• Carteles. Parte de la oposición recibió a Mauricio Macri con carteles. Todo el bloque del Frente para la Victoria puso sobre sus bancas un mismo cartel con la leyenda y el  hashtag “#HayOtroCamino” como respuesta al discurso presidencial. El Frente de Izquierda tenía los propios: “Basta de despidos”, decía uno de ellos; Nicolás del Caño sostenía el que clamaba “Fuera yanquis de Venezuela y América Latina” y el de Romina del Plá rezaba “Abajo el régimen del FMI”. Los puntanos también exhibieron una pregunta impresa que el Presidente ignoró: “Presidente: ¿le va a pagar la deuda a San Luis?”, decían las pancartas que levantaron los diputados Ivana Bianchi y Andrés Vallone, que responden al senador Adolfo Rodríguez Saá que siguió el discurso con rostro adusto. 
     
  • Cannabis. Araceli Ferreyra, del Movimiento Evita, mostró su apoyo a las madres y familias que cultivan su propia cepa de cannabis para morigerar distintas enfermedades de sus hijos. Pero la diputa correntina no solo lo hizo a través de un cartel sino que además colocó sobre su pupitre una maceta con una pequeña planta de marihuana. 
     
  • Ironía bullanguera. No fueron pocos los momentos en que los diputados opositores respondieron a viva voz los dichos del Presidente. La bancada kirchnerista no pudo evitar los gestos irónicos, los murmullos y sonrisas cuando Macri se refirió a una mujer que mencionó sólo por su nombre de pila y que le habría escrito que “este año no se fue de vacaciones pero le conectaron cloaca y agua corriente”. Pero la frase que se llevó la mayor cantidad de gritos y abucheos fue cuando el Presidente afirmó que “creció la economía, bajó la inflación, aumentaron la inversión y las exportaciones, bajó la pobreza y creamos 700 mil puestos de trabajo”. “¡No te cree nadie!”, le gritó Horacio Pietragalla. En tanto, Leopoldo Moreau le preguntó en todo momento por el fiscal Carlos Stornelli.
     
  • Frases y gritos. Los cruces fueron subiendo de tono con el devenir del discurso presidencial. “¿Cómo puede ser que hayamos condecorado a Maduro?”, se preguntó Macri en el pasaje sobre política exterior, y luego arremetió contra el memorándum con Irán al sostener que “se negociaba la impunidad”. Agustín Rossi no se aguantó y le gritó que ese acuerdo “nunca se llevó adelante” y que “lo aprobó el Congreso”. A su turno, el mendocino Guillermo Carmona le recriminó el acuerdo con el Reino Unido: “¡Cipayos! ¡Están saqueando Malvinas!”. Eso sacó de quicio a Macri y, saliéndose del libreto, le dijo a la oposición que “los gritos, los insultos, no hablan de mí, hablan de ustedes, señores. Yo estoy acá por el voto de la gente, señores”, bramó el Presidente.
     
  • Euforia por un DNU: Los legisladores de Cambiemos expresaron con exagerada euforia algunos momentos del discurso presidencial. En más de una oportunidad entonaron el cántico del “sí se puede”. Entre las más entusiastas aplaudidoras se anotaron Cornelia Schmidt-Liermann y Silvia Lospennato pero la única que provocó que los oficialistas se pusieran de pie fue Elisa Carrió, que se levantó para aplaudir cuando Macri afirmó que “el DNU de extinción de dominio es un reflejo de la postura clara que los argentinos tomamos: queremos recuperar los bienes de las mafias, el narcotráfico y la corrupción”. Toda la tropa oficialista aplaudió a rabiar un decreto con el que el Presidente eludió las funciones del Congreso. 
     
  • Antejos de sol. Carrió hizo que sus compañeros de bancada se levantaran para aplaudir pero no repitió esa conducta porque después estuvo con los ojos cerrados escuchando el discurso presidencial. Tal vez pensó que su  actitud podía hacer pensar que estaba dormitando y rápidamente sacó de su bolso unos lentes de sol y así siguió, un tanto distraída, el resto de la alocución presidencial.
     
  • Seguridad: Al férreo operativo de seguridad que blindó el Congreso con vallas a dos cuadras a la redonda más los cortes de tránsito que la propia Policía montó en todo el centro porteño se le sumó un requisito que nunca se había utilizado: el cacheo. Los empleados del Congreso y los periodistas tuvieron no solo que atravesar varias vallas y controles mostrando credenciales y documentos sino que además tuvieron que entregar sus bolsos, mochilas y carteras para que atraviesen un escáner que estaba montado en una camioneta de la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Además había efectivos de la policía con detectores de metales que pasaban sobre la ropa de los autorizados a pasar.
     
  • Made in USA. El protocolo de seguridad de los presidentes norteamericanos incluye un cierre total de actividades donde el mandatario protagonice un acto. Ayer, la Casa Rosada buscó copiar ese protocolo cuando intentó impedir el ingreso de periodistas a la zona del Congreso una vez que Mauricio Macri ingresó al Parlamento. “Está bloqueado, es una medida de seguridad. No podrán entrar hasta que el Presidente se vaya y la seguridad presidencial nos autorice”, fue la frase que usaron los empleados de seguridad del Congreso para no dejar pasar a los periodistas. Sólo una ardua gestión de la directora de Prensa del Senado, Patricia Vaca, permitió que acceder al Congreso de la Nación.
     
  • Barras. En estos últimos años Cambiemos se había jactado de no permitir el ingreso de barras a los palcos más altos de la Cámara de Diputados. Sin embargo, este año abandonaron esa costumbre porque lo primero que se llenó fueron esos palcos altos con funcionarios y militantes de Cambiemos que durante el discurso presidencial se encargaron de provocar a los diputados de la oposición. 
     
  • Ausencias. Al igual que el año pasado, tanto la senadora Cristina Fernández de Kirchner como su hijo, el diputado Máximo Kirchner, no participaron de la Asamblea Legislativa. Pero no fueron los únicos. Llamó la atención que el diputado salteño, productor sojero, aliado de Cambiemos y precandidato presidencial ultraderechista Alfredo Olmedo no se mostrara con su acostumbrada campera amarilla. Nadie de su despacho justificó el faltazo pero su ausencia provocó que más de uno recordara que Olmedo se suele jactar de tener asistencia perfecta y calificar de “vagos” a los diputados que no van a las sesiones.