora), Carlos Casazza (La sombra del sauce), y Rocío Giménez López (Deseos múltiples). Giménez López es también parte de esa experiencia bárbara de nombre Pez Blob, cuyo disco Océano Pez permite disfrutar de su piano por partida doble. Entre las notables del panorama aparece Evelina Sanzo, con disco nuevo (Tabú) y con su sello Neptunia, que reúne los muy buenos Quinta Pata, de Dúo La Perilla, y Cunetas, segundo trabajo de Tito Libélula. Hay que subrayar que el proyecto Neptunia había resultado ganador de la convocatoria 2017 del programa Espacio Santafesino, un lugar donde mucha de la música y discos del año -y varios de los aquí señalados- tienen cabida.

En esta variedad musical, debe repararse en el extraordinario Tango Ia Candombes, tercer disco de Carlo Seminara; así como en Montaraz, de Federico Leites; estos dos trabajos están metidos en la música desde una sensibilidad que toca fuerte a sus autores, mientras pareciera que se buscan a sí mismos en el lamento de un susurro de arroyo (Leites) o en el dolor festivo de un ritmo de carnaval (Seminara). Este dolor puede relacionarse con la experiencia que ha ofrecido el referencial grupo La Barca con Argentina, nunca más, disco dedicado a revisitar los años de la última dictadura cívico-militar, a la manera de los grandes trabajos conceptuales del rock argentino (que no son tantos, por otra parte).

Quien también asomó desde un lugar de redimensión, capaz de volver a pensar el concepto mismo del disco -ese artefacto hoy maleable- fue Sandra Corizzo con Todas las canciones del mundo, un espectáculo que podría llegar a ser disco, o no, con la música como único lugar del cual todos pueden aferrarse.

Lo expuesto visibiliza una actividad incesante. Otro buen ejemplo a distinguir lo significa el hacer del sello de la Editorial Municipal de Rosario, con la edición de los discos Perro negro, del grupo Masmédula, e Icarar, de Vanina Israel, surgidos del programa de Coproducciones Discográficas. A ello, se agregó la edición de obras inéditas de Dante Grela: Obras para instrumentos y voces y Obras electroacústicas y mixtas. El rescate musical es menester, así como lo significa la preservación sonora de la que es emblema el Estudio de Migración y Preservación "Jorge Rapp", dependiente de la Escuela de Música de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), que ha sido inaugurado de manera reciente.

Y por último, como recompensa para la ciudad y con su Anfiteatro renovado como lugar de referencia: I Pagliacci, la ópera de Ruggero Leoncavallo, se presentó al aire libre con entrada libre y gratuita. Música y lágrimas, como el título de aquella película sobre Glenn Miller, para cerrar el año. También como síntesis de un malestar social que se respira fácil, pero que la música transgrede.