“Me gusta, no me gusta”, “me dio un like” o “me clavó el visto”. El lenguaje del amor hoy habla de los entornos virtuales en los que se inicia o se sostiene. Los encuentros sexuales y amorosos están atravesados por la virtualidad, como gran parte de la vida. Webs, apps de citas, redes sociales diversas permiten encuentros y desencuentros amatorios con lógicas más abiertas que las de décadas atrás donde se planteaba el matrimonio o el compromiso eran el destino final de cualquier acercamiento. 

La premisa hecha slogan por Roberto Galán “Yo me quiero casar ¿y usted?” huele a demodé. Pero con distintos y nuevos formatos, la búsqueda del amor, más o menos formal, sigue vigente. Internet, con sus webs, sus redes sociales, y sus apps al alcance de un click o un deslizar de pantallas, abre el abanico de posibilidades. Tanto que compiten los espacios de encuentro virtual con los cara a cara. Quienes estudian el tema dan cuenta de un ida y vuelta permanente entre el on line y el off line, por eso hablan de onlife.

El uso de las aplicaciones atraviesa todas las edades. En un contexto de divorcios y separaciones constante, con picos en la ciudad de Buenos Aires como el año 2017 a raíz de las modificaciones del Nuevo Código Civil –como reveló el lunes pasado PáginaI12, quienes se encuentran otra vez solos y solas después de largos años de pareja encuentran en las apps una herramienta sencilla para salir del closet del matrimonio. 

A esos usuarios y usuarias, heterosexuales de 35 a 50 años de clase media de la ciudad de Buenos Aires, los estudió la licenciada en Sociología y Magister en Investigación Social Mariana Palumbo. “Las aplicaciones dada su gratuidad habilitan resistencias contra las lógicas de mercado y, en el caso de los/as usuarios/as heterosexuales, cortejos más directos y flexibles”, concluye Palumbo en su trabajo “¿Qué hay detrás de un match? Reflexiones sobre la afectividad en la virtualidad posmoderna”, que es parte de su tesis de doctorado en proceso “Solas y solas: búsquedas de encuentros eróticos y afectivos en mujeres y varones heterosexuales (Area Metropolitana de Buenos Aires, 2015-2017)”. 

“Las trayectorias eróticas y afectivas de las mujeres y los varones cis heterosexuales se tornan, cada vez más, heterogéneas y zigzagueantes. Hay una mayor reflexión sobre los modelos de pareja deseables (aunque principalmente dentro de un marco heteronormado) y cuáles son los perfiles de las personas con quiénes vincularse”, dice el trabajo.

En su tesis de maestría, Palumbo había estudiado el amor y la violencia en las relaciones de noviazgo. Al defender la tesis, la conversación derivó a las personas cuando se separan y tienen que reinsertarse: “¿Cómo vuelven al mercado erótico afectivo los cis heterosexuales? Porque los estudios de sexualidad en Argentina están muy abocados a estudios de temática Lgbtq+ y yo decía ¿qué pasa con la norma? ¿qué pasa con los ‘normales’ (entre mil comillas)?”, relata.

Palumbo encontró que los divorcios y separaciones se daban especialmente en las personas en sus cuarentas, entonces empezó a “rastrear espacios de sociabilidad” cara a cara, de las personas de esa edad que querían generar nuevos vínculos sexuales. Recorrió lugares de baile, como tango, salsa y la bachata. “Hablando con la gente, también me enteré que iban a catas de vino. También estaban los speeddating (tener citas de 8 minutos en un bar, cara a cara). Todo era lo exploratorio”, cuenta. Así llegó a las aplicaciones, primero a Tinder, y al sitio web Match, luego a Happn y a Badoo. 

Para empezar a investigar se hizo dos perfiles, uno de varón y otro de mujer y empezó a interactuar en las aplicaciones. Cuando había match (coincidencia) les contaba sobre la investigación y así logró entrevistas sobre todo con varones. También entrevistó a mujeres por “modo de nieve”, amigos de amigos. Su investigación es cualitativa, a partir de observación de perfiles y de entrevistas en profundidad con usuarios/as.

Según explica en su ensayo las apps son soluciones del mercado para las clases medias y altas, lo que conlleva una “mercantilización de lo afectivo a partir de la existencia de servicios que vienen a resolver en la inmediatez los aspectos emocionales de nuestra vida”. Las aplicaciones permiten ampliar el abanico de gente a ser conocidas. Se elige o se descarta a las personas “bajo una lógica hiperracionalizada de selección de perfiles” basada en lo corporal y en las capacidades de consumo que ese otro u otra detenta. 

