Sobre el pasaje San Ignacio, la cortada que desemboca en el corazón del corso sobre la avenida Boedo, minutos antes de que desfile la primera murga, cerca de cuarenta varones y mujeres forman una ronda. Una mitad está formada por el personal de prevención propio del corso y viste chalecos amarillos. La otra mitad, es personal contratado por el Gobierno de la Ciudad, tiene chalecos naranjas y una gorra de una empresa de seguridad privada. Las dos mitades escuchan, se supone que atentamente, a un grupo de mujeres de Seamos Libres, agrupación que promovió la iniciativa: formar al personal de seguridad, los clásicos patovicas, en cuestiones de género, con el lema de “corsos libres de acoso”. La iniciativa no es sencilla, no existe formación en ese ámbito, caracterizado más históricamente con instrumentos y tips vinculados a la contundencia de la fuerza física.

“Acá no importa qué chaleco tienen puesto. Nadie es más que nadie y tenemos que trabajar juntos”, arengó Luis Roldán, responsable desde hace once años del corso de San Juan y Boedo, uno de los más importantes de la capital.

“Nosotros llevamos la propuesta y fuimos hablando con los organizadores de los corsos para dar estas charlas”, contó Sonia Lombardo, militante de Seamos Libres a PáginaI12. La capacitación consta de una charla con el personal de seguridad para decirles cómo deben actuar en el caso de que se presente una situación de acoso y, durante la celebración, las militantes de la agrupación se dedican a repartir volantes para concientizar y prevenir el acoso. “La idea es que nos cuidemos entre todos”, señaló Lombardo. Seamos Libres participó de las reuniones que realizó el Ministerio de Cultura de la Ciudad junto a los responsables de los 19 corsos oficiales donde, desde inicios de febrero hasta los primeros días de marzo, desfilarán, cantarán y bailarán las murgas porteñas. “Queremos dar las charlas y poder volver para hacer un seguimiento”, explicó.

Un grupo de mujeres de Seamos Libres se pusieron al frente de la charla y repartieron volantes entre el personal de seguridad, mientras en el escenario sonaban canciones de Rodrigo a todo volumen. “Es muy importante que si viene una chica a decirnos que fue víctima de acoso le preguntemos qué quiere que hagamos. Si le llamamos un taxi, si necesita que la acompañemos o que saquemos a quien la violentó”, explicó una de las militantes, mientras los patos de ambos colores miraban atentamente. Todas remarcaron que no se debe ejercer violencia física ni verbal bajo ningún punto de vista. “Tenemos que actuar mediante la palabra y explicarle a esa persona por qué lo que hizo estuvo mal para que el acoso y la violencia cesen”, agregaron. 

El fin de semana pasado tuvieron la primera capacitación y las militantes pidieron que se hiciera un balance de cómo se actuó en esa ocasión. Uno de los patos, para el caso de chaleco naranja, mencionó que, aunque hablan con la persona acosadora, muchos no les hacen caso. “Debemos lograr actuar con la palabra y que esa sea una experiencia que les permita aprender a todos”, afirmó Lombardo y recalcó que las miradas inapropiadas y los piropos son situaciones de acoso. “Nadie tiene que sentirse incómodo porque alguien lo invita a bailar de forma insistente. Con decir que no, sólo una vez, es más que suficiente”, puntualizó otra de las militantes.

Los chaquetas rellenas de músculos fueron a ocupar sus lugares porque ya estaba lista la primera murga, Los Verdes de Monserrat. Sin importar el color del chaleco, se dispersaron alrededor de las vallas blancas y las gradas dispuestas sobre avenida Boedo entre Estados Unidos y Carlos Calvo. El cielo estaba plagado de banderines de colores atados a postes y cables y había puestos donde vendían latas enormes de nieve en ambas veredas. Uno de los vendedores tenía una pila de los volantes de Seamos Libres para darle a quienes le compraban.

“El carnaval es una fiesta”, dijo Roldán a este medio. Contó que es la primera vez que hay una propuesta que trate el acoso y que “antes no se le daba mucha bola”. “Nosotros esperamos todo el año para que llegue febrero y las murgas se preparan para este momento”, afirmó. Para Roldán es importante que las familias puedan disfrutar de la celebración popular. Fue quien reunió a todos los patovas, sin importar el color del chaleco, para que participen de la capacitación.

“Hay chicos que nos dijeron que sus amigas no quieren venir más al corso por haber sufrido acoso otros años”, dijo Julia, militante de Seamos Libres. Los Verdes de Monserrat hicieron su retirada para el lado de avenida San Juan, bailando al ritmo del bombo y agitando sus banderas verdes y amarillas. Mientras tanto, en la pantalla del escenario, donde más tarde actuó el grupo de música tropical Los Charros, pasaron un breve spot de la agrupación para erradicar el acoso de los corsos porque, recuerdan, “el carnaval es la fiesta de todos”. Horas antes, tres de los patovas, acomodados contra una valla, oteaban la cintura de una joven de veintitantos que pasaba caminando a metros de la prevención. Fue en plena avenida Boedo, cerca de las siete de la tarde, minutos antes de la charla. “Todavía falta mucho, pero hay buena onda para trabajar y ganas de tratar el tema”, afirmó optimista Sonia Lombardo.

Informe: Ludmila Ferrer.