"Para poder vivir con el horror, resolví que esas personas no podían ser seres humanos, sino monstruos". Estremece el relato de Celina Duri, hija de Augusto, quien fuera presidente de la comisión directiva de la biblioteca Constancio C. Vigil, intervenida en 1977. Los recuerdos se remontan a cuando era una niña, alumna de la institución de barrio Tablada, ícono latinoamericano de la cultura, la educación y las acciones sociales, desguazada por la patota de Feced durante la última dictadura militar. Celina asegura que su vinculación con la Vigil es "de toda la vida". A partir de lo que pudo ir construyendo a lo largo de los años, declaró ante el tribunal del juicio Feced III y IV que a los 11 años fue interrogada con un arma arriba del escritorio de la dirección de la escuela, por Ramón Telmo Alcides Ibarra, cuyo apodo era "Rommel". "Cuando me llamó a dirección, pensé que me iba a matar", rememoró sobre aquellos años de terror.

"Mi fecha de nacimiento es la que figura en mi ficha de ingreso en el registro de socios", reveló sobre lo que descubrió en 2004, cuando se conformó la última comisión directiva de la recuperación de la biblioteca, y encontraron los registros de socios de 1975, tirados. Eran unos 20 mil. Su madre, Checha Frutos era también parte de la comisión directiva y docente.

Sus recuerdos empiezan en la niñez. "Lo que más me acuerdo de la institución es todo lo que vivimos y lo felices que fuimos", aseguró.

La Vigil "era una escuela con muchísima libertad. Se conversaba con los docentes sobre las opiniones que teníamos y así era también la relación con el personal directivo", recordó.

Vigil fue intervenida por la patota de Feced el 25 de febrero de 1977. "Recuerdo que los Espejo me dijeron que era obvio que eso iba a pasar porque era una institución muy importante en Latinoamérica. Yo les decía, 'pero si es la escuela a la que vamos nosotros todos los días'". Los cambios pasaban también por la vida familiar de Celina. "Toda mi familia se quedó sin trabajo, muchos vecinos también. Mi abuelo Frutos vendía rifas de Vigil, mi tío Hugo vendía rifas y era electricista de Vigil; mi abuelo Platón Duri era síndico y trabajaba en el área de premios; mi tío Raúl Frutos era vicepresidente y Bibliotecario Mayor; mi mamá era vocal y secretaria del departamento de educación; mi tía Beatriz Frutos era prosecretaria y docente, mi otra tía Cristina era bibliotecaria; y mi viejo (Augusto Duri) era presidente de Vigil".

En mayo de 1977, los "monstruos" llegaron a su casa. "Mi recuerdo es que una madrugada estábamos durmiendo con mi hermano. Vivíamos con mis abuelos Platón y Carmen. Las casas se comunicaban por un patio y desde mi ventana se veía la terraza de mi abuelo. Nos despertaron los gritos y reflectores que venía de la terraza". Fue la madrugada que se llevaron a su padre y su abuelo, con otros seis directivos de Vigil. "Yo ya había escuchado que se llevaban gente y que no aparecían", dijo al tribunal. Dos meses después pudieron ir a visitarlos. "El lugar donde estaban era subiendo unas escaleras anchas. Mi viejo ya no tenía la misma posición corporal. Le decía a mi mamá que era un infierno", relató sobre aquel horror de quienes lograron salir en diciembre de ese año.

 

El interrogatorio

Ibarra convocó a Celina a un interrogatorio. "Me dicen que me llamaban de dirección, y la docente no me quería dejar ir", rememoró y revivió el terror. "Pensé que me iba a matar, porque en el diario había salido que nosotros levantamos trapos rojos, y él había salido gritando que iba a matar a todos los rojos. Yo lloraba a los gritos". Tenía 11 años cuando fue interrogada. "Me hace tomar asiento, con la mano, se sonríe, y me dice '¿estás mejor?'. Saca un pañuelo de su bolsillo, yo estoy segura de que era un pañuelo de mi papá. Se lo dije y me dijo hay muchos pañuelos parecidos. Empezó un interrogatorio sobre mi familia y de mis intimidades, qué reuniones se hacían en mi casa, quiénes iban. Todo el tiempo apelaba a que yo le dijera la verdad. Tenía una hoja con nombres. Yo le dije que mi mamá decía que estaban presos por hacer una biblioteca y dos escuelas y me decía que si era así y eran buenos él los podía salvar".

El interrogatorio duró horas. "No me dejaba ir al baño, se escuchaba a los chicos en el recreo, y me decía 'te gustaría estar en el recreo? Bueno, ya vamos a terminar'. Me preguntó si había armas en mi casa. Yo no entendía y se lo dije. Se me acerca la cara y me grita '¿vos te haces la estúpida?', y empieza a hacer 'pum pum' con la mano y la boca. Y yo le digo 'ah, ¿un revólver?'. Y me dice 'sí, ¿nunca viste uno?'. Le dije que no y sacó uno del cajón y lo puso en el escritorio. Lloraba de la risa. Como había gente escuchando el interrogatorio llamó a uno de traje militar con balas de metralleta colgadas y otras armas". Recién de grande pudo analizar aquel accionar: "El objetivo no era saber si había armas en mi casa, sino parte del plan genocida de aplastar hasta a la descendencia".

La abogada querellante por APDH, Gabriela Durruty señaló que "a pesar del dolor inmenso de rememorar las épocas más tristes de su vida, Celina Duri dejó claro que los secuestros y tormentos tuvieron un solo objetivo: el desguace de Vigil, el aniquilamiento de esa inmensa institución popular".