Decían que las fotos pueden robar el alma. Lo dijeron tanto que se sigue asegurando que un buen retrato “captura la esencia” de una persona. Jimena Mizrahi es algo así como una cazadora de almas porteñas. Ella lo explica mucho más simple: “Recorro todo el tiempo las calles de Buenos Aires, conozco gente y comparto sus historias”. La suya es una de las más de 300 réplicas del exitoso experimento que Brandon Stanton hizo con Humans of New York. La consigna es fácil: una foto y un brevísimo texto que, en palabras del fotografiado, cuenta su vida. Con cuatro años y pico de laburo a cuestas, Mizrahi publicó en diciembre el primer libro recopilatorio de Humans of Buenos Aires. Una edición bilingüe impecable, a la Taschen, pero editada por esta fotógrafa de 25 años.

Su modelo es idéntico al ideado por Stanton para Nueva York. “No hay una regla que baja de allá, si quisiera podría meter algo distinto al original, pero yo trato de seguir su estilo”, explica Mizrahi. Es que aquél, confiesa, la sigue movilizando. “Me impresiona el poder de una historia. Cuando leo lo que él comparte, en unos pocos renglones estoy llorando delante de la computadora, o capaz me hace reír. Y eso me movió a salir a la calle a buscar las historias.”

¿Cómo son los humanos de Buenos Aires? “¡Son lo más!”, asegura Jimena. “Me encanta nuestra cultura, Buenos Aires me parece una ciudad espectacular, que quizás no es tan cosmopolita como Nueva York, pero tiene una mezcla cultural súper interesante.” Es que en la ciudad de la furia no hay sólo porteños: también gente que vino de las provincias y cantidad de visitantes (y residentes) de otros países, especialmente vecinos, comenta. Y aunque cada tanto alguno la rechaza y se niega a compartir su historia, ella asegura que en general los abordados son “muy abiertos”. Y jura que no para de recibir “buena onda del otro lado”, a contramano de lo que el lugar común de la inseguridad sugiere.

“Siempre me gustaron el arte y la fotografía, y tenía ganas de poder unir de alguna forma a través  de ellos, de transmitir algún impacto o mensaje, ¡pero no tenía idea de cómo!”, cuenta. El laburo social lo vivió desde chica, visitando escuelas rurales de Tucumán con su curso. Y cuando el colegio dio por terminadas esas visitas, con sus compañeros siguieron la labor solidaria y armaron una asociación civil. Con Humans of Buenos Aires no está cambiando el mundo —y lo sabe—, pero le pone caras a otras experiencias de vida. No es algo menor: en medio de políticas estatales crecientemente represivas e intolerantes, no estaría mal revisar. Para recordar, al menos, que todos somos humanos.