Mi incursión en Tinder fue muy breve y nada exitosa. Tengo una disminución visual que no me permite leer las letras de los perfiles. Además mi discapacidad se nota en las fotos, entonces en una dinámica en la que la imagen determina que te pongan corazón o una cruz, siempre me tocaba cruz. Incluso hice el experimento de ponerle corazón a absolutamente todas las mujeres pero ninguna coincidió. Mi sensación era que la totalidad de las mujeres buscaban determinados estereotipos físicos que excluyen a las personas con discapacidad. A esto hay que sumar un prejuicio más extendido todavía que es asociar discapacidad con asexualidad. Finalmente, llegué a conversar con alguna pero cuando les contaba que tenía discapacidad me dejaban de hablar. Digo esto porque, ya que estamos deconstruyendo tantas cosas, es una buena oportunidad para desarmar algunos estereotipos sobre la discapacidad que reproducen hombres y mujeres por igual. Las falencias de la app podrían arreglarse poniendo otras opciones de tipografía y haciéndola accesible a los lectores de pantalla. Pero los prejuicios de, en mi caso, las usuarias son muy difíciles de deconstruir y creo que además se ven potenciados por la propia naturaleza de la app que le da prioridad total a la imagen. 

* 33 años, empleado bancario, ex usuario de Tinder.