Desde Río de Janeiro

Luego de cinco larguísimos días, poco después de las seis y media de la tarde de ayer ocurrió lo que todos esperaban: el abogado Gustavo Bebianno, quien coordinó la campaña electoral del ultraderechista Jair Bolsonaro y por lo tanto conoce todos o casi todos los secretos que ayudaron el capitán a transformarse en presidente, fue sumariamente catapultado del sillón de secretario general de la Presidencia.

Lo primero que llamó la atención fue la demora en ejecutar una sentencia de una defenestración anunciada.

Pero hay varios aspectos más en esa exoneración indicando que hay algo raro en toda esa historia, que está lejos de un final claro.  

Para empezar, Bebianno ocupó la presidencia del PSL que eligió a Bolsonaro entre enero y octubre del año pasado, contrariando frontalmente al trío de beligerantes hijos del capitán presidente. También se indispuso con Luciano Bivar, que controlaba el partido y se vio forzado a “tomar una licencia”.

Como presidente interino, le tocó a Bebianno la responsabilidad no solo de controlar los generosos recursos del Fondo Electoral, o sea, dinero público, sino también la misión de recaudar vaya a saber qué volumen de “contribución” al margen de la ley. 

Durante la campaña, surgieron indicios consistentes –y solemnemente ignorados por la justicia– de que generosos pares de millones de dólares circularon por las tinieblas en contratos a empresas especializadas en inundar las redes sociales –principal instrumento de la victoria de Bolsonaro– con noticias falsas contra el adversario Fernando Haddad, del PT y respaldado por el ex presidente Lula da Silva. 

Surgieron, además, otros indicios de mal uso de recursos públicos. A principios de febrero el diario Folha de S.Paulo denunció que el ministro de Turismo, Marcelo Álvaro Antonio, autorizó que se destinaran 270 mil reales (unos 73 mil dólares) a la campaña de cuatro candidatas a diputado en su provincia, Minas Gerais. Sería una medida normal, de no ser por un detalle: las cuatro obtuvieron, juntas, menos de dos mil votos y dijeron no haber visto jamás un solo centavo. 

Pasados unos días, surgió un segundo caso denunciado por el mismo diario, esa vez en Pernambuco, donde otros 400 mil reales (alrededor de 110 mil dólares) fueron enviados a una candidata que obtuvo exactos 274 votos. 

En ambos casos quedó en evidencia que se trató de desviación de recursos del Fondo Electoral. Parte del dinero, tanto en Minas como en Pernambuco, fue gasto en imprentas, pero nadie vio material de propaganda de ninguna de las candidatas. 

Presionado, Bebianno afirmó que a él, como presidente interino del PSL, le tocaba determinar el volumen de recursos que serían destinados a Pernambuco. Y que el responsable por elegir quienes serían los destinatarios era el coordinador regional, su adversario Luciano Bivar. 

Por la importancia del puesto que ocupó durante la campaña presidencial, el caso de Bebianno tuvo repercusión inmediata. En un intento de demostrar normalidad, dijo que había conversado con Bolsonaro “tres veces” en un solo día. De inmediato fue desmentido por Carlos Bolsonaro, el hijo presidencial tratado cariñosamente por su papá por “mi pitbull”, y enseguida por el mismo presidente. 

A partir de aquel instante quedó en evidencia que su permanencia en el gobierno sería inviable. Para enturbiar aún más el panorama, desde el primer momento Bebianno aseguró que no renunciaría.

 ¿Qué pasó desde el miércoles? ¿Por qué tardó cinco días Bolsonaro en cumplir una exoneración que estaba firmada desde el viernes? 

Hubo reuniones para intentar una salida, pero fueron inútiles. Bolsonaro le ofreció a Bebianno un puesto de director de Itaipú, la binacional Brasil-Paraguay de energía eléctrica (sueldo anual de unos 230 mil dólares, más bonos y gratificaciones) y oyó un muy sonoro “no”. Intentó con la embajada brasileña en Roma, y nada. 

El gran temor no solo de Bolsonaro y su furibundo trío de hijos, pero de todos, es precisamente lo que Bebianno sabe. Si abre la boca, será una tragedia de dimensiones astronómicas. 

Un problema más: Bebianno era, del grupo político del capitán presidente, el único que tenía interlocución directa con Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados. Perder esa interlocución en vísperas del envío de los proyectos más polémicos de su gobierno seguramente no contribuirá en nada para lo que vendrá en el pleno.

Un motivo para la demora en anunciar oficialmente lo que ya estaba más que anunciado fue el sillón que quedó vacante. Tanto diputados del PSL de Bolsonaro como otros ministros, en especial el extravagante Jefe de Gabinete Onys Lorenzonni, entraron en la disputa. También los militares ambicionaron la herencia.

Al final, ocurrió lo obvio: el sillón le tocó a un general, Floriano Peixoto (foto). Y con eso se reforzó el anillo uniformado que rodea al presidente.

Queda por ver cuál será la actitud del defenestrado Bebianno. Durante el fin de semana hubo emisarios tratando de calmarlo, mientras otros trataban de convencer al presidente de controlar a sus incontrolables hijos.

Contemplando en prudente silencio todo ese torbellino, los generales optaron por esperar a ver cuáles serán los próximos pasos rumbo al desastre.