A lo largo y ancho, periodistas del globo hablan de sus tantísimos logros, hazañas sin par: que exploró sedimentos marcianos superiores a los mil millones de años; que envió más de 200 mil imágenes del planeta rojo; que demostró que aquel había sido un planeta habitable con agua líquida sobre su superficie, y de ningún modo rojo: gris; que hizo perfiles térmicos de la atmósfera; evaluó la erosión eólica, determinó composición de rocas, mineras y suelos… Con una vida inicial estimada en 90 días, el rover Opportunity alcanzó los insólitos 15 años de existencia útil en Marte, una hazaña sin precedentes en piso extraterrestre, y ahora lo penan con zozobra los miembros de la NASA, rindiendo loas al héroe caído que desde el pasado junio no responde a sus comandos, víctima de una copiosa lluvia de arena. ¿El torbellino de polvo tapó definitivamente sus paneles de energía solar o algo por dentro se rompió? Nunca se sabrá, colmo del desasosiego. Sabido, sí, que con la esperanza diluida, científicos de la NASA han declarado el RIP definitivo al robotito que resistió más de la cuenta, aún con un brazo mecánico al borde del óxido, la memoria a largo plazo caída, dos ruedas sin funcionar. Lo curioso han sido las (demasiado) sentidas palabras dedicadas desde la agencia espacial estadounidense al rover desde que el jefe científico Thomas Zurbuchen diera recientemente por “terminada su misión”. “Aunque es una máquina, es difícil decir adiós, es realmente desgarrador. Reconforta levemente saber que tuvo una vida plena, pero eso no alivia tanto dolor”, se sinceró un muy apesadumbrado John Callas, manager del proyecto Mars Exploration Rover, y pronto definió a su finado ¿amigo? como “obediente, consumado, intrépido, divertido” (sic). “Durante la última década y media, hemos ido a trabajar a Marte todos los días. Opportunity nos convirtió en marcianos”, remató el descorazonado profesional, evidentemente tomado por tan triste notición. “Marte es el único planeta habitado por robots, y creo que seguirá siendo así por algún tiempo más. Pero lo que perdimos fue a uno de nuestros verdaderos pioneros”, se lamentó Steve Squyres, investigador principal de los MER, que subrayó que el robot murió como un “verdadero veterano, un viejo explorador que se desplaza en el horizonte en medio de una tormenta, y nunca se vuelve a saber de él”. Romance, lágrimas y misticismo alrededor del rover que, en resumidas cuentas, sanseacabó.