Desde Londres

El Parlamento británico votó a favor de solicitar una extensión de la fecha de salida británica de la Unión Europea (UE), fijada para este 29 de marzo. La mayoría fue más amplia aún que el martes cuando la Cámara rechazó por 149 votos el acuerdo al que había llegado May con la UE. En este caso, fueron 210 votos a favor de un nuevo plazo. Pero la votación escondió más de una trampa. La moción, impulsada por el propio gobierno para evitar un nuevo revés parlamentario, aceptó la necesidad de una extensión de la fecha de salida luego de la derrota del plan de May, pero se expedirá la semana próxima sobre la duración del nuevo plazo que solicitará a la UE. Si el Parlamento llega a un consenso respecto a un plan a presentar a la UE, la extensión que se pedirá será corta: hasta el 30 de junio. Si no existe este consenso, deberá ser más larga, probablemente hasta fin de año.

La expresión inglesa “the devil is in the detail”, (el diablo está en los detalles) refleja a la perfección la naturaleza de la trampa. El único acuerdo que hay sobre la mesa es el que May negoció con la UE el 25 de noviembre y que fue dos veces rechazado por abrumadora mayoría en la Cámara de los Comunes. La carta que juega May, probablemente la única y la última que le queda, es a que los euroescépticos y unionistas de Irlanda del Norte voten esta vez a favor del acuerdo que bocharon en dos oportunidades por temor a que haya una extensión mucho más larga del Brexit. 

Como todo lo que viene haciendo May en los últimos meses es una apuesta desesperada. En la votación de ayer, cuatro ministros y varios secretarios (en el Reino Unido para formar parte del gabinete, hay que ser parlamentario) se rebelaron a la orden de May de oponerse a una enmienda a la propia moción gubernamental de bloquear una salida de la UE si no había acuerdo. Está claro que May no puede garantizar la disciplina partidaria ni entre los “Frontbenchers” (los diputados en el gobierno que se sientan en la primera fila del parlamento) ni en los “back-benchers” (la Bancada sin responsabilidad gubernamental que ocupa un lado de la Cámara).

En medio de este caos que el semanario The economist glosó ayer como el hazmerreír mundial (“laughing stock”), el parlamento votó por un margen estrechísimo en contra de asumir el control de las negociaciones propuesta por un grupo de diputados conservadores y laboristas: 314 contra 311. En otra enmienda, la Cámara de los Comunes rechazó masivamente ( 334 votos contra 85) la realización de un segundo referendo sobre el tema, propuesta de los Independentistas, un grupo de ex diputados laboristas y conservadores, que decidieron formar su propio bloque en disconformidad con la oferta política de ambos partidos  sobre el Brexit.

¿Significa este último voto que el parlamento no quiere un segundo referendo? En el actual jeroglífico político es muy difícil de decir porque la mayoría de los que apoyan públicamente una nueva consulta popular votaron en contra o se abstuvieron diciendo que no era el momento de llevar esta iniciativa adelante, acusando a los independentistas de actuar “for the wrong reasons” (en traducción libre, para sacar una ventaja política).

Por si faltaba algo, en medio de este creciente caos parió la abuela bajo la forma del inefable Donald Trump. El líder estadounidense criticó a May señalando que había manejado muy mal las negociaciones y rechazó la realización de un segundo referendo que sería “muy injusto” para las personas que votaron en 2016 a favor de la salida de la UE. 

Entre las enmiendas que no fueron sometidas a voto por decisión del presidente de la Cámara, el conservador John Bercow, una llama la atención. La enmienda, que contaba con el apoyo de 111 diputados, proponía que se descartara por completo la realización de un nuevo referendo. “El resultado del referendo de 2016 debe respetarse. La realización de un nuevo referendo sería divisivo y caro, y, por lo tanto no debe llevarse a cabo”. 

El “Speaker” Bercow fue muy criticado por esta decisión. Bercow, sin embargo, también descartó otra enmienda que proponía revocar el artículo 50 que disparó la solicitud de negociaciones para la salida británica de la UE. En la práctica, esta enmienda hubiera significado revocar el Brexit. A solo 15 días de la fecha de salida, nadie sabe dónde termina este camino.