En Estados Unidos, un jugador de básquet no está dando una mano: está dando todo un brazo para ayudar a restauradores a reconstruir una valiosa escultura de antaño. A priori, una sociedad improbable, pero han considerado los especialistas del Museo de Arte de Carolina del Norte que Wyatt Walker –joven alero de un equipo de baloncesto universitario– tiene el cuerpo de un dios romano. Sí, sí: de Baco, dios del vino, en honor a la especificidad. Ningún piropo: las dimensiones del señorito se ajustan idealmente a la escultura original, razón por la que lo han reclutado para que sostenga un racimo de uvas sobre su cabeza mientras escanean en tres dimensiones su susodicha extremidad. El esfuerzo es parte de una iniciativa para restaurar una obra del siglo II del museo, que actualmente no tiene ni cabeza ni bracito derecho. Gracias a un dibujo del siglo 19 de la estatua terminada, empero, aseguran que las medidas del musculoso deportista permitirán hacer fiel réplica, y así ir completando a la desmembrada entidad. Una pieza que, de por sí, es un mosaico de eras: el torso romano es del siglo 2, sí, pero la cabeza es una estatua antigua distinta, mientras que rizos, bayas y hojas son injertos del siglo XVI. Por lo demás, ante la curiosa novedad, la crítica de arte Sarah Rose Sharp no ha podido evitar detenerse en cierta ironía: “cómo el culto actual de la sociedad norteamericana por los atletas los convierte en semidioses, modernizando así la vetusta fetichización del mármol hecho de carne”. “De cualquier manera, Walker debe sentirse bárbaro sabiendo que su brazo derecho cumple con los más altos estándares estéticos”, agrega Sharp.