Dice en su ensayo: “Las apps nacen en un contexto de avance de políticas neoliberales, a nivel global, basadas en reformas legales que flexibilizan las relaciones laborales, el aumento del desempleo, la perdida de poder adquisitivo de sectores medios y bajos y la privatización y encarecimiento de la vida. Estos fenómenos abonan a que las apps sean el ‘boliche’ siempre abierto y accesible, en términos económicos, para buscar aquello que se desea” (ver aparte).

Los números que difunden las empresas de aplicaciones dan cuenta de millones de usuarios que usan o usaron alguna vez estas redes. Por ejemplo, Tinder, la más popular, fue lanzada en el año 2012, ya está presente en 196 países. Argentina es uno de los países con más adeptos que tiene Tinder en todo el mundo. 

Desde un enfoque psicológico, especialistas advierten sobre los riesgos de los vínculos iniciados en las aplicaciones. Incluso ya se inventaron algunas palabras para nombrar características de los vínculos que se potencian en las aplicaciones, como ghosting (esfumarse) o breadcrumbing (dar migajas de atención).

Hay literatura que también destaca aspectos negativos como el hecho de que las aplicaciones potencian la sensación de consumir y ser consumidos, el descarte o regirse por la inmediatez, entre otros aspectos. Sin embargo, Palumbo observa que para muchas personas permite reinsertarse en el “mercado erótico-afectivo” luego de haber estado casadas muchos años o aun sin tener demasiado tiempo para citas por los múltiples roles: “Las mujeres divorciadas o separadas que son madres son quienes quedan al cuidado de sus hijos e hijas la mayor parte del tiempo, tanto afectiva como económicamente. Cuando se divorcian, debido a la doble y triple jornada de trabajo que realizan, el tiempo que poseen para sociabilizar en espacios cara a cara se vuelve escaso. Las aplicaciones aparecen como medios para entablar conversaciones, tramitar la angustia, divertirse y erotizarse cuándo y cómo quieran.”.

Los hombres tampoco la tienen tan fácil luego de una separación. Para muchos separarse no es esa idealizada fiesta de sexo desenfrenado.

En ese sentido, Palumbo encontró que “a diferencia de lo que dice mucha bibliografía que asocia la separación con la libertad, los hombres que estuvieron muchos años en pareja, cuando se separan su rearmarse es mucho más complicado. Esto es una hipótesis. En ellos aparece esto de ‘no sé qué hacer’. Porque ¿qué diálogos tiene la masculinidad? En los asados de 25 no da para hablar de eso. En cambio, en las mujeres hay más de ‘te llamo, te cuento, nos juntamos’, podemos hablar más de lo afectivo”.

El tiempo en los chats tienen reglas propias. En las apps, pero también en las redes sociales. Entre adultos y entre jóvenes. En la investigación “‘Me clavó el visto’: los jóvenes y las esperas en el amor a partir de las nuevas tecnologías”, Maximiliano Marentes, Martin Boy y Mariana Palumbo, investigadores del Conicet y del Instituto Gino Germani entrevistaron a 25 jóvenes de clase media heterosexuales para abordar cómo la espera en las relaciones de pareja está mediada por las redes sociales como Facebook y whatsApp. Allí encontraron que “las lógicas de la espera en el amor entre jóvenes se encuentran atravesadas por las representaciones del amor romántico”. Se sigue deshojando margaritas. Se espera que salude, que conteste, que proponga, que invite. Quienes más esperan en el amor, siguen siendo las mujeres. Daniela, relata la investigación, se enoja porque su novio Germán le “clava el visto” en el WhatsApp, no le responde los mensajes de texto o no la llama y eso la “enferma”. Esto inicia situaciones de venganza por parte de ella que cuando él le conteste no le responderá para que él sienta lo mismo. Vendrán pedidos de disculpa. “¿Tendrán acaso las esperas, en el terreno amoroso, la potencialidad de introducir rupturas para que luego las reconciliaciones sean más anheladas”, se preguntan los autores. “Los efectos que generan en la subjetividad las situaciones de espera, si bien pueden ser nocivos, como el enojo, también producen efectos positivos ya que generan juegos de seducción en la pareja”.

Las redes permiten tener más información sobre lo que hace la otra persona: está conectada o no, dónde está, a qué hora se conectó por última vez. Pero esta mayor información pareciera generar más dependencia del otro y pérdida de control sobre sí mismos. “El problema pareciera ser –plantean los autores– cómo se convive con la falta de certeza sobre el otro”.