La mayoría de las promesas electorales macristas fueron incumplidas. Por ejemplo, la famosa “lluvia de inversiones” que garantizaría un gobierno promercado. En enero de 2016, la asistencia de Mauricio Macri al Foro de Davos estuvo rodeada de un clima de euforia. La prensa oficialista destacaba que la Argentina “retornaba al mundo” luego de 14 años. El último mandatario que había asistido a esas jornadas fue Eduardo Duhalde. 

“Es un lugar que te permite en 48 horas ver a varios presidentes y relacionarte con importantes responsables del mundo de la inversión”, explicaba Macri. Meses después, el equipo económico destacaba que las inversiones comprometidas para la Argentina ya ascendían a 59.000 millones de dólares. Los dirigentes oficialistas tuvieron que recalcular sus pronósticos cuando la realidad desmintió las previsiones meteorológicas.

A mediados de 2017, la diputada oficialista Elisa Carrió afirmó que “si ganamos la próxima elección (refiriéndose a las legislativas de ese año), las inversiones en 2018 serán enormes”. 

El oficialismo se impuso en las elecciones pero “pasaron cosas”. La inversión se derrumbó 5,6 por ciento en 2018, según los datos de la consultora de Orlando Ferreres & Asociados. El declive inversor se agudizó en los últimos meses. “La caída en los niveles de inversión evidenciada durante diciembre (19,2 por ciento interanual) es la segunda más grande del año, después del derrumbe de noviembre”, destaca el informe de Ferreres.

El macrismo apostó todas sus fichas a la Inversión Extranjera Directa (IDE). El aporte de las IED al desarrollo nacional es debatible. El saldo final (positivo o negativo) depende del proyecto económico-político de la nación receptora. Más allá de eso, Néstor Restivo explica que “en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ese rubro supuso para la Argentina un ingreso anual promedio de 9.549 millones de dólares, con picos superiores a 10 mil y a 12 mil millones, respectivamente, en 2013 y 2012. En cambio, durante los dos primeros años del gobierno de Macri más los nueve primeros meses de 2018 (último dato disponible), el promedio fue de 8.358 millones de dólares… si se toman los dos gobiernos de CFK, el promedio de esos ocho años cae algo respecto de si se toma sólo su segundo mandato, y casi iguala al del macrismo hasta ahora. En cualquier caso, de “lluvia” desde 2016 ni hablar” (“Garúa”, artículo publicado en Cash el 13 de enero).

El macrismo sostuvo que las inversiones serían el motor de su modelo económico, en reemplazo del consumo “irresponsable” alentado por el gobierno anterior. Sin embargo, el recalculo realizado por el Indec-Todesca desmiente ese planteo. En la etapa 2004-2015, el crecimiento de la inversión (83,42 por ciento) fue superior al aumento del consumo privado (66,79 por ciento) y público (79,25 por ciento). Como enseña la buena teoría, la inversión guarda una estrecha relación con la demanda efectiva. En términos simplificados, las inversiones dependen de dos cuestiones principales: 1) nivel actual de beneficios y 2) porcentaje de utilización de la capacidad instalada. La mejora en los ingresos populares genera: mayor demanda, aumento de la producción, disminución de la capacidad ociosa. A su vez, ese escenario expansivo estimula nuevas inversiones. En otras palabras, las trayectorias de consumo e inversión no están disociadas, van de la mano. Juntos a la par, diría Pappo

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